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La metamorfosis de Óscar Puente

4/08/2024 - 

En tiempos de polarización permanente que vive este país, que cuando no hay golpes de estado de oratoria, hay excursiones de jueces en la Moncloa, se está produciendo un elemento raro en la política, al menos, la de la Comunitat Valenciana. Y esa no es otra que la de la figura del ministro de Transportes Óscar Puente y su buena prensa en estas tierras, pese a ser del signo político al partido dominante en ayuntamientos, diputaciones y, por supuesto, en la Generalitat Valenciana. No sé si solo por su buena relación con Alicante y su alcalde, Luis Barcala (no olvidemos que la esposa del ministro es de San Vicente del Raspeig); o porque Moncloa marcó un cambio de rumbo respecto a las inversiones para combatir el relato, o porque él mismo se lo ha tomado como algo personal en su hoja de servicios; la cuestión es que la figura de Puente va camino de convertirse en una persona de cierto consenso y respeto entre el Gobierno y la Generalitat, y eso que cada día los responsables de ambas instituciones cruzan muchas críticas y reproches. Este cambio de actitud lo ha puesto en valor el propio presidente de la CEV, Salvador Navarro.

El hecho no sería más que anecdótico sino fuera porque las (fallidas) inversiones del Gobierno en la Comunitat Valenciana han llenado pantanos de tinta. Y con más inri, en la provincia de Alicante, donde el sufrido papel de los Presupuestos Generales del Estado de 2023 dejó a esta demarcación en las últimas posiciones de la clasificación de inversión por cápita, pese a ser la cuarta o la quinta en casi todo. 

El mérito de Puente ha sido convertir muchas de estas críticas en papel mojado, a tenor de los anuncios hechos, y lo más curioso, sin tener nuevos Presupuestos Generales del Estado. A la gran obra de la ampliación del Puerto de València, se ha desbloqueado (aunque faltan los detalles finales) el proyecto del túnel de Serrería de la capital, por el que debe discurrir el Corredor Mediterráneo de manera soterrada; la inversión final para unir el AVE por interior en Alicante y Valencia (el denominado nudo de La Encina); la liberalización parcial del peaje de la AP7, que circunvala el área metropolitana de Alicante, o la variante de Torrellano, por citar algunos proyectos. Casi todos han logrado el aplauso unánime, si exceptuamos lo del puerto de Valencia, que Compromís sigue considerando un desaire por su afección en el entorno.

Lo del Puerto de València, insisto, fue aplaudido por el Gobierno valenciano, y en el caso de la variante de Torrellano -que debe conectar al aeropuerto de El Altet con Alicante y Elche-, además, le compró los argumentos a Luis Barcala para aceptar un trazado que evitase la electrificación provisional de la parte final de la línea férrea. Es decir, todo mejor de lo que se esperaba; máxime, insisto, con la tensión que suele haber en la Comunitat entre el PP de Mazón y el PSOE de Pedro Sánchez y, como no, con el perfil medático que tiene el ministro en las redes sociales, donde entra a casi todos los debates, muchas veces sin demasiada finura. 

Es decir, que si en noviembre del 23 te dicen que Puente, que ya venía de protagonizar varias polémicas como portavoz del PSOE, iba a ser el ministro del consenso y del respeto entre el PP y el PSOE en la Comunitat Valenciana, no le hubiéramos dado crédito ni por asomo. No solo por lo que ya traía el propio Puente en la mochila, sino porque ni siquiera los otros ministros que tuvo el PP con relación en la Comunitat Valenciana, llámese Federico Trillo, Rafael Catalá o García Margallo, no han sido ni la mitad de generosos con esta tierra, al menos, con la necesitada inversión.

 

Está claro que en la política de hoy en día no se pueden hacer planes más allá de 15 días, pero al ex alcalde de Valladolid le coronaría como súperministro de la Comunitat Valenciana acabar obras simbólicas como el AVE entre Alicante y València o la conexión del Corredor con Cataluña. Hay otras que también representan mucho, pero requieren de tiempo. Mucho tiempo. Por ejemplo, sólo el tercer carril entre Orihuela y Crevillent, valorado en casi 100 millones de euros y cuyas obras están a punto de comenzar, lleva casi cinco años de ejecución. O la variante de Torrellano, cuya finalización se espera sobre 2029. Pero si uno repasa casi todas las grandes obras que tiene pendientes la Comunitat Valenciana, ya hay noticias sobre ellas (unas mejores que otras). Otra cosa, insisto, son los plazos, pero algo se mueve. Le faltaría a Puente, por ejemplo, anunciar el desdoblamiento de la N-332 a su paso por Torrevieja, otra asignatura pendiente en forma de pelota de tenis que ha ido de una administración a otra sin que nadie lo resolviese. Les dejaría flasheados. No sé cómo le irá en otros territorios, pero desde luego, vaya metamorfosis del Puente dibujado por el Madrid mediático.

Y en el plano social, Puente ya ha dado casi más pasos de querencia por esta tierra que sus antecesores con relación valenciana. Dos ejemplos, la paella que cocinó el pasado marzo en Valencia, o su reciente visita —el viernes— en el palco del estadio José Rico Pérez para presenciar el Hércules-Alavés de la mano de Luis Barcala. Los ejemplos hablan por sí mismos. Ahora bien, si el perfil del titular de Transportes es este (obviando lo de las redes sociales), simpático, respetado por el rival, implicado en las inversiones de la Comunitat y con presencia en determinados ámbitos de la sociedad, ¿no debería jugar Diana Morant otro rol? Que los gurús socialistas le den una vuelta.

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