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vals para hormigas  / OPINIÓN

La guerra de Gila

17/03/2021 - 

Cuando se hace desde fuera, es decir, sin claves ni confesiones ni filtraciones, la crónica política se basa sobre todo en sensaciones. Y la mía es que los políticos españoles están esperando que suceda algo. Algo concreto, que no sé lo que es. Ni ellos tampoco. Pero empiezan a parecerse a los jockeys de Los Simpson, una cofradía que se reconoce enseguida por la calle y que van en pos de un objetivo común escondido bajo las raíces de un árbol hueco. Parece que hayan inventado una nueva manera de trabajar en lo suyo, basada en golpes de efecto, comunicados en las redes sociales y entrevistas en programas de entretenimiento de máxima audiencia. Sin embargo, ante los cristales de mis gafas progresivas da la impresión de que es justo todo lo contrario. Están agitando olivos antiguos con ganas de que caigan aceitunas nuevas. Airean viejos lemas, viejas ideas, sacan de los trasteros los escenarios que se utilizaron en el rodaje de películas en blanco y negro con la esperanza de que llenen los cines otra vez, como Disney con sus joyas animadas. Están vendiendo juguetes de madera a los niños que no han salido nunca de la pantalla de una consola. Parecen pretender que lo que ya tuvo éxito una vez, vuelva a llevarles al poder.

Naturalmente, no funciona. De momento, quedan amparados por la pandemia, que es al mismo tiempo la excusa y lo inaplazable. Alguien suelta una barbaridad desde un flanco de batalla y desde la almena contraria, como los caballeros de la mesa cuadrada de los Monty Phyton, les piden que se centren. Es la guerra de Gila. El enemigo comanda sus huestes mortales y nosotros respondemos con un enano que conduce un 600. No mata, pero asusta. El problema vendrá después, cuando la población esté vacunada, las mentes estén relajadas y los hoteles de Benidorm llenos hasta la bandera. Entonces habrá que convencer a los votantes de siempre y a los que vendrán con argumentos que nos permitan enfilar la próxima década en condiciones. Y ahí es donde encallarán otra vez, porque no saben más que generar conflicto cuando lo único que tendrían que crear son soluciones.

En la derecha es más lógico que se disfrace el continuismo de progreso, porque, al fin y al cabo, su misión principal es que nada cambie. El centro y la bisagra no existen, como se ha demostrado con la debacle de Ciudadanos. Y la izquierda da síntomas muy preocupantes de funcionar como los castores, recogen ramas y piedras para retener las aguas de un arroyo que debería fluir sin problemas. Hasta una veterana militante, curtida en aromas de revolución, me confesó el otro día que percibe en el ambiente cierto hedor a rancio en según qué posturas se adoptan ante determinadas novedades cuya regulación y debate era imposible en tiempos de Marx, porque no existían. Los que están al mando de la nave, de las naves, recuerdan a esa persona que sigue anclada a un desamor que le destrozó el alma, acumulando un rencor que ya nadie entiende y desatendiendo las posibilidades que ofrecen las webs especializadas en encontrar pareja. Les quedan meses de regodeo en la mediocridad. Luego tendrá que llegar el momento en que alguien se arremangue para dar respuesta al futuro que se nos viene encima.

(PD. Adiós, Ramón, la guitarra de George vuelve a llorar con dulzura).

@Faroimpostor

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