Como todos los años, o casi todos desde la Restauración Democrática, el pasado miércoles se celebró en el Mercado Central de Alicante el aniversario (84 años ya) del bombardeo del Mercardo Central de Alicante a cargo de aviones de la Italia fascista, y con el resultado de 300 muertos y centenares de heridos. Fue nuestro pequeño Guernica aunque Alicante no tuvo un Picasso que lo retratara. Lo que debiera haber sido un acto de absoluta normalidad democrática se convirtió en una pelea de gallos con críticas de todo tipo y color por parte de la izquierda: que solo duró dos minutos (fueron 5), que faltó el alcalde Luis Barcala, que no se dio voz a la Comisión Cívica para la Recuperación de la Memoria (ente que organizó un acto/epílogo paralelo), que no se dejó hablar a la consellera de Calidad Democrática, Rosa Pérez Garijo.... la retahíla es infinita. De nada sirvió el sentido poema de Miguel Hernández, Canción Última, que leyó el concejal de Cultura, Antonio Manresa (Cs) , ni la posterior interpretación de una pieza de Shostakóvich (el mismo que padeció momentos de un brutal terror frente a los gustos estéticos de Stalin, oxímoron).
La izquierda iba a lo que iba: a denunciar poco menos que el acto se había hecho como de tapadillo por la necesidad que tienen PP y Cs de tener contento a Vox, partido del que dependen para lograr mayorías absolutas en el pleno del Ayuntamiento de Alicante: son textuales de la consellera. No sé. Existe cierto paroxismo, cierto, en PSOE, Compromís, y Unidas Podemos en abanderar en exclusiva la llamada Memoria Democrática, pasearla a conveniencia, y establecer ciertas ecuaciones, anacrónicas, con lo que ocurrió en 1938 y lo que pasa ahora. Igual peco de ingenuo: no veo yo las condiciones en estos momentos para que los fascistas vuelvan a bombardear el Mercado; no pretendo frivolizar en un asunto tan grave. Más miedo me da que a Putin se le vaya del todo la olla y se le escape algún misil en Finlandia o Suecia.
Sí que veo una estrategia nítida, como ocurrió en las comicios autonómicos madrileños de mayo de 2021, de establecer un clima frentista, "no pasarán", que magros resultados produjo para la izquierda en dicha Comunidad: penoso desplome del PSOE, adelantado por Más Madrid, y Díaz Ayuso que casi fagocita a Vox. Y un fracaso notable de los de Pablo Iglesias. Con esas, la misma estrategia se ha puesto en marcha para las elecciones andaluzas.
Quieren "afascistar" al PP por sus pactos con Vox (Castilla-León), y el PP no sabe cómo salir de ese endiablado bucle a pesar de que en los últimos días le ha salvado el cuello a Pedro Sánchez en asuntos tan cruciales como el escándalo del CNI y Pegasus (frente al encabronamiento de los independentistas y de Podemos), o la nueva ley para el sector audiovisual (similar encabronamiento)... o el apoyo de España a Ucrania (pese a las memeces que suelta Podemos, el aliado bobo del autócrata ruso). Yo no sé si este clima de frentismo cala en la sociedad, en la gente corriente y moliente, que somos la mayoría. Tampoco sigo sin explicarme, y ya van años, la incapacidad de PP y PSOE y ecosocialistas, representantes de la centralidad política, de llegar a pactos de Estado. Me salto a los liberales de Cs, en peligro de extinción.
Lo que se lleva es montar un cirio venga o no venga a cuento: tres propuestas distintas en el pleno del Ayuntamiento de Alicante para la defensa del trasvase del Tajo/Segura. Kafkiano. Tiemble Teresa Rivera: o, más bien, frótese las manos. Luchando contra el fascismo, unos más que otros, lo que al final importa es la algarabía como sintaxis tóxica de la política. La ultraderecha envenena, va en su ADN, y a casi todo el resto parece que les pone en vez de aplicar, aunque solo sea de vez en cuando, algún que otro latigazo de indiferencia (también envenena Pablo Echenique cada vez que abre la boca). Contra el fascismo y el pensamiento único luchamos casi todos. Sea Vox, sea Putin, sera Orban, sea la dictadura cubana en la que Díaz-Canel está preparando un reformazo del Código Penal de aquí no te menees; y para disimularlo, en breve se va a aprobar otra ley para legalizar matrimonios gays.
Por cierto: el próximo jueves, 3 de junio, se interpreta en el ADDA la Sinfonía 10 de Shostakóvich.
CODA. Ximo Puig y Gabriela Bravo quieren legislar para abolir la prostitución y han encontrado un hueco para ello: modificar la Ley de Espectáculos (multar a los puticlubs encubiertos y no tan encubiertos por aplicar la tercera lucrativa). Y una recomendación, que no es ley, para que los ayuntamientos persigan a los puteros y proxenetas con multas a partir de los 3.000 euros. El Gobierno de la nación, la parte del PSOE para ser más exactos, acaba de anunciar un proyecto de ley abolicionista, a pesar de las reticencias de Unidas/Podemos. Las competencias esenciales en estas materias (legislar el cierre de los llamados clubes de alterne) las tiene el Estado. Una duplicidad de tomo y lomo. Un derroche de energías. Y de gasto público.