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La ETA sanchista

20/05/2023 - 

Hemos llegado al ecuador de la campaña y todo sigue según lo previsto. Por un lado, está claro que las elecciones están en un puño, en lo que a nosotros nos interesa más: el ayuntamiento de València y la Generalitat Valenciana. Apuesten por la coalición que apuesten (izquierdas o derechas), todas las empresas demoscópicas vaticinan un resultado muy ajustado, que casi siempre abriría la puerta a que el otro bando pudiera ganar dentro del margen de error del 3% con el que se configuran estos sondeos. Por tanto, se trata de unas elecciones en la que la campaña electoral es muy importante, porque de la movilización, del abstencionismo, de los errores o aciertos de última hora, de quién gana o pierde en un debate, o de qué asunto imprevisto estalla en la cara de los políticos, puede depender la victoria.

Todos estos son ingredientes para una campaña muy politizada y con un alto grado de polarización. Pero, curiosamente, no está siendo así. Bien al contrario, es esta una campaña de perfil bajo, en la que se percibe claramente que la población no está movilizada, ni en la izquierda ni en la derecha. También da la sensación de que la izquierda puede estar aún más desmovilizada que la derecha, pero, por otro lado, la coincidencia de las elecciones autonómicas con las municipales puede arrastrar voto hacia las candidaturas de izquierda, que ostentan el poder en la gran mayoría de los ayuntamientos.

No hay tensión en esta pantalla... Salvo en un lugar. En Madrid. En Madrid, estas elecciones son decisivas. Cruciales. España se decide en las urnas de miles de ayuntamientos y de la mayoría de comunidades autónomas. Porque cada voto que vaya hacia los partidos que apoyan o pertenecen al Gobierno central es un voto por el sanchismo. Y, por si esto fuera poco, ha irrumpido en plena campaña la presencia de personas que pertenecieron a ETA, algunas condenadas por delitos de sangre, en las candidaturas de Bildu.

Bildu es un partido que intenta limpiar por completo su imagen, porque su objetivo es disputarle al PNV la hegemonía en el País Vasco. Y para eso, Bildu tiene que ser socialmente transversal, ideológicamente moderado y sin ninguna sospecha de connivencia con lo que fue ETA, asumiendo que una parte de sus dirigentes, y de su electorado, viene de la izquierda abertzale que apoyaba o al menos no condenaba a ETA. Con lo que, como es obvio, esta noticia constituye una ruptura respecto del horizonte de expectativas que venden al electorado, y un problema político de primer orden.

La derecha española enseguida vio en ello una oportunidad y se dedicó a su deporte favorito: cargar contra Pedro Sánchez y el sanchismo, adláteres de los terroristas y cómplices de la ETA. Un voto por Puig es un voto por la ETA (yo creo que con que dijeran "Un voto por Puig es un voto por el sanchismo" la cosa funciona igual, pero bueno). Si el PSPV consigue la alcaldía de Benifaió, ETA habrá logrado su objetivo.

El discurso centrado en ETA, cuando hace doce años que la organización terrorista se disolvió, reconociendo su derrota, y cuando su brazo político ha quedado diluido en un partido mucho más plural que ha condenado explícitamente la violencia y ha pedido perdón a las víctimas, en principio debería tener poco recorrido. Desde mi punto de vista, no lo tiene en ningún sitio diferente del País Vasco o Madrid, pero es verdad que contribuye a polarizar la campaña, ubicarla en el ámbito de la política nacional, y en definitiva plantear al electorado la ecuación de que "un voto por el alcalde de tu pueblo es un aval del sanchismo y le hace el juego a ETA". No creo que sea muy eficaz a ese nivel, pero claramente era la apuesta del PP para intentar movilizar a su electorado.

Un efecto sí que han logrado: Pedro Sánchez ha frenado su espiral de ofertas a todo trapo para comprar votos. La última que le recuerdo es la ocurrencia de las entradas de cine a 2€ para jubilados. Justo cuando iba a llegar la lavadora gratis para analistas y opinadores en los medios; mala suerte.

Y hay que decir que, conforme ha avanzado el asunto de ETA, y sobre todo desde que en Bildu, en un intento de desactivar el problema, anunciaron que los etarras con delitos de sangre no ocuparían sus puestos de concejal en el caso de ser elegidos, se ha visto aún más claramente que esta cuestión no beneficia tanto al PP, sino a un ala específica del PP: a la de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que se ha lanzado a por todas (a por la mayoría absoluta), sabedora de que a su electorado el discurso contra ETA les motiva como pocas cosas. Probablemente le salga bien en Madrid, incrementando sus votos, y aún mejor fuera de Madrid, provocando que haya votantes dubitativos entre PP y Vox que se decanten por Vox ante la constatación de que Núñez Feijóo es débil contra ETA, poco consistente, y quién sabe si también está en el ajo del sanchismo. Win-Win para Díaz Ayuso, cuyo escenario soñado es tener a la izquierda sanchista resistiendo en toda España, salvo en Madrid, donde ella arrasará para ser el muro contenedor del etarrasanchismo y postularse después como alternativa a ese gallego que no condena lo suficiente a ETA.

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