EL ENCLAVE, SITUADO EN PEDREGUER, ESTÁ GESTIONADO POR FUNDEM

Jardín de l’Albarda: el paraíso mediterráneo que alberga más de 700 especies de flora autóctona

7/07/2021 - 

PEDREGUER. Hace 31 años, Enrique Montoliu eligió el término municipal de Pedreguer para construirse una segunda residencia. Una vivienda en la que, por supuesto, no podía faltar un buen jardín. Al poco tiempo, conoció a un viverista que trabajaba con flora autóctona, y descubrió gracias a él lo que aportarían estas especies a un espacio verde como el que deseaba crear. Entonces, lo que pretendía ser un patio casero empezó a crecer. Tanto que, en 1996, tras haber ampliado el terreno varias veces y haber criado en él más y más plantas, decidió constituir la fundación Enrique Montoliu (Fundem) para que el bautizado como jardín de l’Albarda no fuera nunca destruido por sus herederos.

Ahora, este particular oasis presenta un estilo clásico o renacentista —aparte de una sección de influencia árabe— que, según su creador, rememora los patios de hace cuatro o cinco siglos. Un hecho que lo ha convertido en escenario de series históricas como la de Jaume I para la televisión valenciana. Como en aquella época, el jardín formal —esto es, con setos recortados y distintas avenidas— rodea la casa y se funde con el jardín silvestre, en el que reinan una montaña, una cueva, una cascada y un lago. Desde este último, no se contempla ni una sola edificación, sino el reconocido parque natural del Montgó.

En los 50.000 metros cuadrados de l’Albarda, conviven ya más de 700 especies de flora mediterránea, muchas de las cuales han sido cedidas por la propia Generalitat para salvarlas de la extinción. “Poco a poco, hemos ido aumentando la diversidad y ahora tenemos unas 700 plantas autóctonas, aparte de algunas que salen esporádicamente por ser un jardín biológico en el que no se usa ningún tipo de producto nocivo”, explica Montoliu.

En efecto, este espacio verde se caracteriza por practicar una jardinería sostenible, de modo que, además de sembrar solo especies de la zona, el consumo de agua es reducido, si bien es cierto que, en verano, las variedades de climas altos deben regarse con más frecuencia. “Como es un jardín que tiene que estar bonito todo el año, regamos, pero muchísimo menos que si tuviera césped y plantas exóticas”, distingue su fundador. De hecho, los más de 15 puntos de agua permanentes —la cascada, un riachuelo y diversas charcas y fuentes— ayudan a que la flora se mantenga en buen estado y, al mismo tiempo, atraen a la fauna. Así pues, entre la vegetación, han aparecido animales autóctonos como lagartijas, saltamontes, mariposas, ranas, sapos, libélulas, serpientes y una gran variedad de aves.

En cualquier caso, el jardín de l’Albarda no es solo un expositor de especies, sino también un escenario paradisíaco para realizar exposiciones de arte, conciertos y, en palabras de su propietario, “todo lo que sea compatible con la cultura”. Así, aparte de las visitas individuales o en familia, este espacio —abierto todos los días del año— acoge a menudo rutas y talleres de educación ambiental para centros escolares. Eso sí, no todo está permitido: “Lo que no queremos es que se convierta en un salón de bodas”, sentencia Montoliu, pues argumenta que, “aunque eso sería lo más productivo económicamente”, prefieren no seguir la estela de otras fincas antiguas para rentabilizarse. En ese sentido, el presidente de Fundem pretende que “el jardín se pueda mantener algún día con visitas, donaciones, patrocinadores y protectores”, porque —recuerda— a diferencia de un jardín botánico, la misión de l’Albarda “no es solamente el estudio, sino, sobre todo, ayudar a la naturaleza”.

25 años conservando el entorno

Este 2021, la fundación Enrique Montoliu cumple su primer cuarto de siglo, un periodo del que su portavoz hace “un balance muy positivo”. En este tiempo, han ido adquiriendo terrenos por toda la Comunitat Valenciana —como la Vall de Laguar o la sierra de Bernia— y ahora también por el resto del país, con la finalidad de entregar su custodia a grupos ecologistas de la zona. En total, ostentan ya 700 hectáreas de espacios protegidos, y su intención para los próximos años es seguir comprando territorio con las aportaciones de sus socios y socias.

No obstante, Montoliu reconoce que la asociación necesita más personas colaboradoras (actualmente, tiene unas 1.000), por lo que aclara que la cuota anual (de 50 euros) es desgravable. “Aun así, la gente es reacia a hacerse socia porque hay muchas entidades pidiendo donaciones”, admite, pero lo considera igualmente “incomprensible porque, en estos momentos, ayudando a la naturaleza, se ayuda a todos los humanos del mundo”. Por todo ello, destaca que Fundem es “la única asociación que está comprando territorio para protegerlo”, y subraya que su principal objetivo ha sido y es el de concienciar a la sociedad en términos de sostenibilidad.

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