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'Greenpiss': un desmadre 'eco-ilógico' sobre la supervivencia de la especie humana

9/05/2022 - 

VALÈNCIA. Sálvese quien pueda (o mejor no), el final ya está aquí. Dentro de la paranoia de los mensajes catastróficos que vaticinan el fin del mundo Yllana encuentra una reflexión en clave de humor. Lo hacen a través de Greenpiss, una obra sin palabras que busca “desesperar” a sus espectadores (en el buen sentido de la palabra) y hacer que el terrible final les pille entre carcajadas. Esta sátira sobre la ecología obliga a una reflexión sobre el fin del mundo más inminente, desde la extinción de nuestra propia especie hasta el consumismo desenfrenado, pasando por supuesto por el calentamiento global y el mal uso de los plásticos. Tan solo cuatro actores se pasean por el escenario representando varios personajes a la vez para poder contar el relato. Quien pudiera parecer un político una vez se baja el telón y se vuelve a subir aparece convertido en pingüino, y sigue el relato como si nada.

El actor Luis Cao encarna a varios de esos personajes, y en conversación con Culturplaza desvela alguno de los trucos de Yllana para conformar un show como este. “El objetivo es siempre la risa, luego queda lo reconocerse a uno mismo y que cale el mensaje”, aclara el actor sobre Greenpiss, que lejos de provocar un discurso moralista sobre el medio ambiente pretende hacer reír ante todo a través de una locura sobre el escenario. Con momentos musicales, un enlace de muchas ideas y muy poco diálogo. La fórmula Yllana es justamente esta, generar un show que sin palabras provoque todo tipo de reacciones, eso sucede a través de muchas onomatopeyas y caras de lo más expresivas, que por fin pueden ver las bocas del público: “Llevamos ya varios shows sin mascarillas y está siendo algo increíble. En este tipo de teatro es crucial ver la reacción del público”, tanto es así que Yllana modifica los chistes según gira y ciudad: “Hemos rodado por Austria, Italia y Francia con este espectáculo, la clave del teatro no verbal es que se entiende en todo el mundo”.

El espectáculo sigue una norma: chistes cada 20 segundos y primero la risa, ante todo. Este desmadre “eco-ilógico” se sucede a causa (y consecuencia) del calentamiento global. El uso abusivo de los plásticos, el zero waste, los nuevos modernos que se obsesionan con no generar residuos… Todo esto surge en un planteamiento en plena pandemia: “Nos conectamos a través de videollamada y hacemos un brainstorming brutal”, cuenta Cao, “de ahí salen las ideas más locas, que luego salen a escena”. Estas ideas van cogiendo forma espectáculo tras espectáculo, por lo que un show de Yllana nunca es igual del primero al último: “La clave final siempre la da el público, si vemos que algo no funciona se modifica y si vemos que algo funciona muy bien seguimos con ello”. Lo que en un planteamiento de una videollamada puede parecer algo inútil puede sorprender mucho luego: “Vemos que ideas dan más juego y las desarrollamos, luego el director decide el orden y ya el resto es lo que se ve en el espectáculo”.

La historia comienza con cuatro ecologistas “locos” que quieren luchar con una empresa poderosa, que controla todo sin escrúpulos. Dentro de esto se explaya los tópicos de las manifestaciones, okupaciones y pancartas flotantes para protestar por los principios. Todo ello con un objetivo también de reflexión: “Al final hay un factor en reconocerse a uno mismo que depende del público, de ver cómo estamos destruyendo el planeta”, aunque desde el humor, que se convierte en la vía para este importante mensaje. La gira, que lleva rodando un año entero ya cuenta con diversas reacciones y críticas, entre las cuales se repiten la idea de la necesidad de la risa en el momento que estamos viviendo: “Se nota al público con mucha necesidad de pasar un buen rato, y al final es lo que hemos venido a hacer”.

Yllana cuenta con un trabajo de lectura de público crucial. Al no contar casi con palabras ni diálogos en sus obras dependen por completo de las reacciones, su estilo es lo que les aporta esa autenticidad y “humor salvaje”. Este tipo de comedia física juega también con muchos efectos sonoros y lumínicos que se entremezclan con los actores a lo largo de pequeños gags. Aunque sin duda la clave la tienen los actores, que tienen que transformarse en el escenario en personajes que son extremos y teatralizar todo eso a través de la mirada. En esta obra en concreto Cao tiene una reconciliación con el teatro que hacía cuando era pequeño: “En esta obra vuelvo a hacer de árbol, como se hacía en las funciones de colegio”, comenta entre risas, “es gracioso que el teatro vuelva a reconciliarte hasta sin quererlo con estas situaciones”. Este árbol se ve durante toda la obra, y cuenta con un final de factor sorprenderte, aunque como Cao no lo desvela habrá que ver Greenpiss para resolver la duda. C’est la vie.

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