ELCHE. Una investigación realizada por profesores de la Universidad CEU Cardenal Herrera ha determinado que la población española fue reticente a la vacuna contra el COVID-19 en los meses previos al inicio de la vacunación en diciembre de 2020. Los datos obtenidos, sobre 2.500 encuestas, muestran que en esas fechas el 26,8% de los españoles rechazaba vacunarse, un 24,9% manifestaban dudas y un 48,3% sí aceptaban ponerse la vacuna. El estudio advierte de que la desinformación y la ausencia de consenso político fueron las principales dudas de la población española asociada a las nuevas vacunas contra el SARS-CoV-2 en un contexto científico-sanitario extraordinario.
La investigación, realizada por los profesores del área de Salud de la CEU-UCH Noelia Rodríguez Blanco , Sergio Montero Navarro , José Martín BotellaRico , Antonio J. FelipeGómez, Jesús Sánchez Más y José Tuells, ha sido publicada en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health. En ella, la población participante tuvo una baja tasa de aceptación de las vacunas destinadas a combatir el COVID-19, provocada por la preocupación por los efectos secundarios, la rapidez con la que se creó y la idea de que podría no ser confiable. Según los autores del estudio, la comunicación con la población debió ser “lo más personalizada posible, ya que encontramos la existencia de grupos de edad, niveles de educación, ideología política, creencias sobre las vacunas en general y el estado de salud en sí, que influyen en la aceptación o rechazo de las vacunas”.
Parta realizar la investigación, se elaboró un cuestionario en línea para obtener información sobre características sociodemográficas, preocupaciones y fuentes de información sobre vacunas; y actitudes sobre vacunación y estado de salud. Se realizó una regresión logística multivariante para identificar los factores influyentes. De los 2501 participantes, 1207 (48,3%) aceptarían la vacuna COVID-19, 623 (24,9%) dudaban y 671 (26,8%) la rechazarían. Esta investigación es paralela a la que se hizo en marzo en Francia y en mayo en EE. UU., cuyos resultados muestran que solo el 26% y el 20%, respectivamente, rechazarían la vacuna.
La regresión logística mostró que ser hombre, mayor de 60 años, casado, jubilado, con alto nivel educativo o con inclinación política de izquierda, podría incrementar la probabilidad de aceptar la vacuna COVID-19. Además, el trabajo, que se realizó antes del inicio de la vacunación en España el 27 de diciembre de 2020, identificó que los pacientes con hipertensión, inmunodepresión, hipercolesterolemia o enfermedad respiratoria, o con sobrepeso, mostraron una mayor aceptación a la vacuna, mientras que aquellos con cáncer fueron los que más tardaron en aceptarla.
En cuanto a los factores que influyeron en la decisión de aceptar la vacuna, las mujeres tuvieron las opiniones más negativas (no estar vacunadas / indecisas) en comparación con los hombres ( p <0,001). Los participantes con pareja estaban más dispuestos a vacunarse que los solteros, divorciados o viudos. En cuanto a su edad, se observó que, a medida que aumentaba la edad, también lo hacía la aceptación para vacunarse, por lo que el grupo con mayor tasa de aceptación fue el de los mayores de 60 años. Asimismo, en la investigación se observó que los jubilados los mostraron mayor aceptación de la vacuna, mientras que los estudiantes mostraron mayor rechazo hacia ella.
Los investigadores destacan que la “falta de información sobre los efectos secundarios” y la “rapidez con la que se creó” fueron los motivos más comunes de vacilación o rechazo de la vacuna. Asimismo, la variedad de información relacionada con la vacuna y la diversidad de agentes sociales encargados de comunicar la información fueron también algunos de los factores que más se asociaron al alto porcentaje de rechazo o vacilación entre la población.
Por otra parte, la prensa, los medios de comunicación y las redes sociales fueron las principales fuentes de información consultadas por la población antes del inicio de la vacunación. En menor medida, la población consultó otras fuentes más especializadas, como las páginas web de organizaciones y asociaciones relacionadas con la salud o bases de datos bibliográficas científicas. Destaca, en este sentido, que los agentes sociales de confianza de la población fueron los trabajadores de la salud.