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"Si queremos que el esparto esté en la vida de la gente, hay que cambiar la forma de verlo" 

La cestería contemporánea de Teresa Miñana o cómo evitar que se extinga un arte ancestral

La artista crea piezas que ahondan en la belleza intrínseca del esparto y no en su utilitarismo para tratar de reintroducirlo en la vida cotidiana. Sus últimas obras pueden verse en Intramuros

30/03/2022 - 

ALICANTE. María Teresa Miñana es una artesana del esparto, una planta tradicionalmente utilitaria que ha estado siempre presente en su vida, desde pequeña, y a la que sigue recurriendo a menudo en la actualidad, pero ahora por afición. “Yo siempre he tenido mucha relación con el esparto porque me he criado en una sociedad rural donde lo habitual era trabajar con este material para elaborar cestos, cuerdas, etcétera”, explica. Una parte importante de la cultura de este territorio que está cayendo en desuso. Por eso, su interés desde hace unos años ha sido evitar que se extinga convirtiéndolo en una disciplina artística contemporánea con piezas que ahonden en su belleza intrínseca y no el utilitarismo que antaño le dieron protagonismo.

Miñana nació en Oliva (Valencia), pero lleva más de tres décadas residiendo en la provincia de Alicante. En la actualidad vive en Aigües de Busot, donde este elemento es parte importante de la vegetación del paisaje. Imparte clases de cestería de reciclaje y tratamiento del esparto con el Ayuntamiento de Alicante en el Aula Municipal de Cultura ubicada en chalé del ingeniero de tranvías. El nuevo curso comenzó el pasado 1 de marzo. En esta ocasión están trabajando una técnica que requiere de un bastidor de madera. Una metodología con la que se hacen alfombras. Su primer objetivo es familiarizar a los alumnos con esta disciplina para después despertar las cualidades artísticas.

En su caso, la curiosidad le llevó hace años a investigar profundamente cómo se trabajaba este material, la caña, la anea y otras fibras vegetales, pero el estudio de técnicas clásicas le despertó un deseo de contrastar lo tradicional y lo contemporáneo a través de piezas escultóricas. “Al principio me pareció muy importante aprender el procedimiento clásico, porque está en peligro, aunque desde el principio mi intención fue separarme de las formas tradicionales”, recuerda. Y es que el concepto de cestería abarca más que el cesto o el cuenco donde recoger cosas. Se puede hablar de zapatos, alfombras, redes de pesca, etcétera.

Es muy amplio. Sin embargo, esta parte etnológica prefirió dejarla al margen. “Si queremos que el esparto esté presente en la vida de la gente, hay que cambiar la forma de verlo y de introducirlo en las casas”, afirma. Entiende que lo etnológico tiene un enorme valor y es importante aprender las técnicas, pero pretende llevar la disciplina a la actualidad. Para ello, apunta a los movimientos que surgieron en los años setenta sobre cestería contemporánea, preguntándose si esta artesanía debía ser lo mismo que había sido hasta entonces, un recipiente, o si debía ser bella por sí misma para evolucionar hacia otras cosas. “Yo siempre he estado en ese lado, porque hay propuestas muy interesantes”, admite.

“La zona en que vivimos ha sido siempre cálida y ha habido esparto, que se ha trabajado, así que forma parte de nuestro paisaje, un paisaje que habla de nuestra cultura, por lo que hay que darle el protagonismo que merece”, explica. Protagonismo que, según asegura, debe ir impulsado por el propio atractivo y la magnificencia de la obra y no por su rendimiento o provecho cotidiano. “Lo habitual antes era que el cestero trabajara en casa en sus ratos libres haciendo artículos para vender, pero eso da paso ahora a diseñadores y escultores que pueden hacer cosas muy diferentes”, afirma.

La mujer y el mar

Sus metódicas manos elaboran piezas habitualmente relacionadas con dos temas recurrentes. “El mar es para mí muy importante; necesito verlo y estar cerca”, confiesa. Por eso trabaja la técnica de maya triangular anudada, un método que está fundamentalmente relacionado con la pesca en la provincia de Alicante, donde se ha desarrollado históricamente para elaborar la saranda. Se trata de una cesta casi plana, en gran formato, de un metro o metro y medio, con varias asas para que la portaran diversas personas a la vez. Una cesta que se hacía con maya triangular y que servía para sacar el pescado de las barcas y para venderlo.

Entrega del premio Artesanía de Vanguardia, en 2017.

La búsqueda de la belleza del esparto, evitando apoyar su valor en el utilitarismo, le ha llevado a desarrollar piezas con las que incluso se alzó en 2017 con el premio Artesanía de Vanguardia que cada año entrega la Generalitat Valenciana. Lo hizo con unas obras que bautizó como sarandillas y que había elaborado inspirándose precisamente en las tradicionales sarandas que se empleaban para la pesca en Alicante. “Ahí empecé a desarrollar cosas radicalmente distintas”, explica. Eran unas cestas de formas peculiares creando arrugas a pesar de la rigidez habitual que presentan las piezas elaboradas con este sistema.

Sus últimas piezas, que se pueden ver en la tienda Intramuros de Alicante, son dos corsés que se inspiran en la silueta de la mujer. Uno de ellos está hecho con la técnica de la maya triangular anudada. El esparto es crudo o en rama, tal y como se recoge en el campo. El otro está hecho con la técnica de bastidor con la que se hacen las alfombras y con el esparto picado, que le da otro tipo de textura. A veces recurre a los objetos tradicionales, pero desarrollando el concepto. “Me preguntaba por qué una alfombra debía ser de un tamaño determinado, condicionada al espacio, así que hice una alfombra en dos piezas con formas de gotas de agua que se podía unir o separar con botones”, explica.

Un árbol de esparto

Las hojas que se van secando alrededor de la planta del esparto cuando no se recoge se llaman esparto reviejo. Antaño esas hojas secas se usaban para hacer aixames o antorchas, que se encendían en el solsticio de invierno. “Con ese esparto empecé a construir otras hojas en gran formato para hacer una instalación uniéndolas a las ramas de un árbol natural que se había secado en mi jardín”. Y es que la labor artesana del esparto está en desuso y su afición artística no es lo suficientemente abundante como para darle salida a toda la materia prima que hay a su alrededor. “Las esparteras se están ahogando porque nadie las recoge y acumulan hojas secas que impiden que salgan hojas verdes”, explica. Un esparto que sigue esperando en el campo a que otros artistas tomen el relevo de María Teresa Miñana.

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