ELCHE. Gerardo Irles (Elche, 1954) es escritor y articulista, o articulista y escritor. El orden de los factores no altera el producto. Cuando yo llegué a Elche a mediados de los ochenta como becario de periodista, pude disfrutar de su amistad y de su enorme bagaje cultural a pesar de que él tenía 30 años: ya entonces arrastraba una fama entre la progresía al uso, la clásica/básica, de afrancesado y snob. Lo que no sabían sus críticos es que era precisamente eso, afrancesado y snob. Con lo cual, y a todos los efectos, le regalaban halagos.
Cómo pasa el tiempo. Irles acaba de presentar un libro, Letra y Música, patrocinado por la Cátedra Pedro Ibarra de la UMH y gracias, en buena medida, al empeño de su director, Miguel Ors Montenegro. Un libro repleto de fotografías de su vida que se puede adquirir en la librería Ali i Truc.
Los artículos publicados van desde mediados de los 80 al inicio de los 2000 y abordan cuestiones variadísimas desde una una premisa básica: una mirada sociológica y profundamente literaria. Qué cosas: economista de formación, Irles es, ha sido, un arquitecto de las palabras. Principios de los ochenta: Francisco Umbral ya lo había señalado en un artículo como una de las promesas de la literatura española. Gerardo quería ser escritor profesional, a pelo. Luego la vida le fue llevando por otros derroteros, como director de Comunicación de IFA, el marketing y la publicidad o negocios varios.
No se puede vivir solo del arte, como se dijo en el acto de presentación, que tuvo lugar este jueves en la recién abierta sede de la Universidad de Elche en la ciudad, en plena plaça de Baix. Estuvimos los justos y alguno más, incluida se familia al completo. No acudieron los poetas y escritores: un fallo de comunicación, supongo, o una sutil vendetta a uno de los mejores escritores que ha gestado Elche en las últimas décadas.
Gerardo Irles, me atrevo a opinar, tiene un punto de heterodoxo castizo y punto y medio de fanático del pop autóctono de los 60, el de Los Brincos y Los Bravos. Heterodoxo castizo, también gamberro. Ojo: como Agustín de Foxá, González Ruano, Edgar Neville, Berlanga... y Gil de Biedma, uno de sus escritores de referencia (que no era castizo; excepción). A todos ellos alude en sus escritos, y a muchos más, como es el caso de Serge Gainsbourg. Je t'aime, mois non plus. Muchos de los textos que aparecen fueron publicados en el diario Información, incluido el suplemento Artes y Letras, en algún que otro medio local y en revistas especializadas.
La presentación corrió a cargo de José Antonio Escandell, su amigo del alma y una de las personas más cultas (no confundir con pedante, por favor) que pueblan Elche y provincia: "Gerardo, más que un constructor de soportes, se interesa por la parte aérea; es un estilista al que le gustan las metáforas, las comparaciones y los juegos de palabras, y que puede citar en un mismo artículo a Marshall McLujan y a Chiquito de la Calzada, o al Quijote y al Séptimo de Caballería", destacó Escandell. "Su apostura de dandy, más que Dorian Gray es de lord Henry, el personaje de Oscar Wilde con el que comparte agudezas que de vez en cuando le dan algún disgusto", añadió.
No me resisto a transcribir algunas de las frases más ingeniosas del libro: "La Transición fue una lucha generacional, estética, entre el No-Do sepia y el vídeo palcolor". Ni alguna de sus reflexiones más agudas: "Si Eugenio D'Ors fue el arqueólogo del Misteri que lo rescató de su provincialismo y lo aupó a un prestigio nacional como un manager artístico que ha descubierto una mina, a Agustín de Foxá le cupo el honor de ser el primer escritor de su época que, sin teologías, salvo las ambientales, nos ofrece una visión gozosa y lúdica del mismo". Soberbio.