Tengo una piedra en el riñón y me lo han dicho por teléfono. Primero me ha llamado mi médica de cabecera y a los 4 minutos el urólogo que llevará mi caso que, como yo estaba comunicando me ha dejado un mensaje de voz explicándome todos los pasos a seguir. Si me lo dice por WhatsApp ya hubiera sido lo más. El coronavirus ha traído esto para bien. La telemedicina. Lo que ha traído malo es muchísimo peor y de verdad que parece que esto no acabe nunca, pero considero que la atención telefónica como la que yo y otras personas que conozco estamos recibiendo debería quedarse, incluso cuando el maldito virus se esfume.
La telemedicina no se ha inventado ahora, desde luego. La Organización Mundial de la Salud la tiene definida e incluso recomendada. La había visto antes aplicada a la formación y también al diagnóstico complejo, compartiendo con profesionales de distintos países pruebas y opiniones sin necesidad de reunirlos a todos en el mismo espacio.
El riesgo de contagio del coronavirus y el Estado de Alarma hizo que se cancelaran las consultas presenciales y la actividad se parara salvo lo urgente. En este contexto, por teléfono los profesionales de la medicina de atención primaria han hecho un seguimiento excelente de sus pacientes.
Lo he vivido yo en primera persona, pero gente de mi entorno con enfermedades bastante más graves han recibido el mismo trato. Rápido, riguroso y efectivo al cien por cien. Cuando ha hecho falta ver a los pacientes los han visto y se ha hecho todo lo que se tenía que hacer, con las debidas precauciones. Hay además una perfecta comunicación también a distancia entre Atención Primaria y las distintas especialidades y de verdad que estoy maravillada por una lado y extrañada de que esto no se hubiese puesto en marcha antes.
Me lo ha dicho además mucha gente. Revisiones de toda índole, seguimientos de embarazo y otro tipo de consultas que antes hubiesen supuesto dos o tres visitas para pedir las pruebas para hacértelas y para ver los resultados, se están resolviendo con mucho menos trasiego de personas.
Eso es positivo para evitar movimientos y contactos que puedan acabar en infección por coronavirus pero, pensándolo bien evita muchas otras molestias. Es más sostenible ya que no tenemos que coger un vehículo para acudir, hay menos alteración de la rutina de trabajo, los profesionales de la salud optimizan mejor el tiempo de atención. Solo veo ventajas.
¿O alguien le veía algún sentido a pedir cita al médico, esperar tu turno y entrar para renovar tu pastilla de la tensión, del colesterol o de lo que sea? Estoy pensando en entornos rurales o con más dificultades de acceso al centro médico. También aquí este sistema es un avance. O personas mayores o con peor movilidad que incluso a veces dependen de otros para que las acompañen al centro médico. Se les podría dar una atención de calidad de manera telefónica o telemática y solo acudirían al centro de salud si es necesario que acudan.
Entiendo que puede haber profesionales o pacientes que son reacios porque somos de costumbres y zonas de confort y los cambios nos dan un poco de miedo. Otro problema sería el acceso a las tecnologías que no es igual ni para todas las edades ni para todos los sectores sociales e incluso no todos los territorios tienen la misma accesibilidad y cobertura tecnológica. Pero son elementos claramente salvables.
El coronavirus ha demostrado que nos hemos podido comunicar muy bien con casi todo el mundo. Los mayores han dado el paso de acceder a las tele llamadas que de ninguna otra manera hubieran dado y hemos visto las carencias de recursos de algunos sectores de población que debemos incorporar a la tecnología no solo por la salud, sino por la educación y la comunicación desde el punto de vista más amplio.
Con la variedad de medios técnicos que ahora mismo están al alcance de todos no sé cómo no se nos había ocurrido antes. Y ¡ojo! la atención presencial debe existir por supuesto, pero si en vez de ir tres veces vas una mejor y si no es necesario ninguna pues todavía mejor. La telemedicina se presenta así como un instrumento que permite una sanidad sostenible, optimizada, con ahorro de costes y mejora del nivel asistencial. Mantengamos esto como algo bueno que deja la pandemia.