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La cara y la cruz de la voz poética de Berta García Faet

2/01/2024 - 

VALÈNCIA. La valenciana Berta García Faet, una de las voces de la poesía española actual, lleva unos meses haciendo convivir en la lista de recomendaciones y en las librerías dos novedades editoriales: la primera es Corazonada (La Bella Varsovia), un poemario inmenso que busca abordar el punto de encuentro entre el amor y el lenguaje, tanto en el fondo como en la forma; la segunda es El arte de encender las palabras (Barlin Libros), su primer ensayo, un experimento hiperestimulante para desentrañar que puede hacer lo poético en nuestras vidas.

Para quien conozca la obra anterior de Berta García Faet, los dos libros serán algo así como la culminación de su voz plural, libre y lúcida. Para quien llegue de primeras, será una puerta de entrada inmensa a su universo, pero también a la poesía en general, a la posibilidad de enamorarse de un formato que ella misma califica como "pormenorizado".

- Presentas casi de manera simultánea un poemario que recoge trabajos tuyos desde hace más de década y tu primer ensayo. Lo primero que te quiero preguntar es, desde la coincidencia, en qué medida estos dos libros son una cara y una cruz de tu voz.
- Sí, lo son. Hasta que no acabé Corazonada no me puse en serio con el ensayo El arte de encender las palabras, pero cuando empecé a escribirlo aún estaba medida dentro del universo de Corazonada, e incluso en el de mi anterior poemario, Una pequeña personalidad linda. Por eso en el ensayo flotan jirones de estos mundos. Y de toda mi poesía en realidad. Porque el ensayo trata de poner en orden en mi cabeza todo lo que he venido reflexionando sobre la poesía y las artes estos años. Es una especie de destilación en prosa de mis peripecias como escritora y lectora. He dicho que lo que digo en el ensayo ya lo había dicho en mi poesía, en otro ideolecto. Y es verdad. Pero no toda la verdad. Porque también es interesante ver qué me ha dado cambiar de ideolecto, ver qué digo de nuevo en este nuevo idioma.

- Empezando por Corazonada, el libro propone una reflexión del lenguaje a través del amor. Se cruzan en diferentes poemas y evidencias que son inevitables el uno del otro. Como la importancia del amor en todo ya la tiene asumida todo el mundo, reivindícame el lenguaje como elemento necesario para el desarrollo del amor.
- Para el amor me parece clave preocuparnos sobre nuestros clichés a la hora de expresarlo y de vivirlo, porque pueden pre-escribirlo, prescribirlo. Pero más allá de eso, es importante conocer, proteger y ampliar nuestros idiomas para el desarrollo inconcluso de una conciencia política atenta. Tiene que ver con lo que se llama (es una disciplina fascinante) “el análisis crítico del discurso”. Me interesa mucho fijarme en los tropos hiper-ideológicos que se agazapan en el supuesto “sentido común” o en los discursos hegemónicos. Por ejemplo, esto de decir cuando una mujer ha sido asesinada por su ex-pareja que “una mujer ha muerto” es bastante terrible. Pero lo mismo pasa en otros discursos oficiales, como los de la supuesta naturalidad e inevitabilidad del capitalismo, el antropocentrismo o del Estado-nación.

- Están presentes elementos tuyos que conocemos de otros poemarios, como la importancia de la naturaleza en general y las flores en particular. ¿Cómo evoluciona o crece tu relación con ello gracias a la escritura? 
Corazonada se hermana mucho con mis poemarios previos. Toma esas búsquedas estilísticas que ya transité y (quiero creer) las depura y amplía. Pero es muy yo. A la vez, el pensamiento sobre la naturaleza (flores, vacas, humanos...), que ha estado siempre en mi poesía, cristaliza aquí como pensamiento animalista. Ecologista tal vez, pero sobre todo animalista. 

- También está presente en diferentes formas Dios y la religión. ¿Solo como un elemento cultural que enfrentar (sobre todo a través del lenguaje) o también como una dimensión de nuestra identidad, ahora que además parece resurgir?
Es una pregunta importante y que me hago. Pero no sé qué significa Dios en mi poesía y no estoy segura de querer saberlo. Sí te puedo decir que no tiene que ver con abrazar la religión católica, ni ninguna religión estructurada. Siento bastante rechazo por ellas, y en particular por la que he vivido, que es la católica. Cuando entro en una iglesia no siento paz, me da náuseas ese olor (no sé a qué). Intuyo que son náuseas algo más que meramente físicas. Me pasó lo mismo hace casi una década cuando me puse a leer a Simone Weil. Sentí mucho malestar, me mareé. Después lo he podido racionalizar. No me gustan del catolicismo muchas cosas, y quitando las más obvias (las que tienen que ver con el tradicionalismo de género y orientación sexual), detesto que la duda sea algo pecaminoso y detesto el mesianismo. Eso me ha hecho mucho daño. Pero sí hay escritores religiosos que me interpelan profundamente, como San Juan de la Cruz o Santa Teresa, y sí hay elementos bellos de mi educación religiosa que siguen conmigo. Por ejemplo, en mi poesía es fundamental la estrella de Belén.

En cuanto a la espiritualidad que renace, no sé, es un tema complejo, creo que somos espirituales por naturaleza y que vamos colocando nuestra pulsión de creer en distintos objetos y sujetos según la ocasión. Pero no se puede disociar la espiritualidad, que parece muy etérea, de las prácticas concretas, que a menudo implican coerción. Últimamente me ha enamorado la serie de Los Javis La Mesías (vista ya dos veces), en parte porque creo que proponen una reflexión muy rica y de varias capas sobre la fe (en Dios y/o en Mamá), la violencia y la supervivencia. 

- En Corazonada es muy importante el tiempo. Hay poemas adolescentes, y otros sobre la madurez, y algunos otros con la mirada puesta sobre la infancia. ¿Cómo enfrentas cada uno de estas etapas humanas a la hora de reflejarlas en tus poemas?
No es algo consciente. Supongo que me interesa la vida y que la vida tiene sus edades. Sí más o menos sé que me atrae mucho la infancia, no la infancia real, los niños reales, sino la infancia tal y como lateen nuestra mente adulta. Le dediqué al tema nada más y nada menos que mi tesis doctoral... Pero no es una pregunta a la que le haya encontrado una respuesta definitiva. 

- A veces necesitas alejarte de lo mundano, y otras llenas tus poemas de cultura pop, generalmente para desarrollar una radiografía política del presente. ¿Estás de acuerdo con esto? ¿De qué manera te sirve lo popular?
Sí, creo que pasa algo parecido a la mezcla de edades, nuestras vidas contemporáneas son una mezcla de texturas, categorías, modas, orígenes... así que todo ese batiburrillo está en mi poesía. No porque sea una poesía “realista” y “capte fielmente” ese batiburrilo, sino porque es una poesía muy apegada a mis experiencias íntimas y yo estoy mucho en el mundo, en el sentido de que lo pienso, de que a eso me dedico. Y también lo que pasa es que me gusta mucho trabajar con contrastes. 

- En la bisagra que une los dos libros, ¿hasta dónde te preocupa como escritora la comprensión de aquello que planteas?
Confío en que los libros encontrarán a quien tengan que encontrar. Pero sí que es verdad que, aunque no pretendo que me entienda todo el mundo, sí me gustaría que me entendiera más gente... Pero eso tiene que ver con que, triste e injustamente, el género de la poesía es minoritario. No sé, volviendo a lo que dices, sí me mueve el impulso de comunicación, de que mis textos le den la mano a alguien, pero también el de expresión, el de sentir que le estoy haciendo justicia al pequeño mundo imaginario que deseo crear entre las páginas. Aunque la dicotomía entre comunicación vs. expresión debe problematizarse. Y también qué es “entender un poema”. Creo que los libros ajenos que nos tocan logran ambas cosas, y nos tocan no porque sean libros fantásticos y ya sino porque, misteriosamente, son nuestros libros, son para nosotros. 

- En El arte de encender las palabras te preguntas explícitamente cómo leer poesía, pero también es un manual para escribirlo, ¿no?
- No lo sé, no lo había pensado así... Supongo que es como una prenda reversible, que lo mismo te vale para llevarla de un lado que de otro. Yo primero escribo y leo poesía (primera fase), y luego intento dar cuenta de cómo lo he hecho (segunda). Pero es como dar cuenta de una ensoñación. Por eso comienzo el ensayo diciendo: “he llegado a la conclusión de que...”. Primero la práctica, segundo el análisis y las conclusiones, sabiendo que una cosa y otra no pueden ser jamás equivalentes. Quizás leer sobre esa segunda fase a algunos lectores les lleve a bucear en la primera. En todo caso, me gusta la idea del manual, primero por la sugerencia de la imagen de las “manos”, que me lleva a insistir en que la poesía es un “hacer”, y segundo por mi amor eterno por Libro de buen amor.

- El ensayo es, sobre todo, un gabinete de citas, autores y autoras, pensamientos que se entrelazan… ¿Por qué este viaje tan personal y tan alejado de lo académico?
- Porque no quería que el ensayo interesara sólo a los académicos. Y porque es una manera mía bastante orgánica de proceder: no pienso muy en línea recta ni a solas, enseguida me acuerdo de textos ajenos que siento muy cercanos y que me apetece ligar. 

- La tesis principal del ensayo es que lo poético, más allá de su misión estética (o bueno, junto a ella, o a pesar de ella) tiene la cualidad de ensanchar nuestro conocimiento. ¿De qué manera esto lo consigue hacer de una manera inédita a otras prácticas artísticas?
No lo hace de una manera diferente a las otras artes. Todas las artes comparten eso, lo que llamo “lo poético”, “el periplo de un pensamiento intrépido”. Y todas las palabras de esa metáfora pueden descomponerse: digo periplo porque tiene que ver con el cambio y con el tiempo, digo pensamiento porque no es sólo sentimiento, sensación o recuerdo, y digo intrépido porque hay aventura, valentía y una cierta extravagancia. Lo que pasa es que cada arte trabaja con su propio material, ya sea el lenguaje en las literarias o las imágenes en las visuales. Entre las artes literarias las diferencias que hay entre, por ejemplo, novela, cuento o poesía son puramente convencionales, y muy cambiantes históricamente. 

- La poesía precipita, enciende, ensancha, pellizca, arropa… Pero también puede pasar de largo. ¿Alguna recomendación para que la persona que se acerque a la poesía gracias a esta defensa tan hermosa y lúcida que propones pueda sacar provecho de ello? 
- Acabo con alguna recomendación. La primera es cuantitativa: leer mucho. Esto pasa con todas las artes, pero más con las que han sido minorizadas (y acusadas de elitistas): cuanta más poesía leas más podrá llegar a gustarte, porque la poesía es típicamente intertextual, dialoga mucho con otros textos, trata de decir cosas nuevas y/o de maneras nuevas, así que hay que conocer las cosas previas y las maneras previas: cuantos más poemas conozcas más podrás apreciar la complejidad de ciertas obras. Pero es cierto que las artes no tienen porque conmocionar a todo el mundo por igual, la conmoción se educa pero también tienen que ver con la personalidad y quizás el destino. Dicho esto, animo a los lectores a leer un libro extraño y precioso, pero no tan extraño como para que resulte ininteligible incluso si uno no ha leído mucha poesíaPoemas humanos de César Vallejo. 

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