reflexionando en frío / OPINIÓN

Héroes de la retirada

16/08/2020 - 

Escribo este artículo desde León, la tierra de mis padres, dominios de la cuna del parlamentarismo. Hace unos años un artista callejero desconocido adornó algunas de las esquinas urbanas de la ciudad con pinturas del color de la bandera republicana. El rojo, el amarillo y el morado se fusionaban plasmando un retrato de la enseña de la II República a modo de protesta contra el sistema establecido. En una ocasión, cuando me encontraba tomando un refrigerio en una de las terrazas de la Plaza Mayor contemplé cómo un chaval que seguramente habría conocido los anhelos republicanos mediante libros históricos sesgados diseñados para edulcorar o ignorar las conductas caciquiles de sus mandatarios exultantemente con el pulgar hacia arriba de la mano derecha posaba para una fotografía al lado de aquella tricolor trapera.

Han pasado los años y esos grafitis son historia pero la ilusión de aquel joven está más cerca que nunca de hacerse realidad. No estoy diciendo que mañana mismo Felipe VI corra la misma suerte que su progenitor haciendo las maletas para irse fuera de España, pero no me cabe la menor duda de que nuestro sistema está más débil que ayer. Desenterraron a Franco para despertar a los fantasmas del pasado y han acosado a Juan Carlos I con el fin de socavar nuestra memoria democrática. Están empeñados en deslegitimar lo construido dejando en la cuneta de la historia a los héroes partícipes de la España en la que vivimos hoy.

Misión emprendida por Zapatero con su ley de memoria histórica y proseguida ahora por el Gobierno de Sánchez con una actualización de la norma de la desmemoria. Tiempos olvidados que al igual que en Gran Bretaña una cuarta parte de los británicos cree que Winston Churchill fue un personaje de ficción, en España recordamos con esos aires legendarios el alma de Miguel Ángel Blanco o de Adolfo Suárez. Héroes, de la retirada, como bautizó Hans Magnus Enzensberger a valientes dispuestos a la renuncia propia para conseguir un fin mayor. Mientras el concejal de Ermua dio la vida por sus ideales, Adolfo Suárez, - como relata de manera atinada Javier Cercas en su libro Anatomía de un instante- hizo lo propio permaneciendo firme en su escaño en el 23-F cuando Tejero amenazó su integridad y a la democracia con ella. ¿Para esto ha servido que héroes de la retirada como Santiago Carrillo o el propio Suárez den la cara por nuestra libertad? ¿Para que unos papanatas quieran montar su chiringuito en forma de República? A pesar de que el caudillo mayor de esta III farsa imaginaria Pablo Iglesias diga que los jóvenes nos vamos a levantar pidiendo un cambio de régimen la realidad es que ni los jóvenes ni los españoles queremos una República y mucho menos comandada por su moño marxista. De hecho, según una encuesta publicada por el diario La Razón el pasado lunes, el 54,8% de los españoles prefiere habitar en una monarquía frente al 38,5% que sueña con vivir en una República.

Podrán manipular la historia, pero no conseguirán trampear la realidad. Una existencia en la que no deambulaba la disyuntiva del cambio de régimen, pero llegó el líder comunista empujándola a la primera plana de los periódicos no sólo a través de sus burdas declaraciones sino con iniciativas tan dispares como la proposición de una ley que permita al parlamento inhabilitar a Felipe VI. Hasta un republicano confeso como el catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante Manuel Atienza me desveló en una ocasión el sinsentido de plantearse dicho dilema. Porque sinceramente, por mucho que le pese a los señores de Podemos, a la gente lo que le importa es tener dinero para sustento y que la Covid–19 no se cuele en sus hogares, no la abdicación del Rey Felipe VI. En palabras del economista Juan Ramón Rallo, “¿Acaso con el cambio de estamento los que son corruptos van a dejar de serlo?”.

Deshonestos como Pablo Iglesias, que todavía estamos a la espera de que sea imputado por el Tribunal Supremo si las presiones de las cloacas del Estado a las que el mismo representa no lo impiden. El líder de Unidas Podemos, al igual que su partido por una presunta financiación ilegal, está bajo sospecha, -cabe destacar que es inocente hasta que se demuestre lo contrario respetamos la presunción de inocencia a diferencia de otros acusadores expertos en tachar de fugado de la justicia a un ciudadano libre sin que exista una causa contra su persona-, y el ministro de Consumo Alberto Garzón tiene los bemoles de definir a la monarquía como causa de corrupción y que una democracia no se debe permitir tener instituciones en entredicho. Es curioso que la mayoría de países monárquicos como Noruega, Holanda, Dinamarca o Gran Bretaña estén considerados de los más democráticos mientras su partido apoya a regímenes caudillistas como Irán, Cuba o Venezuela donde la honestidad y la libertad brillan por su ausencia. Si los presuntos pufos del monarca emérito ponen en duda la Corona… ¿Las presuntas conductas delictivas de Pablo Iglesias y sus siglas cuestionan al Gobierno de España?

Al mismo tiempo que la camarilla conspiranoica repleta de mindundis bolivarianos condenaba las informaciones vertidas contra la figura del Rey emérito, su ex abogado José Manuel Calvente desvelaba la existencia de una caja B y la justicia emprendía diligencias penales contra la formación del líder que tiempo atrás, cuando presumía de residir en su casa de siempre a la par que criticaba a los políticos que vivían en chalets de lujo, aseguró en un debate electoral que de producirse una apertura de juicio oral contra su formación por la existencia de una financiación irregular , dimitiría de su cargo asumiendo la responsabilidad. Ha ocurrido lo profetizado por Vicente Vallés en aquel debate, y seguimos esperando a que no sólo cese de su puesto, sino que diga algo, dé alguna explicación de lo ocurrido…

Modus operandi, al que, salvando las distancias, ya estamos acostumbrados en la Comunidad Valenciana con las praxis endogámicas y caciquiles de Compromís, el socio natural de Podemos hasta que apareció el eterno hijo pródigo de la izquierda Íñigo Errejón que ha demostrado durante su gestión al frente de la Generalitat que los que prometían salvar personas al final han trabajado únicamente para salvarse a ellos mismos. Así obra la banda, está cuadrilla filo marxista que se conjuraba en las herriko tabernas bajo el calor de los proetarras mientras imaginaban tomar el cielo por asalto pisando las cabezas de todos aquellos que un día les votaron. Quizá por eso ahora los obreros votan a Vox, como le recriminaron en una ocasión a Errejón.

Pedro Sánchez debe escoger si quiere pasar a la historia como el Presidente que continuó sentándose en la misma mesa de los que querían liquidar el Estado o si por el contrario saca la valía que le falta para ser recordado como un héroe de la retirada rompiendo la coalición con Podemos conformando un Gobierno de concentración con PP y Ciudadanos para preservar la dignidad de las instituciones y la salud de nuestro sistema.

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