foto EFE A Carlos Mazón se le ve tranquilo, y confiado. Esta semana ha visto como las cinco leyes de su gobierno con Vox, que pretenden una reversión en toda regla de los 8 años del Botànic, han dado el primer paso en las Cortes Valencianas. Y no solo contenxto con ello, el president anuncia una reforma de la Ley de las Mancomunidades y la Ley Antidespoblación. La primera fue aprobada hace dos mandatos, y avalada posteriormente por el Tribunal Constitucional -en tanto vino a decir que no atentaba contra la autonomía de las diputaciones-. La futura Ley Antidespoblamiento que promueven PP y Vox pretende institucionalizar parte del mensaje de los populares contra el Fondo de Cooperación, que también fue avalado por el Constitucional, aunque dejó abierta su principal baza: el reparto de los fondos. Mazón siempre ha defendido que ese fondo debe premiar más a los municipios pequeños.
Sea como fuera, los hechos demuestran que Mazón se encuentra cómodo, pese a que esta semana tuvo que corregir a toda prisa a su consellera de Interior, Elisa Núñez, con el asunto de las quemas agrícolas -tras los incendios de Xàbia y Tàrbena-. Y que en Educación se vislumbra algo de tormenta. Las protestas contra la reorganización de las Escuelas Oficiales de Idiomas así lo han demostrado -pese a que el conseller Rovira tenga razón en el fondo-. Falta por ver la huelga anunciada por el STEPV en el sistema educativo que impacto tiene.
Además de los votos, que tiene con Vox, el PP tiene ganado de momento el relato. Lo tiene ganado, principalmente, nadie se lo ha discutido. Y si lo ha hecho, no lo ha exhibido tanto como para que, sobre todo, los populares duden de la ofensiva legislativa. Ya puede proclamar Diana Morant a los cuatro vientos que hay una contrarreforma o que la leyes son retógradas, que hasta que el PSPV -y también Compromís- sea capaz de vsibilizar ese malestar en la calle o en algunas de sus instituciones, al PP no le entrarán algunas dudas.
Mientras, Mazón se fuma un puro, sonríe y además va ganando el relato porque nadie le discute más allá de las palabras. Y no solo gana el suyo, sino que además aquel que pudiera perder, está generando malestar en los socios del PSOE. Dos ejemplos. La ampliación del Puerto de València y los aeropuertos de Manises y El Altet. El primero lo taponó Óscar Puente; el segundo, el presidente de Aena, Maurici Lucena. En ambos casos, Compromís en contra.
Bien es verdad que esta vez el Gobierno cambió de estrategia y logró canalizar el anuncio de Aena por otros registros, lo cual dejó a Mazón sin zona de confort para replicar. También estuvo ducha la delegada del Gobierno para rebatir a Nuria Montes sobre las ayudas del Perte del Chip, pero lo que parece claro es que no es suficiente. El president sigue sin apuros en los debates. Sólo hay que ver que esta semana se ha ofrecido a pugnar contra los macroproyectos fotovoltaicos aprobados por el Gobierno, y que en algunos municipios van a generar destrozos medioambientales. Algunos de los alcaldes del PP bien lo saben.
No hay que ser un lince para ver cómo se mueve su equipo para imponer relatos, pese a que algunos cojean con inexactitudes. Viene de los años 90. Hay un cierto establishment que lo compra todo y después aparecen los satélites que respaldan y amplifican la versión oficial a base de comunicados. Y en la mayoría de las ocasiones el Gobierno -y por tanto- el PSPV se queda callado o aparece para arrebartale esa bandera a Mazón, pero genera daños colaterales. El socio, cabreado. Ojo, algunas veces con razón. Veáse el asunto el puerto de València o la expansión de los aeropuertos.
Conclusión. Si el PSPV quiere de verdad que haya partido en este mandato, debe cambiar de estrategia. Se ha demostrado que no vale con rebatir al PP o adelantarse a las reivindicaciones de Mazón. La batalla dialéctica parece perdida, máxime si además genera fricciones con el futuro socio. O pone afectados en la calle para exhibir que ciertas medidas generan malestar de verdad y transmite que es capaz de movilizar, o Mazón podrá apretar el botón del adelanto electoral cuando quiera. Oportunidades a los socialistas ahora no les faltan. Pero hay que ponerse.
Otra cosa es que Pedro Sánchez después del verano tome una decisión. Entonces, entraríamos en otro partido. De momento, vamos a ver qué pasa esta noche en Euskadi, en mayo en Cataluña y si me apuran en las europeas del junio. En 2011, desapareció Zapatero, y todo tomó otro color. Pero mientras, si hay pugna por el relato, lo va ganando Carlos Mazón.
