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¿Hacen ciudad los museos y los teatros?

10/07/2022 - 

El pasado lunes, Alicante Plaza organizó un foro titulado Alicante, nueva capital cultural, en colaboración con la Diputación de Alicante y el Marq. Salieron a colación muchas cuestiones sobre la gestión cultural y temas que se han convertido en recurrentes, como la falta de estrategia, la inversión y la coordinación entre administraciones. El compañero Antonio Zardoya, que presenció el debate, hace un excelente análisis de todo lo hablado y discutido allí entre los principales gestores de los museos de la ciudad, el Consorcio y el museo de Bellas Artes de Valencia.

Sin embargo, hubo tantos asuntos sobre la mesa que también añadiría a la lista de déficits que tiene la ciudad y, por extensión, otros núcleos, incluso de la provincia.  De todos ellos, destacaría dos: el empoderamiento de los artistas y la implicación de los museos y teatros en su entorno, en su propio barrio, y que además, ejerzan de punto de unión con otros centros culturales.

Más allá de lo que destina cada institución y lo que aporta la Generalitat a la ciudad -Begoña Martínez (Galería Aural) lamentó lo poco que Alicante reclama a través del Consell Valencià de Cultura-, el director del Consorcio de Museos, José Luis Pérez Pont, insistió en la necesidad de empoderar a los artistas. Sin artistas, no hay nada, ni arte, ni museos ni creación, recalcó. Y por otra parte, la necesidad de que los centros culturales sean agitadores sociales de su propio entorno. Quizás el proyecto más ambicioso en ese sentido fue el primigenio intento de Cigarreras de ser un centro de producción de cultura contemporánea, pero a día de hoy son muy pocos los museos o teatros de Alicante que ejercen de polo de atracción no sólo de artistas, sino también de vecinos, colectivos sociales o sede de creación o ensayo para sus obras. Me consta que lo hace el Teatre Arniches con los vecinos de Benalúa, el MACA, con el casco antiguo y el Marq, con los del Pla-Bon Repós. Posiblemente, olvide alguno. Y si lo hace, lo comunica mal, como también quedó patente el lunes. La comunicación es otra de las asignaturas pendientes de los centros culturales. Los políticos y, por tanto, los gabinetes de prensa los tiene poco presentes en sus prioridades, o sólo los días de estreno o inauguración.

El teatro, museo o auditorio deben ser algo más que un centro de exhibición. Aunque Manuel Olcina, director del Marq, también destacara el papel de conservación que hacen los centros arqueológicos, con todos sus fondos, este tipo de instalaciones deben (o deberían) tener espacios para charlas, encuentros de colectivos, incluso, festeros, y, por supuesto, lugar para que los propios artistas puedan pergeñar alguno de sus trabajos o presentarlos. Pero sobre todo, que el entorno tenga la conciencia de que ese museo o teatro forma parte del barrio y que puede hacer uso, cuando quiera, cumpliendo, claro está, las normas establecidas. Después, si se coordina con otro centro u otra entidad, y comparten programación, pues mejor. Si generas sinergias con el entorno, siempre tendrás un público más o menos fiel, al que hay que tener la capacidad de sorprender, cada vez, con una nueva exposición y obra.

Solemos caer en la grandilocuencia de los titulares cuándo viene una gran muestra, representación o concierto, pero la cultura es una cuestión de 365 días días al año, y que se comienza por el artista local y el visitante del barrio. Si eso se consigue, después ya vienen el resto de visitantes de otras procedencias y las exposiciones de postín. Y si además tienen presupuesto y paciencia, puedes lograr que un centro, un teatro o un auditorio sea conocido tanto dentro como fuera de la ciudad. La cuestión es que el político se empodere de que eso es posible, ayude al creador local y atraiga al público del entorno. Si haces cultura, haces ciudad. Todo lo otro es fácil, pero es efímero.

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