ALICANTE. Los héroes son cada vez más efímeros. Ya no sabes a quién admirar. Fíjense en Díaz Ferrán o Mario Conde. Un día son aclamados en las universidades como doctores honoris causa y al siguiente se disputan la medalla de “recluso del año” en el top ten carcelario. Y si no, el disgusto que me llevé el día que mataron al Capitán América, el superhéroe americano de Marvel que fue capaz de vencer a todos sus enemigos menos a George W. Bush y su Patriot Act. Ya se sabe que los que se rebelan ante el poder establecido pueden morir “tiroteados” a la puerta de cualquier juzgado, como el Capitán América, o en la sede de cualquier partido, como el Soldado Sánchez.
Por eso hay que tener cuidado con las personas a quienes rendimos homenajes precipitados. Los actos honoríficos no se pueden convertir en vodeviles. Hasta hace poco, las calles se dedicaban a personas relevantes que habían fallecido o cuya muerte se barruntaba próxima. Un mal fario, no se crean. Ahora, ganas la enésima edición del Gran Hermano VIP y ya eres merecedor de una mención en el callejero local y con un poco de suerte apareces hasta en el Monopoly.
Les cuento todo esto porque el Ayuntamiento de Alicante ha iniciado un proceso para cambiar el nombre a 46 calles y he visto entre los candidatos al Negre Lloma. Quién le iba a decir a John Moore, nombre auténtico de este personaje legendario que murió alcoholizado en las calles de Alicante, que sustituiría al alcalde Lassaletta en el callejero de la ciudad. Hoy el Negre Lloma sería carne de CIE. Pero el azar es caprichoso. La memoria colectiva de los alicantinos ha preservado el perfil más amable de este negro descomunal cuyo nombre ha pasado a ser sinónimo de vago y sucio en el acervo popular alicantino. Según se consigna en la prensa de la época, fue detenido en varias ocasiones por acosar a mujeres o por “faltar a la moral”. La moral de los años de la dictadura de Primo de Rivera. Para contextualizar.
Luego, una pirueta macabra del destino ha alimentado la leyenda del Negre Lloma. Murió pocos días antes que José Antonio Primo de Rivera y ambos fueron enterrados, en celdas contiguas, en una fosa común. Dicen que cuando Franco ordenó la exhumación del líder falangista para trasladarlo al Valle de los Caídos, un “error” propició que los huesos del gigante negro ocuparan el ataúd destinado al fundador de la Falange. Cuenta la leyenda que la comitiva fúnebre iba acompañada de un susurro generalizado y sonrisas contenidas de los alicantinos que observaban en silencio el despropósito. Y eso que aún no se sabía que el Negre Lloma acabaría compartiendo morada eterna con el dictador. Quizá la vida del negro no mereciera una calle en su ciudad de acogida, pero la charlotada de su muerte le redimió. Justicia poética, pensarán algunos.
Las propuestas del nuevo callejero ya están en período de alegaciones. La mayoría de los que pierden su sitio de honor en las esquinas son hombres que serán sustituidos por mujeres. Muchas mujeres olvidadas, menospreciadas, invisibles. Para algunas esa será su primera y única lápida. Para el Negre Lloma también.