VALÈNCIA. Kokoshca lleva años marcando su propio camino en el panorama musical con un estilo que navega entre el pop, el rock ’n' roll y sus ejercicios de estilo. Con su recién lanzado quinto disco, La juventud, su último trabajo, la banda reflexiona sobre esta etapa de la vida, mientras demuestra precisamente que la frescura no se resiente tras más de una década de carrera.
-La juventud empieza con un alegato. ¿De dónde nace este disco? ¿Qué sentimientos y preocupaciones lo originan?
-En realidad, no tenemos una idea preconcebida cuando comenzamos a componer las canciones. Muchas veces funciona como un ejercicio casi psicoanalítico, por decirlo de alguna manera. Después, al revisarlas, vemos que todas tienen un estilo o que abordan temas similares. En este caso, nos dimos cuenta de que hablaban de la juventud, de esa etapa en la que empiezas a diagnosticar las cosas, aunque tampoco sabes muy bien cómo vivir la vida.
Es ese momento en el que descubres que muchas cosas que te contaron en el colegio no eran verdad, pero tampoco sabes exactamente cómo afrontarlas… No digo que nosotros estemos en esa época, pero la juventud nos parece una etapa definitoria, en la que tomas decisiones clave para tu vida. Y quizás, desde nuestra posición actual, más allá de esa etapa, hablamos sobre ella y nos dirigimos a ella. El alegato de Pepe Mujica al inicio es significativo: él tiene 89 años y, sin embargo, está obsesionado con la juventud, casi en cada declaración pública la menciona.
-Vuestra música siempre aborda preocupaciones sobre el presente, en lo implícito y en lo explícito. ¿Os consideráis una banda política?
-Claro, nos sentimos politizados, aunque no somos panfletarios ni propagandísticos. Entendemos la política como algo que abarca todo lo que te rodea, no únicamente estrategias de partidos políticos o los medios de comunicación. Nuestras canciones intentan hablar del presente, no tanto del pasado. Por ejemplo, en una canción como El verano hay algo más nostálgico, pero no queríamos sonar como unos viejos diciendo: “Cuando yo era joven…”. Nuestra intención siempre ha sido ser como un contenedor, un medium para recoger y reflejar la energía del presente, desde nuestra perspectiva actual.
-Y cuanta más rabia acumuláis en una canción, más humor hay…
-Puede ser que sí. El humor también podría considerarse un mecanismo de defensa. A veces utilizamos el humor para no ponernos demasiado solemnes. También nos reímos de nosotros mismos, tanto en los discos como en la vida. Aunque tomemos las cosas en serio, no queremos que se nos perciba como excesivamente rígidos. Creemos que un mensaje con cierto humor puede funcionar bien, siempre y cuando el humor no eclipse lo que quieres transmitir. O a veces sí, depende de tu intención. Nos sentimos cómodos en ese terreno, sobre todo en la ironía más que en el humor directo.
-El disco empieza de manera muy accesible y ya en el final os permitís experimentar un poco más. ¿Cómo habéis configurado la escucha del disco?
-La secuencia de las canciones no fue algo que pensáramos de inicio, porque La Juventud no es un disco conceptual. La forma fue surgiendo durante el proceso. Como dices, el alegato inicial está muy claro, es un discurso directo. Luego está la canción La juventud, que tiene un mensaje simple y certero, y refleja un poco ese nihilismo que mencionábamos antes.
Después, es verdad que hay canciones como Sácame a bailar o Mi barrio, que sí son más ejercicios de estilo, un poco diferentes a lo que solemos hacer, menos rock-and-rolleras. Nos permitimos explorar terrenos nuevos, aunque creemos que todo tiene coherencia.
Además, como ahora se edita casi todo en vinilo, sí que hay un diálogo entre el final de la cara A, con la canción El verano, y el final de la cara B, con Es una suerte. Ambas tienen un tempo más pausado, un tono más melancólico.
- ¿Cómo nacen esos ejercicios de estilo que incluís en vuestras canciones? Lo pregunto porque, siendo un grupo con la trayectoria que tenéis, esas sonoridades que no se asocian directamente a Kokoshca requiere más conversación, pulir ideas, intercambiar referencias…
- La verdad, no es algo muy racional. No es que nos sentemos y digamos: “Vamos a hacer una canción así porque ahora nos apetece”. Surge de manera bastante natural, y esto siempre ha sido así, para bien y para mal. Lo positivo es que, a pesar del eclecticismo que manejamos dentro del pop y el rock ’n’ roll, creo que Kokoshca tiene una voz propia. Pero también puede ser algo negativo de cara a lo comercial, porque la gente a veces no nos ubica. Volviendo a tu pregunta, sale de manera espontánea. Por ejemplo, Amaya estaba escuchando corridos tumbados y cosas de Peso Pluma, y de ahí salió algo como Mi barrio. Es lo que escuchas en ese momento y lo que te apetece. No hay un plan definido.
-¿Hay muchas referencias bajo el radar en vuestra música?
-De hecho, muchas veces nos mencionan influencias en entrevistas o artículos que ni siquiera hemos escuchado, pero tiene sentido, porque seguramente todos bebemos de las mismas fuentes. En realidad, somos bastante clásicos, sobre todo con el rock ’n' roll. Tampoco tenemos reparos en incorporar cosas contemporáneas. Creemos que la música te llega o no, y eso es lo importante. Al principio de Kokoshca, hace años, sí teníamos una referencia más clara, quizás más de garage pop, algo más lo-fi. Pero ahora, cualquier cosa que orbite alrededor del rock and roll, el pop, y la tradición hispanoamericana o española puede formar parte de nuestro sonido.
- En las músicas populares parece haber dos posturas opuestas: por un lado, quienes rechazan las etiquetas, y por otro, quienes reivindican su pertenencia a una escena concreta, asociada a ciertos valores o formas de hacer. ¿Dónde os posicionáis vosotros?
- Yo diría que en ambas. Por un lado, las etiquetas te limitan. Como decía Luis Enrique, el halago debilita, y en este caso, las etiquetas también. Te encajan en un molde. Pero, a la vez, te ubican. Por ejemplo, en un festival indie, sabes qué tipo de guitarras o voces esperas encontrar allí.
Nosotros hacemos lo que queremos con bastante libertad. No estamos especialmente cómodos con las etiquetas, pero tampoco nos enfadamos con ellas. Sin embargo, sí sentimos orgullo por esa sensación de comunidad: un tejido de salas, periodistas, artistas, y gente que trabaja desde abajo. En ese sentido, nos identificamos más con la idea de comunidad que con una tendencia específica. Es más un sentimiento de pertenencia colectiva que de militancia en una escena concreta.
- Sois un grupo que, al escucharlo, dan ganas de ver en directo. ¿Os sentís también un grupo de directos?
- Sí, totalmente. De hecho, cuando componemos, solemos abordar el proceso pensando tanto en el disco como en cómo se trasladará al directo. Hay cosas que sabemos que no vamos a poder llevar tal cual al escenario, porque no tiene sentido. A veces, una canción en directo se vuelve más punk, más potente o más simple.
Disfrutamos mucho de ambos procesos, porque son dos formas diferentes de vivir la música. Y sí, en directo todo el mundo nos dice, y nosotros lo sentimos también, que es bastante enérgico y divertido. En esta última gira estamos teniendo una respuesta muy buena del público, y eso lo notamos muchísimo. Al final, haces música primero para ti, pero la expones para que la escuche la gente. Cuando esa energía te la devuelven, todo cobra sentido. Y lo contrario también ocurre: si el público no responde, el concierto es peor.
- ¿Se coge oficio de esto?
- Sí, como tú en el periodismo coges oficio, claro. Aprendes ciertos trucos escénicos que sabes que funcionan. Se ganan tablas, incluso en ocultar cagadas. Pero en nuestro caso siempre intentamos dejar una ventanita abierta al caos, a la sorpresa y a la naturalidad. Eso nos interesa mucho, porque si todo estuviera demasiado controlado, nos sentiríamos como si todo fuera puro oficio, y no es el caso. Nos gusta mantener esa frescura y espontaneidad.