La semana nos da dos lecciones de las buenas: al tripartito le han birlado, de momento, el cambio de calles de Alicante, y al PP una Alcaldía, la de Benissa. Todo por no hablar, escuchar y ceder
Uno de los grandes problemas del Gobierno de Rodríguez Zapatero, además de negar la crisis económica, fue no anticiparse a los problemas. Se tuvieron que tomar unas medidas drásticas, pero necesarias, que desembocaron en un caldo de cultivo apropiado para la germinación del 15M, primero, y Podemos, después. Algo parecido lo pasó a Mariano Rajoy, sumado a ello los casos de corrupción. Se reaccionó tarde y mal. Rajoy todavía salvó los muebles, pero sus presidentes autonómicos y alcaldes pagaron la factura.
En definitiva, en todos los escenarios, incluidos, los de la mayoría absoluta, hay que tener claras tres palabras y no olvidarlas nunca: hablar, escuchar y ceder. Y de todo eso es lo que ha pecado el tripartito de Alicante en su sana intención de actualizar y dignificar el nombre de algunas calles de la capital. La edil de Memoria Histórica, María José Espuch ha hecho un trabajo cuidadoso en el fondo, pero le ha faltado temple. Temple para pactar con todos y ser generosa con aquellos cambios que necesitaban más pedagogía; temple para llevar el asunto al pleno y ganar el debate -tenía votos suficientes-, y temple para suspender, si fuera necesario, aquellos cambios que generaban dudas, una vez el PP había presentado el recurso judicial. La reacción, en cambio, fue en caliente, pero de haber tenido temple y paciencia, hoy posiblemente hubiera puesto al PP contra la cuerdas en el debate político. La sucesión de errores en las formas ha convertido el asunto del callejero casi en un boomerang; no porque no tengan razón, que a mi entender la tienen toda, sino porque es una muesca más de un tripartito que viaja en una carroza oxidada. No sólo falló ella, también Dani Simón en su celeridad de ejecutar un fallo colectivo, de Compromís y Guanyar, que, además, cayeron en el error de hacer algunos cambios y no todos, creando, innecesariamente, dos tipos de resarcidos en la purga del callejero. Sólo sobraban unos: los que llevaban evidentes signos del régimen franquista. Todo el resto, era innecesario.
Hablar, escuchar y ceder. Eso es lo que le faltó al PP de Benissa para amarrar la Alcaldía. Quizás no ahora, si no en los últimos meses, o posiblemente, años. Despreciar a la oposición a veces tiene esas cosas: y es que si les dejas un mirilla por la que asomarse, entran en casa y se hacen con ella. Y eso es lo que ha pasado en Benissa: quizás no sólo se ahogó a la oposición, sino que se ejerció tanta presión en las minorías activas del municipio que al final se ha generado el efecto contrario.
Bueno, ahora, ya no hay vuelta atrás. El tripartito, con sus afinidades y odios, gobernará el municipio. Ellos son sabedores de que ha caído una pieza grande: Juan Bautista Roselló, una de las tres aristas que sustentó al PP tras las elecciones de 2015. De la Marina Alta, sólo resistieron el Calp de César Sánchez y los herederos de José Císcar en Teulada. Ahora, ese triángulo está quebrado. El PP está dolido, en la Diputación de Alicante se nota; no quieren vuelta atrás con una posible moción de censura: en 2019 se verán las caras.
Ahora falta saber si la otra parte, es decir, el nuevo alcalde, nacido de una plataforma ciudadana que el PP siempre minusvaloró, es consciente de que no sólo vale con corregir los vicios que se va a encontrar, sino que debe hacerlo mejor que sus antecesores. En definitiva, tener un proyecto y ejecutarlo con raciocinio y mano izquierda y que, además, mueva la economía. No vale con poner el retrovisor, hay que germinar el árbol y que dé sus frutos. Algo tan básico en la empresa privada, pero que en la cosa pública necesita de hablar, escuchar, y ceder (e impulsar). Si todos los tripartitos fueran conscientes de ello...les iría de otra manera.