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tribuna libre / OPINIÓN

Ha vuelto Oppenheimer

9/08/2023 - 

Lo cuento ahora porque mi amigo me dice que estoy en la última fase de mi vida, y no sería bueno que entrara en un proceso denigratorio mental o que simplemente me muriera. Tenía intención de escribir una autobiografía, mis memorias, pero no en solitario. Mi idea era que alguien que tuviera capacidad de narración me entrevistará y analizara en distintos capítulos junto conmigo aspectos que en algún caso pueden ser de interés, como hacen en varias ciudades y pueblos de Gran Bretaña con cualquiera dispuesto, y lo archivan desde principios del siglo XX como testimonios históricos. En general no tengo una vida tan espectacular como otros personajes, pero si elementos inéditos que merecen ser contados. 

Creo que mi padre me legó el gen de las matemáticas a pesar de ser un militar chusquero (de cabo a sargento, brigada, teniente, capitán y comandante) y yo me incliné, como buen hijo, por todo lo contrario, aunque mi hermana llegó a ser catedrática de Matemáticas, y mis hijos y sus hijas han sido buenos en la materia. Se lo dije a una periodista que me parecía una persona honesta e inteligente (escribía bien, lo cual era un gran mérito en una persona que había estudiado periodismo o como se dice ahora “Ciencias de la Comunicación” y tenía años de experiencia). Al principio me dijo que si pero posteriormente me puso escusas que no entendí del todo. Posiblemente desconfiaba de mí y a lo mejor creía que era una táctica para ligar. Le aclaré que no era esa mi intención, yo estaba jubilado y no quería adulterarme.

Lo cierto es que recién salido de mi condición de diputado, a los 54 años, con cuatro legislaturas, me convocaron a una reunión de profesores universitarios de distintas nacionalidades, con dos religiosos (católico y protestante) Recuerdo que éramos unos doce; un físico, biólogo, sociólogo, bioquímico, médico, matemático, un periodista corresponsal de guerra, una filosofa (no, no era Adela Cortina, teórica de lo obvio) una lingüista y yo (uno de ellos era japonés). La verdad no sé por qué me invitaron, tal vez por un antiguo amigo judío de Israel, que estudio conmigo en el Instituto Hispano-marroquí de Ceuta, o quizás por mi vinculación a la Fundación "Ciudadanía y Valores" donde se había tratado el tema de la inmigración. No diré ni el lugar, ni el sitio, ni los asistentes, porque prometí confidencialidad, pero después de más de 20 años puedo contar los temas de debate porque son actuales. Una época en que el terrorismo yihadista preocupaba, como ahora, a los gobiernos, y se había producido el derrumbe de las torres de Nueva York.

La cuestión giró en torno a cómo podía superarse el entendimiento entre las civilizaciones que tenían perspectivas distintas de cómo entender y organizar el mundo. El profesor de Harvard Samuel Huntington había publicado su libro sobre el “Choque de las Civilizaciones” (1993) y apuntaba que el principal factor de lucha era el religioso, lo que aparentemente parecía contradecir la tesis de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia. En el mundo Occidental sonaba como elemento teórico el multiculturalismo y la posibilidad de integración de las distintas culturas. Se ponía el ejemplo de la convivencia de New York aunque el mismo Huntington advertía del predominio de los hispanos sobre la identidad estadounidense (“¿Quiénes somos?”  2004) como ahora se alude a la natalidad musulmana en Europa que con el tiempo el índice de reposición demográfica superará a la de los europeos.

La cuestión planteada era si era posible que la Humanidad conviviera a pesar de las diferencias culturales y religiosas. Si era posible que todos aceptaran la declaración de los derechos humanos que proclamó la ONU cuando terminó la II Guerra Mundial. Resumo: Unos decían que era factible con buenas prácticas de integración y tolerancia; había quienes consideraban que era un problema de tiempo como había ocurrido en Europa desde la Edad Media hasta llegar a la Ilustración. Otros y otras argumentaban que el único camino era regular la inmigración y fomentar la natalidad lo que tenía dificultades con la liberación de la mujer y la vida del mundo moderno cada vez más individualista hedonista. Era complicado tener más de dos hijos. Recordaban que los nazis lo propiciaron en la Alemania de los años 30. Pero lo que me impacto fue la propuesta del japones. ¿Por qué no hacen, afirmó, como hicieron en mi país, tirar las bombas atómicas, y así no tuvimos más remedio que asumir la cultura occidental, mezclada con nuestros modos y tradiciones? Y estamos más cerca de Europa y América que de la India o China. Si no hay salida para los talibanes de Afganistán y otros lugares de cultura similar, no queda más remedio que utilizar la energía atómica, porque retrasarla producirá más muertes y dolor que si dejamos que las cosas se dilaten, y por mucho que hagamos la inmigración será imposible pararla. Las mentalidades no se cambian en los procesos históricos. Los cambios sociales son geológicos, y eso dura siglos o milenios. Volví a recordarlo con la película de Oppenheimer y me remití a las bases morales de la cultura cristiana y la Ilustración .

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