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EL FOTOPERIODISTA LLEGA A ALICANTE CON UN DOCUMENTAL Y UNA EXPOSICIÓN

Gervasio Sánchez: "Nadie puede contar una historia verídica de la guerra; cada uno tiene su relato"

28/10/2021 - 

ALICANTE. Casi 40 años lleva Gervasio Sánchez en su particular juego de la oca: de país en guerra a país en conflicto con su pasaporte y su cámara como puente. Estas cuatro décadas de profesión y experiencias han traído esta semana al fotoperiodista a Alicante en una doble cita: por un lado, el martes 26 inundó la espaciosa Casa Mediterráneo con el documental Álbum de posguerra y, por otro, el miércoles 27 compartió su exposición fotográfica Sarajevo: guerra y paz en la intimidad del Museo de la Universidad de Alicante (MUA), donde también impartió un coloquio y acompañó en una serie de visitas guiadas. En una parada de su viaje en coche hasta esta ciudad mediterránea, el fotorreportero atiende a Alicante Plaza para hablar sobre las heridas de una sociedad tras la guerra, sobre la salud mental de un fotoperiodista de conflictos y sobre la situación de las mujeres afganas.

-En la exposición incluyes 50 fotografías -25 antiguas y 25 actuales- a través de las que estableces una comparativa de una misma ciudad con conflicto y en estado de reposo. Aunque las imágenes están hablando de la ciudad antes y después tienen muy presente el factor humano; muestras sus calles y su arquitectura con la presencia de personas. Y en el documental son esas mismas personas quienes cuentan cómo la guerra cambió sus vidas. ¿Por qué tu trabajo sigue esta línea de humanizar la narración?

Las guerras golpean las vidas de los seres humanos desde el minuto inicial hasta décadas después de haber acabado; la guerra no acaba cuando se firma un acuerdo de paz, porque sus consecuencias se siguen pagando años y, a veces, décadas después. Hay tendencia a reconstruir las ciudades, los cementerios y tumbas se mejoran, los heridos se curan... ¿Pero qué pasa con las mentes de los protagonistas, con las heridas psicológicas que provocan las guerras? En casi todos los conflictos, años después todavía se sigue luchando contra ese fantasma de la guerra que queda en el subconsciente y cuando se habla de él aparece con todo su poderío.

-Por lo que has observado a través del objetivo de tu cámara, ¿cómo es esa ciudad que está cicatrizando de la guerra? ¿Siguen abiertas las heridas o, por el contrario, es una sociedad más unificada?

La guerra ha dejado un poso de violencia, odio y situaciones de máxima amargura que no se superan ni siquiera con procesos de pacificación. Pongo un ejemplo: la guerra civil española se supone que acabó en 1939, pero aún seguimos buscando cadáveres de gente que fue ejecutada durante y después de la guerra. Muchas veces se buscan contra la voluntad de los políticos, los asesinos e, incluso, de la propia sociedad, que muchas veces prefiere la amnesia a la verdad. Ese es el pan de cada día de un conflicto armado.

-Además del conflicto que se prolongó desde 1992 hasta 1996, Sarajevo ya había estado en el mapa de los bombardeos con anterioridad: fue, de hecho, la ciudad donde se atentó contra el heredero del Imperio Austrohúngaro y así detonó la I Guerra Mundial. Al hilo de las heridas que comentabas, ¿tiene la sociedad bosnia esos hechos presentes? ¿Han quedado grabados en su ADN para forjar el carácter colectivo de la población?

Decía Susan Sontag que el siglo XX empezó en 1914 en Sarajevo con el inicio de la I Guerra Mundial y acabó en 1992-1995 con el cerco a la misma ciudad. La tendencia de los políticos, de los máximos responsables de la tragedia, es que los ciudadanos vean las cosas tal como ellos quieren y la ciudadanía se deja engatusar por la propaganda por comodidad, falta de información o por amnesia. Y años después te das cuenta de que nadie es capaz de contar una historia verídica de la guerra porque cada uno tiene su relato. El relato de la guerra está hecho para consumo interno de cada grupos, lo que impide cicatrizar las heridas y que esta sociedad mejore.

-Hay mucho de la ciudad que no se puede transmitir a través de las fotografías; por ejemplo, su olor en guerra o sin ella. También se pierden elementos porque no están necesariamente en la ciudad, como la gente exiliada, los altos mandos ejecutores… ¿Cómo se transmite eso que no está pero que también es importante para el relato?

La fotografía, el relato periodístico o el audiovisual tienen sus limitaciones. Los que toman decisiones casi nunca están sobre el terreno, sino en despachos bien alejados del lugar del drama tomando decisiones mientras que los muertos los ponen otros. Te tienes que centrar en mostrar a las personas que sufren, el drama de la vida cotidiana. Es muy duro darse cuenta de que los verdaderos responsables casi nunca pagan el precio de la decisión que han tomado.

-Has llegado a decir que sigues soñando con los bombardeos de Sarajevo. Eso solo en Bosnia, pero has estado en muchos territorios en guerra o en conflicto. ¿Cómo gestiona la salud mental un fotoperiodista de guerra?

Yo no solamente recuerdo lo ocurrido en lugares como Sarajevo; tengo muchas historias relacionadas con situaciones de brutalidad. De hecho, estoy preparando un libro que saldrá publicado en noviembre y que se titula Violencia, mujeres y guerras, donde hay imágenes de 25 conflictos armados y de grandes crisis humanitarias. Son fotografías que he tomado a lo largo de 37 años y todas añaden un pie de foto con nombre y apellidos; yo nunca me olvido de gente a la que he visto sufrir y, a veces, morir. Quizás algunos conflictos te impactan más -porque están más cerca de ti, de tu cultura, la gente lee los mismos libros que lees tú, escucha los mismos grupos de rock que escuchas tú-, pero para mí el dolor de la guerra es universal.

-Ya que has descorchado el tema de violencia y mujeres, hablemos de Afganistán. Estuviste hace relativamente poco en el podcast de Jordi Wild (The Wild Project) y apuntaste que ahora la mujer afgana va a tener una especie de protección bajo el régimen talibán en cuestión de violaciones a menores. Sin embargo, circula por redes sociales una lista de prohibiciones de los talibanes a las mujeres. ¿Cómo es esta contraposición de que un experto en el terreno como tú diga que las mujeres van a estar protegidas, y que, por otro lado, se presente un panorama que anula muchos derechos de las afganas?

En 1996 cuando los talibanes ocuparon Kabul y una parte importante de Afganistán ponían fin a las diferentes facciones armadas afganas que no solamente bombardeaban ciudades, sino que violaban a mujeres y niñas. Al convertirse en la única milicia que gobernaba el país, los talibanes acababan con las bombas y, aunque eran fundamentalistas radicales, eran bastante menos corruptos que los señores de la guerra. Es un poco lo que ha pasado ahora. Hasta principios de agosto de este año, Afganistán era un país con combates y emboscadas, pero al acceder al poder los talibanes la guerra ha acabado. La seguridad no significa que sea justa. Ahora los talibanes están formados por diferentes facciones con diferentes puntos de vista, por lo que en el interior también hay mucho debate sobre qué van a hacer con los temas que saben que van a molestar muchísimo a la comunidad internacional -de quienes necesitan apoyo para poder gobernar-, como las violaciones sistemáticas de los derechos humanos de las mujeres. Evidentemente, no significa que el régimen talibán mejore la vida de las mujeres, pero cuando un país lleva 41 años en guerra, los ciudadanos quieren algo que se parezca a la paz.

-Y ese régimen fundamentalista radical es la paz que conoce la ciudadanía afgana...

En Afganistán la media de vida son 47 años y llevan 41 años en guerra. La inmensa mayoría de la población no ha conocido la paz. Lo que para nosotros es un horror, porque los talibanes llegan al poder, para mucha gente afgana es imponer un régimen fundamentalista en un país conservador.

-La población de Kabul ha pasado de 300.000 habitantes en los años 90 a 4,5 millones en la actualidad. Los talibanes no van a poder instaurar el mismo régimen ahora que en 1996. ¿Qué diferencias se pueden evidenciar ya entre este régimen talibán y el que se estableció en el pasado?

El tema estará en función de la necesidad que van a tener los talibanes de contar con la ayuda internacional: si la comunidad internacional presta ayuda sin poner en el otro lado de la balanza determinados comportamientos y es permisiva con las decisiones radicales de los talibanes la vida de la mujer va a ser un infierno. Si, por el contrario, la comunidad internacional presiona a los talibanes para que no imponga leyes ni prohibiciones brutales a cambio de ayuda, quizás las mujeres tengan una situación mejor. Hasta el momento, la evolución es muy negativa, porque han tomado decisiones extremadamente negativas para la mujer. ¿Todo esto lo van a poder mantener? Ahí ya no sé qué decir, porque una cosa es haber ido muchas veces a Afganistán en los últimos 25 años y otra, estar en la mente de estos retrógrados fundamentalistas radicales.

-Futurólogo no eres.

En temas internacionales hacer futurología es bastante deprimente y casi siempre te equivocas. A mí me gustaría que los talibanes fueran lo suficientemente inteligentes -que lo son, porque lo han demostrado militarmente y con la propaganda- y que sean capaces de entender que no son los 90, que Kabul ya no es una ciudad de 300.000 habitantes y que si llevan adelante su régimen con mano militar y con decisiones fundamentalistas radicales, van a tener serios problemas para poder gobernar.

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