la yoyoba / OPINIÓN

La selectividad, otra España imposible

7/06/2019 - 

La inclusión del teorema de Rolle en la prueba de matemáticas de la selectividad valenciana ha desatado la enésima trifulca sobre la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los españoles. Y todo porque, al parecer, la solución a alguna de las preguntas de cálculo diferencial requería un razonamiento más que una respuesta directa que es para lo que ha sido entrenado el alumnado que aspira a un pupitre en la universidad. Las lágrimas derramadas ponen sobre la mesa dos asuntos que no sé si pueden resolver a través de un cálculo matemático. El primero es que el único objetivo del curso de segundo de bachillerato es superar con buena nota el examen de selectividad y no aprender la totalidad de los contenidos del temario. El segundo, que los conocimientos se evalúan en cada comunidad autónoma cuando la elección de centro universitario es distrito único en toda España. La mala praxis en el primero de los dos asuntos provoca que el estudiantado se entrene exclusivamente para resolver una de las dos opciones que se plantean tradicionalmente en cada una de las asignaturas que se evalúan en selectividad y se desentienda de la otra. Así se produce la eterna disyuntiva entre Platón o Descartes, entre La Casa de Bernarda Alba y La Regenta, entre la Restauración y la República. El día que se altera esa bipolaridad surgen las críticas porque no se ha hecho un planteamiento equilibrado desde el inicio. La selectividad es un pato cojo que se rige por cálculos probabilísticos para conseguir notas por encima de conocimientos. 

El otro asunto, el que reclama un único examen para toda España que evite desigualdades entre comunidades autónomas tiene la misma difícil solución que resolver el nudo gordiano entre el alumnado que viene de la enseñanza privada o la pública. Como la calidad de los centros se mide en el número de aprobados, no es de extrañar que se suban las notas para conseguir mejores resultados en los ránquines que luego se transformarán en más matrículas y mayores ingresos. Esto se puede extrapolar al nivel de exigencia entre las diferentes autonomías para acceder a la universidad. Pero hacer un solo examen no creo que sea la solución a no ser que el sistema educativo español incorpore la pluralidad histórica, geográfica y lingüística de las periferias. Un examen único debería incluir el conocimiento de las otras lenguas cooficiales del Estado, de la literatura, geografía e historia propias que no son uniformes en los currículos educativos por cuestiones de proximidad. Lo que no puede ser es que sea obligatorio estudiar que el Pisuerga pasa por Valladolid pero que se ignore dónde nace el Vinalopó. Un examen igualitario, como se han apresurado a reclamar algunos partidos que no creen en la España diversa, debería pasar porque los estudiantes valencianos conozcan La Celestina y los andaluces el Tirant lo Blanc. Porque los catalanes estudien la cultura de Tartesos y los gallegos el Sitio de Barcelona de 1714. Porque los extremeños sepan quién fue María Pita y los canarios estudien los movimientos obreros en el País Vasco. Que los valencianos conozcan el sistema de regadíos de la cuenca del Guadiana y los castellanos el ecosistema de la albufera de Valencia. No sé si los que reclaman un solo examen para un único distrito universitario se lo han pensado bien o por el contrario solo es una excusa para devolvernos al mito de la Reconquista y la epopeya de la conquista de América. 

Si lo que buscan de verdad es la igualdad para todos los españoles, yo me apunto. Pero que esa igualdad incluya el precio de las viviendas, los alquileres, el transporte urbano, el agua, el IBI o la equiparación salarial de todos los profesionales, no solo el de las fuerzas de seguridad. 

 

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