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isabel gonzález / OPINIÓN

La generación Cocoom

16/03/2018 - 

Ay pollitos, la que habéis líado. Creíais que el milagro duraría para siempre y de pronto llegan unos seres extraterrestres y deciden que se ha acabado la fiesta. Que en ese sarao en el que os habéis colado de rondón no hay sitio para todos. Que hay que desalojar la piscina de la eterna juventud. Que sale muy cara. Reconocedlo, os habéis multiplicado como panes y peces muy por encima de vuestras posibilidades vitales. Habéis disfrutado como ninguna otra generación lo había hecho hasta ahora. Sois la viva imagen del final feliz. Habitantes esporádicos de un  Shangri-La en el que no se muere nadie y eso, comprendedlo, no es sostenible. El paraíso siempre ha sido un lugar selecto y selectivo al que vosotros habéis entrado en tropel. Os habéis tomado en serio eso de que “el cielo se toma por asalto” y hasta aquí hemos llegado. Sabed que los alienígenas del planeta Anterea que os dejaron nadar en sus aguas prodigiosas venían solo a por su gente. Compartieron con vosotros su legado de felicidad durante un tiempo pero os habéis arrogado derechos que nadie os ha otorgado. Ese estado wellness era un préstamo, un paréntesis en la historia de la humanidad. Nadie dijo que fuera permanente. Pero está claro que no se puede ser generoso. Se os da la mano y os tomáis el brazo entero. Ahora queréis que vuestros privilegios se amplien a generaciones futuras. A vuestros hijos y vuestros nietos. Qué desfachatez.

Sois unos desagradecidos. Os han convertido la jubilación en un reclamo publicitario donde ya no hay que preocuparse por los lunes al sol porque todos los días son primavera. Y aún os quejáis. Han puesto la ciencia a vuestro servicio creando productos que os hacen la vida más llevadera. Corega para que no se os despeguen las dentaduras postizas. Tena Lady para los escapes de orina. Sillas eléctricas para que paseéis sin cansaros. Prótesis de todo tipo y calibre. Viagras para recuperar el tiempo perdido. Y por si no teníais bastante han inventado un dios mundano que se llama Benidorm y el Imserso, que es su profeta en la tierra. Pero todo esto tenía un precio. La generación Cocoom ha ido pagando a plazos su derecho a un retiro dorado. Primero lo hicieron abonando religiosamente sus cotizaciones a la Seguridad Social o sosteniendo gratuitamente los pilares sobre los que se construye la sociedad. 

Luego apuntalaron los cimientos de un estado fallido que hacía aguas por todos lados. Se les podía ver en las puertas de los colegios trayendo y llevando nietos, comprando en los supermercados para alimentar a hijos que guardaban cola en la puerta del Inem, pagando hipotecas y recibos ajenos para evitar desastres familiares. La enorme generosidad de esa panda de jubilados ha tapado muchos agujeros para que el barco no se hunda. Deberían seguir chapoteando en su piscina milagrosa, jugando al mus con la vida, pero han decidido colgar el bañador, recuperar las botas de agua y echarle un órdago a esos alienígenas que los amenazan con echarlos del paraíso. Es verdad, en Shangri-La no hay sitio para todos, pero nadie dijo que tuvieran que ser los jubilados los que abrieran hueco. Con sus paraguas y sus votos han ocupado plazas y avenidas reclamando lo que les pertenece por derecho. Con toda la dignidad que se han ido ganando con el tiempo. Mucho cuidado señores alienígenas, la generación Cocoom ha descubierto el secreto de la eterna juventud que ustedes se reservaban para unos pocos y no van a dejar que se la roben. Es la mejor herencia que pueden dejar a sus hijos. @layoyoba

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