Esta semana hemos asistido a un nuevo capítulo de la especie de “Guerra Fría” que mantienen la Universidad de Alicante y la Universidad Miguel Hernández de Elche, prácticamente desde la misma creación de ésta última.
Aparentemente, la causa del conflicto actual radica en la intención de la UA acerca de fundar una nueva facultad de Medicina. A día de hoy la única facultad que imparte esta carrera en la provincia alicantina está en el término municipal de Alicante, pero pertenece a la UMH. La junta de ésta se ha opuesto oficialmente, asegurando que no existe una demanda real de médicos que lo justifique.
Pero en el fondo de este asunto hay muchos más matices que van más allá del simple número de médicos que necesita Alicante. Para entender la polémica, es imperativo recordar como nació la UMH. Corría el año 1996, cuando el entonces president Eduardo Zaplana quiso compensar el desequilibrio ideológico universitario existente en esta provincia. En otras palabras, la UA se había vuelto con el tiempo demasiado de izquierdas, y quería otra universidad más de derechas.
Se llegó incluso a plantear ubicarla en Orihuela, una ciudad tradicionalmente más conservadora que Elche. Finalmente se optó por la villa del Vinalopó, una decisión que a día de hoy aún causa cierta molestia en tierras oriolanas.
Quizás dos universidades que comparten provincia, de ideologías opuestas y situadas en ciudades de por si antagonistas, estaban desde el principio ya condenadas a la rivalidad. Pero por si fuera poco, Zaplana tomó la decisión de traspasar una de las facultades más prestigiosas de la UA a su nueva universidad. ¿Adivinan cuál? Exacto, la de Medicina.
Aquello fue impugnado por la UA y los tribunales no lo acabaron de resolver hasta 2005, llegando el caso incluso al Constitucional. Desde entonces, ambas universidades mantienen esta especie de “Guerra Fría”, en la que raramente se atacan directamente, pero en la que todavía más infrecuentemente firman colaboraciones o convenios conjuntos.
Es todo un reto conseguir que una asignatura de la UMH sea convalidada en la UA y viceversa, aunque sean similares. Muchos profesores de un lado y de otro han realizado investigaciones y trabajos conjuntos (afortunadamente), pero casi siempre de manera extraoficial y por su propia cuenta.
Todavía más significativo es el hecho de que la UA no tenga ninguna sede social en Elche, ni la UMH en Alicante. Cuando son dos ciudades de las que proceden gran cantidad de sus alumnos.
Y a la hora de la verdad, esta “Guerra Fría” no beneficia a nadie. Tener una presencia universitaria tan grande es un lujo para esta provincia, que pierde fuerza al estar la mitad de espaldas a la otra mitad.
Supongo que yo soy un espécimen curioso. Cuando terminé el instituto me matriculé en la UMH (ya que las carreras de Ciencias Políticas y Periodismo se imparten aquí). Pronto me di cuenta de esta situación, pero nunca me plantee cambiarme de carrera ni de universidad. Mis mayoritariamente excelentes profesores compensaron otros aspectos. De hecho, tras licenciarme decidí cursar un Máster también en la UMH y a día de hoy sigo vinculado a la misma. No me arrepiento.
Tantos años después, todavía de vez en cuando hay quien me mira raro por ser un alicantino vinculado a una cátedra de la UMH. Pero en general tengo que decir que estoy encantado con el 99% de las personas que he conocido en esta universidad (mayoritariamente ilicitanos, por cierto).
La falta de colaboración entre la UA y la UMH no es sino un símbolo de la histórica ausencia de entendimiento entre Alicante y Elche. No me malinterpreten, me gustan los aspectos más fútiles de la rivalidad, adoro los derbis Hércules-Elche y disfruto mucho con el cachondeo deportivo tras una derrota (ya sea protagonizándolo o incluso recibiéndolo).
Pero para las cosas serias e importantes, como la política, me cuesta entender esta situación en la cual Alicante y Elche han trabajado siempre de espaldas la una a la otra, mientras veíamos como esta Comunidad se centralizaba cada día más hacia Valencia.
Creo que todos ganaríamos si hiciéramos frente común entre la segunda y la tercera ciudades más pobladas de esta autonomía, y que están separadas tan solo por 27 kilómetros. Y sus universidades podrían poner las primeras piedras para hacer camino.
Termino con el caso de una persona infinitamente más brillante que yo. A día de hoy el investigador de esta provincia quizás con más fama en el mundo, es precisamente un ilicitano que trabaja en la UA. Me refiero al microbiólogo Francis Mojica, que hace unos meses incluso rozó el premio Nobel. Un caso fantástico que ejemplifica perfectamente los excelentes resultados que podemos conseguir si caminamos juntos.