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vals para hormigas / OPINIÓN

La diputada acorralada

18/12/2019 - 

Sucedió la semana pasada. Y lo cuento porque en esta profesión, lo que pasa en Las Vegas jamás se queda en Las Vegas. Cada objeto de conversación se propaga como un apocalipsis zombie. Tuvo lugar una rueda de prensa en la que quedó claro en manos de quién está la cultura en esta ciudad. Y es preferible el apocalipsis zombie. Al terminar, escapé hacia mi centro de operaciones. Pero tres compañeros míos, uno de ellos de esta casa, formaron un corrillo en el que, probablemente, se desplegaron algunas de las tres conversaciones fijas que solemos mantener los periodistas entre nosotros, no se vayan a creer que somos demasiado originales. Una de las comparecientes en la rueda de prensa, la vicepresidenta de la Diputación y diputada de Cultura, Julia Parra, se acercó a mis colegas. Y ellos, tres buenos profesionales con un trato singularmente amable, en esta profesión de cínicos y resentidos, aprovecharon para tirar de oficio. Le preguntaron acerca de la dejadez con la que está abordando el nuevo organigrama del Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, que depende exclusivamente de su gestión. Ella se sintió como si estuviera guardando los secretos del Watergate. Respondió con evasivas, le repreguntaron y, según dejaron entrever sus asesores en sendas llamadas a los respectivos medios, se sintió acorralada. No es extraño. No supo reconocer cuándo alguien está ejerciendo su labor porque no tiene experiencia empírica.

En ese momento, todo fueron errores. Un asesor grabó la situación con el móvil. Otra llamó algo más tarde para afear a los medios el comportamiento de sus profesionales. Periodistas preguntando, dónde vamos a llegar. El aparato de Ciudadanos, partido al que pertenece Parra, se movilizó como si alguien estuviera profanando los sillones de la Real Academia. O como si fueran decisivos en la formación del nuevo Gobierno. Naturalmente, no consiguieron nada, más allá de poner en evidencia a la diputada. Un cargo electo que, en dicha rueda de prensa, se limitó a leer el saluda que alguno de sus asesores había escrito en el folleto del festival que se estaba presentando. Sin añadir ni una coma. Sin responder ni una pregunta. Sin dar ninguna sensación de que Parra hubiera puesto en ese empeño más que su pose al ser fotografiada. Al final, quedó la noticia. Nadie, desde el departamento que dirige Parra, hace nada por poner un director al frente del Gil-Albert. Que es su responsabilidad.

Hablo con varios de sus compañeros de hemiciclo y todos me dicen lo mismo. Que Parra delega todo su trabajo en los técnicos, que no ha hecho una sola propuesta válida y que opinan que ella cree que ya cumple con su obligación, que es la de estar presente en los actos en los que hay cámaras de prensa. Los micrófonos le dan igual, porque jamás, en las ocasiones en las que he coincidido con ella, ha dado una declaración mínimamente interesante. No se puede ir a una rueda de prensa a leer un texto ya impreso. No se puede ir sin preparar los asuntos por los que la prensa le puede preguntar. No se puede limitar el discurso al silencio o las palabras huecas. No se puede pretender que nadie le pueda pedir explicaciones por su inactividad en el cargo. No se puede eludir la gestión del departamento que le corresponde. “Un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno, son como polvo, no son nada”, escribió José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia. Usted también, señora Parra. Por cierto, ¿qué pasa con el Gil-Albert? Siga así y ya la acorralarán en las próximas elecciones.

@Faroimpostor

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