ALICANTE. El productor de cine, guionista y director de cine Jorge Torregrosa García es el alicantino que hace las series más vistas. Entre las más conocidas en las que has participado está Élite, Fariña, Velvet o Carlos, rey emperador, entre las más recientes. Otras reconocidas son La Señora, Herederos o El comisario, pero acumula muchas más. Su último trabajo, es El cuerpo en llamas, estrenada con gran éxito en Netflix en septiembre, con Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez en el reparto. Este jueves, 23 de noviembre, , a partir de las 19 horas, estará en Espacio Séneca, para hablar de su última producción audiovisual y de su trayectoria.
Experimentó una de esas vocaciones tempranas que le llevó a estar inmerso, desde muy joven, en ese mundo del que quería formar parte. Apasionado del cine, sin ninguna herencia familiar al respecto, lo tuvo clarísimo y se buscó las castañas para encontrar las vías formativas para hacerlo cuando todavía no era común encontrar una escuela de cinematografía en España. Es por eso que encontró en la Fundación La Caixa los medios para hacerlo y posteriormente optando a una de las becas de Martin Scorsese, así que se trasladó a Nueva York y allí residió durante unos diez años y cursó un máster en cinematografía, en el postgrado para directores de la Escuela de Arte de la Universidad de Nueva York.
Allí dirigió sus primeros cortos y, en 2012, debutó como director de largometrajes con Fin, una adaptación de una novela de David Monteagudo, y en 2013 rodó La vida inesperada, que se estrenó en 2014, con guion de Elvira Lindo, protagonizada por Javier Cámara y Raúl Arévalo. Desde entonces, ha hecho cortometrajes, largometrajes, series, spots de televisión, videoclips, etcétera. Ha hecho de todo, pero las series son lo que más le gusta. “Siempre ha habido grandes series de televisión, pero no era una cosa muy deseable”, apunta. Sin embargo, según explica, el mercado televisivo ha cambiado en la última década. Una transformación hacia la calidad que se ha consolidado con las plataformas en streaming, atraídas por ese salto cualitativo. Contexto en el que se siente muy cómodo. “Ahora se pueden hacer cosas mucho más arriesgadas y alternativas; no lo cambiaría por ningún otro formato”, afirma.
Sobre el cine, asegura que “cuesta mucho de levantar una película y son muy sufridas; puede ser muy frustrantes, pero también observa un cambio de paradigma que le hace sentirse “muy feliz”. Se está viendo que algunas de las películas que mejor funcionan en sala son pequeñas producciones de autor, mientras que antes funcionaban mejor en taquilla los proyectos más comerciales. “Eso ha cambiado y es muy interesante”, asegura, aunque se sigue quedando con las series, que le permiten abordar “proyectos muy especiales desde una perspectiva personal y con más libertad creativa”, explica.
“La serie es como un gran fresco que te permite desarrollar personajes y atmósferas, más allá de la hora y media en la que tienes que condensar la historia de una película. Es muy agradecida la serie para poder profundizar en la historia o en un círculo de gente o en un ambiente concreto. Es por eso que la experiencia como espectador es diferente; acabas sintiendo que has vivido en ese universo y generas una intensidad y un apego”, describe Torregrosa.
Hay proyectos en los que ha trabajado, como Carlos, Rey Emperador que, por su contenido, quizá incluso deberían ser recomendaciones obligatorias en la escuela. “Una televisión pública debe hacer estas cosas. A mí lo que me sorprende no es que no se haya planteado antes, sino que no se desarrolle más. Hay mucho más que contar y tuvimos que condensarlo. Yo recuerdo esos capítulos como experiencias intensísimas en las que fui absolutamente consciente de que estaba haciendo algo importante que debía ser digno y representativo”, recuerda.
Como director y productor de la serie El cuerpo en llamas, con gran éxito en Netflix, debía abordar una historia real, conocida, mediática. “Todo es un reto y cada cosa tiene su dificultad. En El cuerpo en llamas hay temas peliagudos sobre los que éramos muy conscientes. Contamos una historia real en la que hay víctimas reales con muchísimas implicaciones legales que teníamos que considerar. Eso es un reto en sí mismo, pero, como narrador, yo me enfrento con el mismo rigor e intención de hacer justica con la historia que están contando los personajes, con sus luces, sus sombras y sus matices en gris”.