vals para hormigas / OPINIÓN

Jóvenes

24/10/2018 - 

Yo también fui joven. Lo digo porque ni siquiera cuando era joven lo parecía. También, por consiguiente, creí saberlo todo. Y también me equivocaba. Pero solo porque en aquel tiempo de mi juventud, al que no volvería ni sabiendo lo poco que sé ahora, no había más escapatoria que ir acumulando errores y experiencias para poder ir haciendo hueco. Y ahora, pese a que pueda parecer lo contrario, no es así. Es cierto que la incorporación al mundo de los adultos es una pista americana embarrada y exigente. Es cierto que el mercado laboral es el cabronazo en el que lo hemos convertido. Es cierto que madurar es hacer acopio de rasguños, sobre todo de los figurados y literarios, que son los que sirven luego para llegar a mi edad y escribir columnas como esta. Y para poco más. Pero también es cierto que los jóvenes de la actualidad, los hijos de quienes alguna vez solamente fuimos hijos, tienen una oportunidad por delante de la que apenas ha gozado alguna generación anterior. Son los que más al alcance de la mano tienen el futuro, por mucho que nosotros seamos la primera camada de padres que saben jugar a los videojuegos mejor que los que vienen detrás.

Son los jóvenes quienes resolverán la encrucijada en la que nos encontramos ahora, porque suyas son las ideas. Son ellos quienes decidirán por dónde transitaremos de aquí a un par de décadas. Son ellos, aún no lo saben porque creen saberlo todo, quienes viajarán del carbón a las renovables, quienes acabarán con la calderilla y quienes pondrán un pie en Marte en busca de nuevas colonias, aunque solo sea por dar la razón a Aldous Huxley. Son ellos quienes oficiarán los turnos en las nuevas profesiones robóticas, acabarán con algunas de las enfermedades más graves de la actualidad y comenzarán a lidiar con otras que aún desconocemos. Ellos limpiarán el mar de plásticos, de hecho, ellos encontrarán la alternativa perfecta y ecológica a los plásticos. Ellos son quienes echarán una mano de aislante a la capa de ozono. Y ellos determinarán qué es lo que hay que hacer para que el periodismo no se acabe, para que el cine no muera, para que una zanahoria cultivada al por menor no sea más cara que una de vivero a gran escala.

Y todo, por dos motivos. Porque es lo que les tocará cuando les corresponda por edad administrar nuestro legado. Y porque la diferencia entre ellos y nosotros, tecnológicamente hablando, es la mayor que ha existido jamás. Creo en ellos. Por mucho que tengan sus defectos, como los tuvimos todos, en su momento. Y su desesperanza, que es la paradoja que nos toca vivir cuando más cargados de vida estamos. Pero uno proviene del campo de la cultura y ahí es donde me acuerdo que una vez fui joven, aunque no lo pareciera. Porque cuesta encontrar jóvenes que se interesen en todo lo que ocurrió antes de que sus padres fueran tan inconscientes como ellos. Cuesta verles aprender, buscar en las raíces, comprar un billete al pasado más remoto. Son tan jóvenes que creen que todo empezó ayer. No hay jóvenes en los ciclos de cine clásico, ni en los talleres de literatura clásica, ni en los conciertos de música clásica, ni en los cursos de dibujo, ni en las charlas sobre Esquilo. Probablemente, porque creen que lo saben todo. Quizá porque saben que a nosotros no nos valió de mucho. Seguramente, porque ellos ya saben lo que viene después. O porque les hemos dejado las Humanidades y las Artes hechas unos zorros y no han llegado a entender que el ser humano jamás llegará a entenderse del todo. Sé que acabarán por salvar el Amazonas. Pero no sé si llegarán a leer a Dante. Si es así, todos sus esfuerzos no habrán servido más que para conservar la especie.

@Faroimpostor