ALCOY. Desde interpretar una parte del Hallellujah acompañado exclusivamente de unos cascos y un tempo, el mismo que escucha el resto desde sus casas, que luego formará parte de un videomontaje donde se ensamblará junto con el resto de voces, hasta la adaptación lírica del aria de la pieza histórica más famosa hoy en día, el Bella Ciao, para la asignatura de Idiomas.
Qué diría Cohen si nos escuchara. Los profesores y profesoras del Conservatori Professional de Música d'Albaida están haciendo piruetas increíbles desde que el pasado mes de marzo clausuraron las clases también en su centro. "Hemos perdido esa relación personal que teníamos con los alumnos". Jordi Soler es el director del conservatorio. "La mayoría de tutores están haciendo las clases individualmente, y eso es complicado para asignaturas como Cámara y Orquesta, incluso en Armonía, donde hay mucha gente; es cierto que estamos realizando el doble de trabajo", insiste. Pero lo más preocupante es otro aspecto, confiesa, reiterativo. "El contacto directo y el sonido, que no es el mismo. En una clase presencial, el alumno te ve, observa la posición gestual, cómo tocas, te escucha y tocas en directo", explica Soler.
El resultado nunca puede ser el mismo. Y no es por falta de trabajo y originalidad con más 'videocollages' -sumado al citado al principio de este artículo, el del Cor del Conservatori Municipal d'Albaida-, el de los alumnos y alumnas de la especialidad en Clarinete y su particular versión del himno Resistiré. "A la vez es imposible. Consiste en crear una base, alguien graba, sobre un tempo, y se envía, de manera que cada alumno o músico graba su parte". Una persona, el profesor o la profesora de turno, se encarga de montar todo con un programa. Pero también es cierto que la frialdad del cara a cara con una mera pantalla de ordenador se resuelve gracias al esfuerzo que están demostrando los cerca de ciento treinta futuros músicos y músicas del centro valenciano quienes, al estar en casa, se han vuelto más productivos, y han conectado con esa comprensión que pedían más directa o indirectamente los docentes. "Es cierto que lo hemos comentado con el resto de profesores.
Se han puesto las pilas y han entendido la dificultad en la que nos encontrábamos; están tocando mejor, incluso con más cuerdas", menciona el director del conservatorio . Un sentido de la responsabilidad que ya, de por sí, tienen los alumnos que se decantan por enseñanzas artísticas. "Están currando mucho", insiste.
La particularidad de la 'nueva normalidad' de un conservatorio de música pasa por el mantenimiento general y diario de los instrumentos, entendidos como extensión corpórea del talento de los futuros profesionales, que ha de llevar a una esterilización, o una desinfección, como mínimo, y constante, de los mismos. Teniendo en cuenta la diversidad de materiales presentes en una orquesta, o en la música de cámara, el protocolo que regula la higiene en tiempos de Covid-19 se ha tenido que adaptar. Un estudio de The New England Journal of Medicine - tal y como recoge en un escrito el profesor Sergio Jerez, del Conservatorio Profesional de Música de Málaga- analiza la presencia del virus en acero, plástico, cartón y cobre. Ese mismo experimento indica que, sobre superficies metálicas, como el acero inoxidable, o el plástico, el virus permanece durante tres días, aunque la carga vírica se reduce considerablemente. En superficie de cobre no se detecta presencia del virus tras cuatro horas y en cartón dura hasta veinticuatro.
El director del Conservatori d'Albaida ha de lidiar con la madera, en su caso. Y es que, en instrumentos como el suyo, el oboe, o incluso el fagot, hay una dificultad añadida. "Hay que tener en cuenta que los músicos aquí somos quienes construimos nuestras propias cañas, las boquillas, pero los alumnos todavía no saben", explica Soler. "Se lo hacemos nosotros; eso implica que tienes que probarlas, se han de tocar", insiste. Raspar y montar las cañas es solo una pequeña parte del complejo proceso en tiempos de Covid-19 para un profesor de oboe. "Una vez están adecuadas, hay que limpiarlas y desinfectarlas, tanto por dentro como por fuera, desde la varilla, con alcohol primero, y, una vez hecho, quitarlo con agua, repitiendo el mismo procedimiento", concreta. Sin olvidar que la madera tendrá que secarse; esto es, pasar una cuarentena de cinco días, tiempo durante el cual deben reposar las cañas para la erradicación de cualquier posible resquicio de virus. "Una vez listas, las envío por correo, cubiertas en algodón, dentro de un sobre con burbujas", detalla el docente.
La ardua tarea de estos instrumentos parece contrarrestar con el de otras familias, como el metal, que, al no compartir boquilla, requiere sencillamente de la limpieza y desinfección del instrumento con una bayeta. Después, está el caso de la asignatura de Piano. "Los alumnos de especialidad, sí tienen uno en casa. Pero en Piano Complementario, aunque algunos se han comprado un teclado, unos pocos no, porque iban a estudiar a las bandas de música del pueblo, que ahora están cerradas, claro", explica el director del conservatorio. "Los profesores de este departamento sí es cierto que han tenido que buscarse la vida". El ritmo va un poco más lento, a la espera de adaptarse a su compañero de viaje artístico, el instrumento, primero uno y luego el otro, sin importar el orden.
"Se tendrá que preparar una recuperación anual para el próximo curso para que los alumnos puedan ponerse al día dentro de la programación". Un requisito que, seguramente, no pase solo por los alumnos y alumnas de Piano. Otro asunto será el de los recitales. "Es el final de curso de los de Sexto, es fantástico, pero se tendrá que aplazarse presencialmente este año", lamenta Soler. No obstante, han pensado una alternativa. "Cada alumno podrá hacer su propio recital en casa, grabarse un vídeo con las piezas que toca, y enviarlo; al menos quedará un testimonio. Si mejora la situación para el próximo curso, invitaremos a estos músicos a hacer entre todos un concierto, ya en conjunto", avanza, esperanzado. El efecto dominó sigue con el Premio a la Excelencia, un concurso dirigido también a los estudiantes de último curso de este centro superior de música, aquellos de nota excelente, con una media de ocho, y que ha sido aplazado de junio a septiembre, ya que requiere de la presencia de un tribunal que los evalúe. Para las pruebas de acceso, sin embargo, la Conselleria de Educación ya ha marcado la ruta a seguir, que parece no verse demasiado alterada, de momento: en el caso de estudios profesionales, como el de Albaida, la inscripción telemática para la primera convocatoria está prevista del 1 al 9 de junio. Tras la publicación de las listas definitivas, el 19 del mismo mes, la realización de las pruebas está fijada del 1 al 10 de julio, dejando la segunda convocatoria para septiembre. "Estamos a la espera de que nos digan el protocolo a seguir, en temas de aforo, por ejemplo, así como que nos faciliten el material necesario al centro, geles y mascarillas", explica Soler. Lo que está claro es que la magia y creatividad de un artista, y en este caso de un músico, no la apaga un virus.