vals para hormigas / OPINIÓN

Inútiles y culpables

19/01/2022 - 

Veo en el Telediario de La 1 un reportaje sobre el trato que los bancos dan a los mayores, a partir de la recogida de firmas que un anciano de València ha iniciado para intentar que en las oficinas de banca sepan reconocerlos como personas, no como bots. Uno de los entrevistados realiza unas declaraciones que me revuelven en las tripas los gazpachos manchegos de mi madre: “Ya sé que soy un inútil, pero yo no tengo la culpa”.

En la brecha digital, los mayores no han quedado a uno u otro lado del insalvable acantilado, sino estampados al fondo de la sima, como el coyote del correcaminos. Y los bancos, con la humanidad que les caracteriza, después de detectarlos a la deriva y sin motor en la alta mar del progreso mal entendido, no solo no les han proporcionado salvavidas, sino que primero los torpedean y después los responsabilizan de su naufragio. La carencia absoluta de empatía de los bancos, la ceguera de sus gestores para todo aquello que no suponga beneficios, el desangelado espíritu de los números y los balances, la tiranía de las nuevas tecnologías y la seguridad del que tiene al cliente bien amarrado han dejado colas eternas de ancianos en las puertas de los bancos, desanimados, desamparados y, encima, victimizados. Los verdaderos responsables, los inútiles, con toda la culpa, eso sí, son los responsables de la banca.

Supongo que siempre ha sido así, pero después de la crisis de 2008, se hizo patente más que nunca que nuestros impuestos sirven para corregir los errores de la política y para saciar la avaricia de los bancos. Somos valencianos, sabemos bien lo que eran la CAM o el Banco de Valencia antes del desastre y quién anotaba los movimientos en los cuadernos de bitácora de la economía doméstica siempre a su favor. Fueron nuestros mayores quienes cotizaron y contribuyeron toda la vida para que luego su esfuerzo sirviera para rescatar a unos bancos que ahora los dejan de lado, que han recortado sus servicios hasta prácticamente eliminarlos y que pretenden que los ancianos se manejen con un cajero automático, con un ordenador o con una aplicación en el móvil como si fueran youtubers veinteañeros. Y todo, por no ser capaces de mantener una mínima plantilla que colabore, por convertir en ancianos prematuros a sus empleados prejubilados, por ser incapaces de leer las necesidades de sus clientes. La rebelión de las máquinas ya está aquí y no sabíamos que consistía en el desprecio de los altos cargos bancarios y sus almas de metal.

Ellos, los banqueros, sí llegarán a viejos con el sueldo suficiente para encender las estufas sin problemas de conciencia ni de bolsillo. Ellos sí llegarán a viejos con asesores que les ayuden a gestionar sus negocios. Ellos sí llegarán a viejos y no tendrán que sacar parte de su pensión para comprar en el supermercado. Ni tendrán que hacer cola para pagar un impuesto, ni dependerán de que alguien les lleve en coche a la oficina más cercana al pueblo en que viven, ni padecerán la angustia de no querer molestar a sus hijos o nietos, ni tendrán que dar explicaciones por su pésima gestión, ni sufrirán el terror de haber perdido todos los ahorros porque un desalmado les vendió una mala inversión. El dinero acumulado hará inútiles y culpables a los ancianos de la banca, pero no lo notarán, porque la humanidad no aparece en el saldo de sus cuentas.

@Faroimpostor

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