VALÈNCIA. En 1995, antes de la eclosión de YouTube y Dailymotion, el colectivo francés Kourtrajmé arrancó su trayectoria con la premisa de subir a internet, de manera gratuita, todas sus películas. Entre sus integrantes se encontraban el hoy cotizado realizador Ladj Ly (Mali, 1978), quien junto a sus amigos de la infancia, Kim Chapiron, Toumani Sangaré y el hijo del comprometido director griego Costa-Gavras, Romain Gavras, apuntó el objetivo de su cámara a su comuna en el extrarradio de París, Montfermeil, para denunciar la violencia policial y la marginalidad.
Hoy en día, Kourtrajmé es una escuela con sedes tanto en el municipio que lo vio crecer como en Marsella, Dakar (Senegal) y en el territorio francés de ultramar de Guadalupe. Su puesta en marcha responde a los retos de accesibilidad e integración en el sector audiovisual, tanto en la formación como en la producción y la creación. Ahí es donde el director se nutre de los equipos que luego conforman sus proyectos. Fue el vivero para su primer largometraje de ficción, Los miserables (2019), y también lo ha sido para su reválida, Los indeseables, que llegará a nuestros cines el próximo 19 de junio.
Ambas películas conforman un díptico que apunta a trilogía. Como viene siendo habitual en toda su trayectoria, el cineasta francés presta atención al emplazamiento donde Víctor Hugo enmarcaba en 1862 su novela dedicada a los oprimidos, Los miserables.
“La historia que tengo ganas de contar no cabe en un largometraje, así que tuve la idea de hacer tres entregas. La idea es contar este territorio en los últimos 30 años. Cada película se corresponde con una década: Los miserables abordaba la actualidad, Los indeseables, nos retrotrae a 2005, y la última nos trasladará a los años noventa”, avanza Ly, reconocido por su ópera prima con el Premio del Jurado en Cannes y el Goya a la mejor película europea.
Antes de afrontar estas dos películas, había rodado varios documentales y cortos ambientados en su ciudad dormitorio. Entre otros, 365 días en Clichy-Montfermeil (2007), filmada después de los disturbios de 2005 en la banlieu, y Go Fast Connexion (2008), “una docuficción donde abordé el tratamiento que dan los medios a los suburbios”, explica con sus propias palabras.
En los últimos años le han tentado las sirenas de Hollywood, pero el director y guionista explicaba en el pasado Festival de San Sebastián, donde Los indeseables estuvo programada en la sección Perlas, que en su trabajo siempre parte de la premisa de contar su barrio y desde lo personal, abordar problemas universales.
El dolor global que recoge su último largometraje hace referencia a la especulación inmobiliaria y las subidas del precio del alquiler y la adquisición de la vivienda. “Hablando de lo mío, me doy cuenta de que todas las grandes ciudades del mundo se parecen, ya sea Nueva York, Canadá o Madrid, todos afrontamos el problema de la gentrificación. Eso es lo que quiero denunciar”.
La propuesta se alzó en San Sebastián con el premio Agenda 2030, promovido por el Gobierno Vasco, por "conectar magistralmente inmigración, desigualdad y periferia urbana en un contexto europeo”. En opinión del jurado de este galardón, “la búsqueda y la necesidad de la solidaridad y la sostenibilidad se expresan con fuerza y claridad en esta película”.
No son pocos los periodistas que le han preguntado por el influjo de la serie The Wire en esta ambición episódica de los sinsabores del extrarradio parisino. La propuesta de HBO constaba de cinco temporadas cuya columna vertebral era la lucha de la unidad policial de Baltimore contra una red de narcotráfico, pero cada una de las entregas basculaba en torno a una institución: la policía, el puerto, la política, la educación y el periodismo.
Como en la magna obra televisiva de David Simon, el director de origen maliense retrata en su por ahora díptico la violencia policial, la corrupción y la solidaridad comunitaria. El título original de Los indeseables en Francia es Bâtiment 5. En un bloque de viviendas llamado así, Edificio 5, fue donde creció Ladj Ly.
“En todas las ciudades de Francia hay un edificio que se llama 1, 2, 3, 4 o a, b, c, d. De modo que esta película va a resonar un poco en todo el mundo. Mi intención era guiñar un ojo al edificio en el que crecí, del que me desalojaron para luego derruirlo como parte del plan de rehabilitación urbana. La película muestra la expropiación de personas a las que en mi época les compraron sus pisos por cantidades ridículas. Fue una estafa gigantesca”.
El drama social narra la resistencia de una comunidad en una ciudad ficticia llamada Montvilliers, que ante el desamparo de las instituciones se ve obligada a actuar, tanto desde la acción social como desde la implicación política.
La primera escena ya marca el tono de la película. Un grupo de vecinos trata de bajar a duras penas un ataúd por el estrecho hueco de la escalera. La hija de la difunta lamenta la indignidad de vivir y morir en ese lugar. “Mi película habla de la pérdida. Esa frase resume la situación de sus habitantes. Viven y mueren en condiciones difíciles”, subraya el realizador.
Su protagonista es una activista de barrio llamada Haby que se opone a un proyecto de rehabilitación puesto en marcha por el nuevo alcalde porque implica la demolición de su bloque de apartamentos. Con la elección de un personaje femenino al frente de la película, Ladj ha querido reivindicar “el compromiso y la militancia” de las mujeres de su comunidad.
“Desgraciadamente, tenemos la costumbre de hablar y pensar en su lugar, así que era importante darles la palabra para que pudieran expresarse. Sabemos cuál es su aportación en mi barrio, pero el resto del mundo no repara en su valor dentro de la comunidad. A través de ella quería evocar a esta nueva generación de gente salida de la periferia que empieza a interesarse por la política”.
La poderosa figura de Haby contrasta con la de los políticos, corruptos en algunos casos. Interesados o desconectados de la realidad en su mayoría. “Son personas que siguen detentando el poder pero que ya no entienden nada de nuestro mundo. Generalizar diciendo que todos son iguales sería mentir. Pero su imagen es mala. La mayor parte de la población en Francia no confía en ellos. No importa a qué partido pertenezcan, da la sensación de que todos son unos oportunistas: no trabajan al servicio del pueblo, sino de sus propios intereses”.
En la película combina a actores de su debut en la ficción, Alexis Manenti y Steve Tientcheu, con noveles. Ly ha seleccionado a 15 de ellos de las escuelas de Kourtrajmé en París, Marsellla y Dakar. “La idea es crear una verdadera comunidad, ser autónomos y hacerlo todo por nosotros mismos”, explica el director. Su próxima meta es abrir una quinta escuela en Nueva York.