John Moore, el Negre Loma, Juan Mallol, son la misma persona. Así comienza la crónica sobre un personaje que bien podría ser de ficción, pero es de carne y hueso. Tan real que consiguió un hueco en la vida cotidiana de la sociedad alicantina de principios del siglo XX y no precisamente por sus virtudes, aunque tuvo mucho talento para sobrevivir en un entorno que no era el suyo, en una sociedad que inicialmente lo miró de reojo con cautela, por unos parroquianos que pasaron de la desconfianza, de la burla a aceptarlo entre ellos. Por sus méritos propios, el Negre Lloma formó parte del paisaje urbano de la ciudad.
El origen de su historia parte de un aparatoso incendio en el puerto de Alicante. Las llamas y el humo se veían desde varios lugares de la ciudad. Ardía un enorme buque fondeado en medio de la rada del puerto (3 de marzo de 1914). Se trataba del petrolero Tiflis de bandera de EEUU. La tripulación pudo salvarse por su propia pericia y la inmediata actuación de los empleados del puerto. Entre los rescatados, estaba el cocinero del petrolero llamado John Moore. Todos fueron repatriados a la ciudad donde estaba la sede de la naviera, menos Moore que le gustó Alicante y quiso quedarse para siempre.
John Moore era un hombre negro, corpulento, fuerte, de alta estatura y grandes manos, que llamaba la atención. No hablaba español y tuvo que aprenderlo callejeando la ciudad por aquí y por allá, sin perder su acento angloamericano que, a veces, exageraba para destacar su condición de extranjero. Ante la necesidad se aprende pronto un idioma. Nunca quiso contar de dónde venía, ni si había dejado familia en algún puerto, ni tampoco insinuó si dejaba atrás un oscuro pasado, lo que aún despertaba más interés.
John era hábil con sus palabras y con sus gestos y pronto se ganó a los parroquianos del lugar. Se hizo simpático y habitual por las calles y tabernas del centro de la ciudad. No quería trabajar. Vivía de la venta de cosas que arreglaba, además de flores y perejil, también de la limosna, comía y vestía de la caridad de los alicantinos. A veces se le veía por las aceras arrastrando los pies en su triste caminar cuando llevaba dos copas de más. Nunca fue agresivo. En cambio, sí fue ocurrente y gracioso. Piropeaba y era muy detallista con las mujeres. Algunas, las más atrevidas, le correspondían con una gran sonrisa, le daban conversación y se marchaban juntos, nadie preguntaba dónde iban, pero se lo pueden imaginar.
Se hizo popular, simpático, viajado, con muchas historias en su petate que contar a quien quisiera escucharle. El semanario satírico El Tío Cuc lo describía así: “el talento de las personas es saber vivir y comer sin trabajar. Por este motivo consideran a este personaje un talento extraordinario. No tiene trabajo, y asegura que como es negro el trabajo para él es una condena. Este Negre Lloma – mote que se le puso a John Moore – demuestra lo vago que puede llegar a ser, que no se agacha por nada del mundo. Le tiran una moneda y por no agacharse se da media vuelta y la deja en el suelo”. Por no querer trabajar y por su vagancia, se hizo popular el dicho de “és més gos que el Negre Lloma” (eres más perro que el Negre Lloma).
El periodista Fernando Gil Sánchez, también lo describió en su libro “Alicante Siempre”, manifestando que “lo llamamos el Negre Lloma sin saber por qué, ni cuando le pusieron el grotesco nombre, ni en qué día de burla” y sigue diciendo que “apareció por las calles de Alicante con sus zapatones gigantes, con su figura monumental, con su sonrisa de lengua roja y dientes blanquísimos, con su cabeza de anillado cabello, con sus ademanes y movimientos cadenciosos, …” Y añade que “el Negre Lloma tomó bien pronto carta y se adueñó de la conversación”.
Ya ven, todo un personaje que llamaba la atención. Era escuchado, burlado y respetado al mismo tiempo. Se le veía como un personaje singular del devenir callejero de la ciudad.
Con el misterio de su pasado, con su particular forma de vida, la rumorología popular creó una leyenda sobre él. Y le asignaron acontecimientos de los que se consideraba que él era su protagonista. Vean, fueron muy curiosas.
Con el tiempo, se consideró que la cabeza con fondo negro coronado de laurales del escudo del Hércules C. F. era la cara del Negre Lloma. Tanto se había involucrado en la sociedad alicantina que era una forma de recordar su figura atlética y los valores que representa el deporte en la vida. Pero no fue así. El Hércules tomó como propio el escudo del Club Natación Alicante cuando se fusionaron los dos clubes. Casimiro Mira, fundador del club de natación, fue quien diseñó su escudo en el que aparece la cabeza de un deportista dibujada em negro como los adornos de figuras en la cerámica de la Grecia antigua. Ya ven, una leyenda urbana desmitificada que se fue construyendo con la rumorología de la gente. Pero hay más.
La primera vez que escuché lo que les voy a contar seguidamente, reconozco que mostré incredulidad. Suponía que se habrían tomado las precauciones adecuadas. Nos lo contó hace unos años Juan José Amores, entonces Presidente de la Asociación Alicante Vivo, en una tertulia entre amigos. Lo hacía con tanto énfasis que hacía pensar en su veracidad. Me despertó la curiosidad. Quería conocer la realidad de los hechos y que mejor que en este espacio para contarles el resultado de mis pesquisas sobre este asunto.
La vida que llevaba el Negre Lloma no podía tener un buen final. Unos dicen que se le encontró muerto en una cuneta de Vistahermosa victima del hambre, del frío y del alcohol. Al parecer contaron que pudo ocurrir en la madrugada del 20 de noviembre de 1936. Con su muerte nació otra leyenda urbana. Vean. Casi al mismo tiempo moría Jose Antonio Primo de Rivera en la cárcel de Alicante a consecuencia de los disparos desordenados de un pelotón de fusilamiento republicano. Se cuenta por algunos que sus cuerpos fueron enterrados en la misma fosa común. Terminada la guerra civil, Jose Antonio Primo de Rivera fue desenterrado para llevar su cuerpo en un féretro a hombros hasta Madrid por cinco mil falangistas, por carreteras y caminos de la provincia de Alicante y de Castilla la Mancha. Esa leyenda urbana cuenta que el cuerpo que fue enterrado en la Basílica Pontificia de la Santa Cruz en el Valle de los Caídos no fue Jose Antonio Primo de Rivera sino el Negre Lloma. Hay otras versiones que niegan esta afirmación, y la argumentan, que no basta con decirlo, hay que demostrarlo. Veamos. Así, el radiofonista Raúl Álvarez Antón, fruto de una detallada investigación, escribió que el Negre Lloma falleció el 31 de octubre de 1936. Lo corroboró un periódico local. “El Luchador” se hizo eco de la noticia el 5 de noviembre de ese año con una breve nota de prensa en la que decía que “víctima de una pulmonía fulminante ha fallecido en el hospital provincial el Negre Lloma” añadiendo que “siempre distinguió a Alicante con su afecto, aunque pasaba largas temporadas fuera de ella, siempre al final regresaba y decía que no había ciudad como la nuestra”. Raúl Alvarez afirmó que el Negre Lloma fue enterrado con el nombre de Juan Mallol (nombre castellanizado de John Moore). La licencia del enterramiento decía que “Habiéndose inscrito en este Registro Civil del Juzgado Municipal del Distrito Sur de esta ciudad, la defunción de Juan Mallol, natural de norte américa de 46 años de edad, … “. Además, Álvarez Antón manifiesta en su obra de investigación que el Negre Lloma fue enterrado en la misma fosa común que Jose Antonio pero no en el mismo lugar porque a Mallol lo hicieron en la fila 9 cuadro 4 y casi un mes después Jose Antonio Primo de Rivera fue enterrado en la fila 9 cuadro 5.
De la misma opinión que Raúl Álvarez Antón es Juan Antonio Ríos Carratalá, Catedrático de Literatura de la Universidad de Alicante, especializado en el franquismo, en su interesante libro publicado en 2016 de título “Contemos cómo pasó. Imágenes y reflexiones de una cotidianidad (1958-1975)”, después de hacer su propia investigación. Entre otras cosas, dice que “la imaginación de los derrotados pronto había empezado a compensar la aplastante realidad de la Victoria y esa misma necesidad, casi fisiológica, contribuía a difundir que el solemne trasladado (de Jose Antonio Primo de Rivera) tuvo como objetivo llevar los restos mortales del Negre Lloma a la Basílica de San Lorenzo de EL Escorial”. Sigue diciendo que “la ocurrencia de un vagabundo zumbón y borrachín atravesando (muerto) media España a hombros de cinco mil falangistas uniformados merece los privilegios de la ficción, al menos aquella que mediante el humor y la paradoja hace llevadero el peso de la realidad”. Ya ven, otra leyenda urbana que no pasa de eso, crecida por la palabra dicha que de boca en boca hizo que de la nada naciera un relato, y de este una leyenda urbana, hasta que fue descubierta su ficción.
En noviembre de 2016, la Corporación Municipal encabezada por Gabriel Echávarri le rindió homenaje rotulando una calle con su nombre en sustitución de la de Capitán Meca, aunque un recurso del PP contra el criterio del cambio de nombre de algunas calles de origen franquista por otra denominación dejó en suspenso el nuevo nombre de esa calle. Si el Negre Lloma levantara la cabeza, no se creería que su apodo y su historia podría dar nombre a una calle de Alicante. Ya ven las vueltas que da la vida.