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de la vía pa'arriba / OPINIÓN

La caída de whatsapp y los parques de columpios

7/10/2021 - 

Mark Zuckerberg perdió tropecientos millones de dólares el martes debido a la caída de los tres buques insignia de su imperio, Facebook, Instagram y el imprescindible Whatsapp, durante unas seis horas aproximadamente. Independientemente de las consecuencias o interferencias personales para cada uno de esta situación, hubo gente, la más joven, que entró en pánico, (entre ellas mis adolescentes hasta que les recordé que ese aparato que parece una prolongación natural de su mano sirve también para llamar por teléfono).

Mientras, los de los 70, que estamos en redes pero vivimos el correo postal y el fax sabíamos que sería cuestión de tiempo y una amiga incluso me envió algún SMS en modo nostálgico aprovechando el apagón. ¡Ya verás cuando descubra que se cobran!

Si hemos sabido vivir con una pandemia mundial y nos hemos acostumbrado a esta “nueva normalidad” seguro que podríamos superar un mundo sin Whatsapp. Algo inventariamos.

Ayer Mark, (permítanme que le llame por su nombre de pila, pero es casi casi como Freddy, Jesús o Cristiano, no necesita apellido), que es muy americano y esto es muy propio de ellos, envió un mensaje a sus tropecientos empleados y al mismo tiempo lo hizo público en sus perfiles.

Decía algo así como que estaba muy satisfecho de cómo los trabajadores de la empresa habían resuelto esta grave crisis, pedía disculpas por las molestias causadas y explicaba que iban a trabajar duro para detectar el problema y que no volviera a ocurrir. Por último reprochaba las críticas recibidas y la cuantificación en millones de la caída y argumentaba que para él eso nunca ha sido lo más importante. (No sé si saben que una ex trabajadora de Facebook ha filtrado algunos documentos internos que revelan decisiones de la compañía que, si no ilegales, si podrían calificarse como éticamente reprobables y tomadas con el objetivo único de generar mayor beneficio económico.)

Esta carta pública del dueño de Wasap es de manual de gestión de crisis y no tendría nada de especial si no fuera porque al mismo tiempo que pasaba todo esto, en Elche se inauguraban unos juegos infantiles inclusivos. Los detalles.

Ese parque ha costado una cantidad ínfima en el cómputo global del presupuesto municipal, 15.000 euros, pero, pasa lo mismo cada vez que ponen un columpio o un tobogán en una pequeña zona verde, la repercusión en el entorno de esta inversión se multiplica y si hablamos en términos de redes sociales, el alcance y el engagement es amplísimo en relación a la pequeña inversión hecha.

Un tobogán y cuatro columpios mejoran la calidad de vida de un barrio y eso es indiscutible porque lo sé de primerísima mano. Decía en su carta Zuckerberg que sus redes sociales ayudan a muchas personas a comunicarse y a exponer sus miedos y argumentaba cómo muchos jóvenes habían encontrado ahí ayuda y apoyo. Seguramente será así en algún caso, pero si hacemos el cálculo matemático de coste y beneficio, el parque del Hort del Monjo le gana a Zuckerberg seguro.

Con esto no quiero posicionarme en contra de las redes sociales; todo lo contrario ya he contado por aquí que tengo hasta Tik Tok y estoy bastante “enganchada”, pero sí me gustaría colocar en su sitio esos parques, plazas, bancos y farolas que no salen en grandes titulares pero hacen nuestra vida más agradable.

Mi abuela Margarita vivía junto al ambulatorio San Fermín y compraba casi día sí día no en el Mercado de la Plaza Barcelona. Cuando la edad le pasó factura en las piernas empezó a pesarle recorrer los 10 minutos que tardaba en ir al mercado. Tenía toda la familia dispuesta a hacerle los recados pero mi iaia quería ir ella personalmente, ver los tomates y las berenjenas, salir a la calle y que le diera el sol.

Estaba ya pensando en tirar la toalla cuando se hizo una reforma en el Passeig Nit de l'Albà y pusieron bancos en todo el recorrido de la calle. Justo esa calle es la que ella debía atravesar de su casa al mercado. Se puso muy contenta y recuperó independencia.

Ayer vi que han puesto un banco junto a otro mercado, delante de mi casa y me acordé de ella. Un banco, un columpio, un tobogán... a veces es tan sencillo hacer las cosas bien y mejorar la vida de la gente.

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