Ahora que el Consell anuncia y justifica medidas y el president Mazón intenta revalencianizar la Comunitat Valenciana (a su manera, claro está), también conviene ver cuál es la situación del PSPV, el principal partido de la oposición. Su socio (o antiguo socio) Compromís ha comenzado el curso tal y como lo acabó: se dejaron la crisis del senador territorial con heridas. El rifirrafe entre Més e Iniciativa sigue sin tener solución (interna); todos disimulan y hacen como si no hubiera pasado nada. Los que están. De los que no están, no sabemos nada.
Los socialistas valencianos están a la espera de Pedro Sánchez, que pueda formar gobierno -primero debe fracasar la investidura de Núñez Feijóo- y entonces se pondrá en marcha la maquinaria congresual. En teoría, de no haber repetición electoral, Pedro Sánchez convocará el congreso sobre enero y febrero y a partir de aquí se celebrarán los autonómicos, entre ellos, el del PSPV.
Mientras, se debe resolver esa incógnita (señuelo para algunos) de si Ximo Puig logra una cartera en el futuro gabinete. Lo normal es que el secretario general del PSOE quisiera recomponer algunas alianzas con los barones perdedores y algunos con los que mantiene más diferencias -y que ahora tienen el foco sobre la amnistía-, pero ya se sabe que en Sánchez nada hay nada seguro.
Sea dentro o fuera, lo que parece claro es que a Puig le queda poco recorrido en la política valenciana. El acto de este viernes, en Ondara, habla por si solo. Convocatoria justa y rostros de una etapa que comienza a superarse. El hoy senador territorial ya no tiene el control sobre la organización, salvo que, en un futuro, se fraguaran matrimonios de conveniencia, o de supervivencia. Ya saben que el PSPV suele ser un triángulo de tres bandos, en el que cuando dos pactan, ese gana y se impone al resto, pese a que sea mayoritario. Creo -a riesgo de equivocarme- que ni una alianza ad hoc llevaría al ex president a revalidar la secretaría general; en todo caso, colocaría al beneficiario de la otra facción o lanzaría alguno de sus peones (que lograra convencer). Jorge Alarte y el propio Puig lograron el poder de esta manera.
Sea como fuere, hasta el pasado julio, está claro que los aspirantes a sucederle eran dos: Carlos Fernández Bielsa, alcalde de Mislata y fracasado presidente de la Diputación de Valencia por la abstención de la formación de Jorge Rodríguez -del partido Ens Uneix-, lo que facilitó que el PP se hiciera con esa institución provincial, y el secretario general del PSPV en la provincia de Alicante, Alejandro Soler.
Si quiere recuperar el impulso que perdió, a Fernández Bielsa solo le queda que los acontecimientos le lleven de nuevo a tener opciones de presidir la Diputación de Valencia. Si Ens Uneix decidiera un cambio de rumbo en esa institución por incumplimientos o virajes del PP (o a cambio de entregar la cabeza de Puig), podría sonar la flauta. De momento, le quedaría picar piedra interna y aliarse con alguno de los denominados sanchistas -inclusive el propio Soler-, a la espera de que el propio Sánchez -si ha salido indemne de su investidura- diga o haga.
A Alejandro Soler, por su parte, sólo quedaría esperar. Mientras Fernández Bielsa siga siendo lo que es, el diputado ilicitano tiene más opciones. Ha demostrado tener conexión con Ferraz. conoce el partido de arriba a abajo de sus años de revuelta sanchista; y durante este periodo ha visto como alguno de las piezas ximistas -alcaldes como Torrent, Elche, Xàbia o Orihuela- han caído, pese a que mantiene otras plazas importantes como Gandia, Paterna o Sagunt. Es decir, tendría en ese caso, el camino más expedito si sabe granjearse el apoyo de los nuevos valores del partido.
Y este es el panorama, a no ser que de allí el relato de los hechos se entorpezca de manera inesperada -la no elección de Sánchez lo puede ser- o aparezca un/a mirlo blanco, que satisfaga a todas las partes -algo poco probable- y evite la confrontación. Pero el PSPV está condenado a las primarias y a las alianzas extrañas, o interesadas, sobre todo en las etapas que que ha estado al raso. Y cuánto más dure, peor. Pero a veces cuando más claro y previsible parece, en más rocambolesco se transforma. Así que a esperar, que surgirán muchas sorpresas (y acontecimientos inesperados). Como siempre, descartes y autodescartes que resucitarán.