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Gabi Martínez: "Nuestra especie no resistirá mucho tiempo porque el relato tecnológico no se sostiene"

22/10/2023 - 

VALÈNCIA. Gabi Martínez ha vuelto a hacer de una experiencia vital, literatura. Empezó escribiendo libros de viajes, pero acabó entendiendo que los lugares tenían mucho más guardado de lo que se le podía descubrir a un turista. A partir de entonces ha encontrado un refugio, la liternatura, en la que, como autor, cede su voz a un entorno del que se empapa. Y entonces las palabras salen, y la tarea es la de buscar los sustantivos y los adjetivos exactos.

Su último libro es Delta, en él cuenta la experiencia de haberse trasladado a la última casa de la desembocadura del Río Ebro. Su delta está en clara regresión porque la intervención humana ha provocado una caída dramática de los sedimentos necesarios para contener el mar. En un espacio que está, por tanto, condenado a desaparecer, llevándose por delante también la vida de sus habitantes. Martínez propone un fresco de personas y paisajes, una periferia vista desde dentro. El autor, que visitó València hace unos días, respondió las preguntas de Culturplaza.

- La pregunta más evidente que te suelen hacer es de qué manera condiciona tu cercanía desde la experiencia a tu propia narrativa. Yo quería darle la vuelta a la pregunta para empezar: ¿en qué momentos del proceso de escritura necesitas alejarte de esa experiencia para ver el libro con cierta perspectiva?
- En realidad no lo veo así. El libro se va gestando y, una vez ya lo tienes dentro, lo que hace es salir. Ese paso atrás que tú comentas te da una valoración más técnica, de cómo has ejecutado aquello que tenías en la cabeza, pero yo me planteo la creación en tres fases: primero, aparece una idea, me documento mucho a propósito e intento hacerme un pre-guion; como suele estar ligado a hechos reales o a lugares geográficos, me desplazo a ese lugar, tengo una vivencia y de ahí aflora lo que sientes, lo que haces, etc.; luego tengo una última fase en la cual han surgido nuevas preguntas, leo cosas que me quedaron pendientes y he interiorizado lo que he vivido y pensado. 

Cuando me pongo a escribir todo está tan interiorizado que es algo parecido a la música: sale con una armonía que, a veces, me sorprende hasta a mí. En el caso de este libro, fue al escribir cuando salió esa forma en la que los protagonistas tenían que hablar. Luego claro que dejas cierto espacio para volver a leer, recortar, retocar, ajustar… pero todo el trabajo ya está hecho.

- Con la experiencia acumulada de otros proyectos similares, en los que tu literatura está determinada al completo por el entorno, ¿qué puede haber en común en todas ellas? 
- Algo que tengo muy claro es que las personas ayudan a contar los lugares. No puedes prescindir de las personas porque estamos escribiendo para otras que van a ser quienes van a interpretar lo que ofrecemos. También la necesidad de ser preciso expresada con los sustantivos: ir al sustantivo correcto te aproxima al lugar de una manera mucho más auténtica porque estás siendo exacto, porque el sustantivo también contiene la naturaleza, la esencia del lugar que estás expresando. 

Y el tiempo. Cuando yo era más joven, el tiempo se me antojaba algo que había que exprimir y vivir a tope; ahora creo que eso era consecuencia de la sociedad en la que vivía. Ahora creo que el tiempo te debe llevar más que tú intentar forzarlo, que debe estar dentro de ti un tiempo que se ajuste al lugar en el que estás y de esa forma todo se equilibra. 

- Eso se nota en el libro porque hay momentos en los que la narración se frena del todo si describe un paisaje, o acelera si cuenta una anécdota. ¿Cómo has ido equilibrando estos dos ritmos? 
- Se trata de aplicar a la literatura una idea física. Después de haber escrito varios libros de viajes convencionales, en la gran barrera de coral australiana pensé que no quería volver a escribir un libro con el mismo esquema. No me quería aburrir de mí mismo y, en realidad, los propios lugares y espacios son los que te hablan. En Delta lo que hago es trabajar sobre todo con tres géneros: uno, el ensayo de toda la vida, con datos, con citas literarias; está la experiencia autobiográfica; y está el coro, la novela que te introduce dentro de una atmósfera de tensiones entre personas. Lo que hago es dejar que todo el mundo se pueda expresar y el lector se pueda proyectar en cada uno de ellos. Un delta es un lugar donde todo mezcla y el libro quería que, orgánicamente, expresara esa mezcla de géneros también. 

Foto: Iván Giménez/Seix Barral

- Hablando de ese coro de personajes, como tú dices, se trata de personas que ven amenazada su forma de vida y se expresan con una contundencia muy cruda, nada liviana. ¿Cómo buscabas ponderar estas voces diferentes?
- Ellos intentan salir adelante y sobrevivir. No se están con muchos remilgos. Tienes que sacar cangrejos, tienes que hacer que el arroz crezca y si te viene un flamenco, si no lo puedes matar porque la ley no te lo permite, intentas que haga el menor mal. A mí me interesa que las ideas sean lo más directas y secas posibles. El libro tiene unas 400 página  pero que es seco y no se anda por las ramas. Para mí, Cormac McCarthy sería un poco eso, alguien que va al hueso sin perder el tiempo ni despistar con adornos. Eso es literatura, intentar reflejar la esencia, porque el tiempo es el que tenemos y el arte debe intentar concentrar lo más posible lo que pretende proyectar en un espacio determinado.

- Estos personajes dan su opinión y tú tienes la tuya. ¿No crees que tu mediación como escritor también puede ser útil para el lector, para saber ordenar una realidad que no conoce? 
- Eso creo que es crucial en el libro porque lo que te está planteando es, a través de la sentimentalidad de cada uno de los personajes. Tú has de poder entender sus razones, poder proyectarlas e incluso plantearte en algún momento el diálogo con gente que no opina como tú. Es importante darle voz a un terrateniente, a un agricultor o a un cazador y ver cuáles son sus razones para ver hasta qué punto tú puedes conectar con ellos. Esto me viene de mi formación periodística: yo siempre he creído que mi papel es el de hilo conductor, el de expresar una realidad que va mucho más allá de mi interpretación. Por supuesto soy yo quien escribe y yo tengo mi mirada, pero a mí los escritores que más me han impresionado son los que me han mostrado una realidad sin verse claramente de qué lado estaban ellos. 

Creo que en la literatura española se ha notado mucho el escoramiento de los autores. Así es muy difícil conciliar. Estamos muy polarizados en todos los sentidos y si los propios escritores no escuchan al otro, no vamos a crear un relato en el cual la gente crea que el otro tiene también una voz. Por supuesto que yo voy a estar en contra de algunas voces que son absolutamente radicales y que no voy a compartir jamás, pero sí que creo que hay que darles incluso voz. 

- ¿Cuál es la realidad política de estas personas que viven una desvinculación absoluta de la política institucional?
- Hemos entrado en el tiempo líquido donde todo se desvirtúa y de repente, cuando antes tú tenías en un banco a un interlocutor, ahora lo tienes que hacer en una máquina. Poner nombres, tenemos personas de referencia, es importante. Por eso La Administración, que es una especie de interlocutor. Lo que nota esta gente es que ese interlocutor te olvida porque solo eres 25.000 votos, porque estás en la periferia. 

Tienes un sentimiento de frontera en el cual tú eres muchas cosas a la vez y ninguna, y por eso creas tu propio carácter y acabas siendo tu propia supervivencia, sin esperar que te vaya a dar nadie nada nunca.

- ¿Cómo vives, como un escritor cuya identidad, cuya vida, está dedicada a la naturaleza, la inevitabilidad con la que observamos cómo el cambio climático avanza y tiene consecuencias devastadoras en el medio ambiente?
- Después de la pandemia hemos cambiado muy pocas dinámicas, y los que antes manejaban el mundo, lo manejan más. A la misma vez, sí que creo que se han abierto focos de resistencia; hay grupos de gente que están pensando mejor en cómo enfrentar los desmanes de los que tienen el dinero y el poder. Me cuesta creer que nuestra especie resistirá mucho tiempo porque creo que el relato tecnológico no se sostiene. Es demasiado fuerte lo que viene en contra, pero tampoco puedo dejar de creer que algunos elementos de la especie van a ser capaces de salir adelante y creo en el poder del arte para cambiar imaginarios. Desde el pesimismo, soy un vitalista.

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