Los servicios y, sobre todo, los productos son difícilmente diferenciables… porque, siendo sinceros, son copiables. ¿Qué no es fácilmente copiable en una empresa? Si las marcas están bien gestionadas, la personalidad de su marca corporativa o de sus principales productos o servicios y, por supuesto, la marca personal del empresario, porque cada empresario es único.
Una adecuada gestión de la marca personal del empresario puede diferenciar positivamente a su empresa de los competidores y, por tanto, sus productos o servicios. En el mercado existen empresas de referencia con líderes que se han constituido en la imagen principal de la empresa.
La marca personal nos distingue del resto de empresarios y crea vínculos emocionales con las personas a las que se dirige. Llega a su corazón. Lo ideal es que nos refuerce (y, por extensión, a nuestra empresa) como empresario (y empresa) confiable y útil. Actualmente, además, es muy importante no tener en la biografía ningún atisbo de corrupción o de favores pagados. Es imperioso tener un posicionamiento sencillo y constante: un mensaje propio, fácil de entender, relevante, veraz y coherente.
La marca personal es la imagen que los demás tienen de nosotros. Es la huella, la percepción o sello personal que dejamos, lo que los demás sienten o recuerdan cuando oyen o pronuncian nuestro nombre. Es nuestra reputación y posicionamiento en el mercado. La base de nuestra marca personal es la autenticidad y nuestra coherencia. Todos tenemos marca personal; pocos tienen una marca personal fuerte. Quien tiene una marca fuerte, tiene un tesoro.
La gestión de la marca personal no se limita a tener perfiles en varias redes sociales y una gran popularidad. La gestión de la marca personal comporta autoconocimiento, estrategia y posicionamiento off-line y online.
La marca personal es su posicionamiento, su reputación y su nivel de influencia. Cuando alguien tiene una marca personal fuerte ejerce influencia con más facilidad.
La influencia positiva es la capacidad de convencer a los clientes potenciales desde el ganar/ganar para que piensen o actúen de una determinada manera, con beneficio para usted y con valor añadido para ellos.
En el mundo de las ventas, influir es crear predisposición y deseo en el cliente potencial para que confíe en nuestra empresa y nos contrate. Se trata de influir en alguien con una necesidad objetiva de compra o de asesoramiento y al que nuestra empresa tiene capacidad para servir con calidad, desde la honestidad y la sinceridad.
El autoconocimiento es lo primero para mejorar nuestra capacidad de influencia. Es preciso conocer nuestras virtudes y los aspectos a mejorar. A partir de ahí, es necesario que nos formemos en habilidades como la capacidad de escuchar y observar activamente, y en comunicación persuasiva.
La autenticidad o genuidad, ser naturales, ser uno mismo, nutre nuestra capacidad de influencia. Contribuye a nuestra credibilidad.
La máxima influencia se ejerce de manera interpersonal, en el cara a cara. De ahí que potenciar nuestras habilidades comunicativas termina siendo un factor decisivo: cómo gestionamos la primera impresión o efecto que causamos en los demás, las ideas-fuerza que transmitimos a nuestros interlocutores, su brevedad, repetición y oportunidad, el lenguaje gestual, el tono de voz, etc.
El influyente positivo es un gran vendedor. No en el sentido de colocar sus ideas a los demás pensando solo en sus intereses, sino en ayudarles a alcanzar también los suyos.
La influencia tiene mucho que ver con el carisma o encanto personal. El carisma puede y debe trabajarse
*Francesc Domínguez es socio de Barton Consultants