La Comunitat Valenciana tiene cuestiones guadianescas, que aparecen y desaparecen, según la conveniencia o la oportunidad política. Una de ellas es la tasa turística. El conseller de Hacienda, Vicent Soler, tuvo que volver a salir a lidiar con el asunto el pasado lunes en Alicante. A mi modesto parecer, fue la primera vez que vi públicamente convencido a esa parte del Gobierno valenciano que sí quiere implantar la tasa de marras.
Fue muy curioso ver cómo mientras el propio Soler y la secretaria autonómica de Hacienda, Clara Ferrando, la defendían sin ocultarse de nada ni de nadie, el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, se paseaba por la World Travel Market de Londres con el presidente de la principal hotelera de la Comunitat, Toni Mayor, de Hosbec. Vale que por la tarde tuvo que terciar la gerente de Hosbec, Nuria Montes, y marcar distancias, pero el mensaje ya estaba lanzado. Una parte de este Gobierno valenciano quiere tasa, como ya se sabía, pero es que además, están convencidos de ello y no lo ocultan.
Quién mejor explica hoy el asunto de la tasa turística es el profesor de la Universidad de Alicante, José Luis Gascó, en la entrevista que concede a www.alicanteplaza.es. Creo que no hay que temerle a los debates. Y no entiendo que cada vez que sale uno de este tipo, el PP debe salir demonizándolo. Pero bueno. Es lo que hay. En el caso de la tasa, el gran problema no es si tasa sí o tasa no. El verdadero quebradero de cabeza es tasa turística para qué.
A nadie escapa que a algunos destinos les vendría bien si el dinero recaudado se invirtiera sobre todo en mejorar la escena urbana de esas ciudades o en mejorar sus prestaciones o atractivos. Y ahí reside el gran problema del Gobierno valenciano: no saber hacer pedagogía de la tasa turística. Hay destinos que sí la necesitan, y otros que no. Pero lo que no puede ser es que nos escandalicemos por la posibilidad de que la tasa se implante en la Comunitat, y la veamos bien en Roma, que es de cuatro euros por día y por persona.
En esto, a la Comunitat en particular, y a España en general, nos falta mucha madurez, pero sobre todo en el debate. Y lo mismo pasa con la tasa turística, que con la recogida de envases. Vamos a cualquier país de Europa, y nos cae la baba de ver cómo se paga por el retorno del envase o la gente tiene la cultura de devolverlo, y aquí nos avergüenza el debate. Con ello no quiero decir que esté a favor de una cosa o de la otra -para eso está hoy la entrevista a José Luis Gascó-, pero sí que debe ser una consigna para todo responsable político: saber lanzar un debate o la puesta en marcha de cualquier iniciativa. Hay que saber cómo, con qué fin y las ventajas e inconvenientes. De lo contrario, se da la sensación de acomplejado y de dar palos de ciego. Y eso es lo que está pasando. Si no hay tasa en 2018, den por seguro que ya no lo habrá. Las razones son de sobra conocidas.
Pero mientras la tasa deambula por los titulares, lo que ya tenemos sobre la mesa es una fallo judicial que obligaría al Ayuntamiento de Alicante a dar libertad horaria a tres centros comerciales. Se pone, de esta manera, el epílogo a la discriminación que fijan las denominadas Zonas de Gran Afluencia Turística (ZGAT). El fallo tiene dos lecturas. La primera: viene enmendar ese cambalache que fue la zona de ZGAT de Maisonnave, con Mercadona (la respaldó sin abrir los domingos), como convidado de piedra. Y la segunda: todo lo que pase de ahora en adelante ya es responsabilidad del alcalde, Gabriel Echávarri. Cierto es que mientras hay recurso puede haber margen a la negociación, pero vista la imposibilidad de enmendar la ley, sólo hay un camino: el político. O alcanzar un buen acuerdo con los centros comerciales marginados o cambiar la ley en Madrid, como pretende hacer Compromís. Pero mientras tanto, urge una solución, aunque sea transitoria. El problema no son los centros comerciales, sino las grandes firmas que hay dentro y que se benefician del convenio laboral que permite a los operarios trabajar en festivo sin necesidad de ser compensados económicamente, sino con días libres. De toda polémica, hay un ganador moral, que es Ciudadanos por defender siempre lo mismo; un afectado, el PP, que debería comenzar a enarbolar un relato creíble en esta polémica, que le distancie del pasado; uno forzado, Compromís, con su posición de última hora, que podría salir victorioso si logra un cambio legislativo en Madrid, y un equilibrista, Echávarri. Al equilibrista, o triunfa, o sale mal parado. Pues a ver qué pasa. Emocionante, desde luego, va a ser.