Gracias a los restos arqueológicos, reseñas escritas y grabados antiguos podemos imaginar cómo era Alicante en la época islámica. Aún así, es conveniente tirar de "hemeroteca", ya me entienden, que entonces no la había, por lo que es necesario buscar alguno de aquellos textos de siglos pasados donde se describe la ciudad que tanto admiraban los árabes.
El geografo andalusí Al-Idrisi escribió que "Alicante es una ciudad pequeña, de buenas construcciones. Tiene zoco, mezquita-aljama y otra mezquita con predicación. Exporta esparto a todos los países del mar. Hay muchas frutas y legumbres, higos y uvas. Tiene una alcazaba, muy inaccesible y elevada, en lo más alto de una montaña, a la que se sube con fatiga y cansancio. En Alicante, a pesar de su pequeñez, se construyen naves para largos viajes y barcazas" (s. XII). En aquella época el puerto de Alicante ya destacaba en su tránsito de mercancías y pasajeros. Así lo narra Ibn Said Al Magribí, quien escribió en su libro de viajes - a finales del siglo XII y principios del XIII - que Alicante era el puerto que usaban los árabes rumbo al norte de África. El puerto formaba parte de la ruta comercial en el Mediterráneo (lo corroboran los restos arqueológicos encontrados en el yacimiento de La Balseta), también era un centro de comunicación entre el Al-Ándalus y Oriente. Desde sus muelles partían productos como higos, pasas, esparto… Y recibía elaboraciones textiles de lino o cáñamo que comercializaba en los mercados y en los astilleros.
Esta es la ciudad que se encontró el príncipe Alfonso de Castilla cuando conquistó Alicante a los moros en 1248 y expulsó a sus habitantes "infieles". Pero no a todos porque no tenía gente suficiente de Castilla - porque no la había - para repoblar estas tierras. Tenía que contar con la población existente, aunque fueran moros. Aún así, por los muchos que se marcharon antes y después de rendir la ciudad a la Corona de Castilla, Alicante se despobló. Hacían falta artesanos, agricultores, mercaderes, para volver a hacer próspera esta ciudad. También guerreros para consolidar esta posición estratégica y mantener el orden para evitar o controlar, según los casos, las rebeliones moriscas. Y había que buscar los medios para que esa repoblación viera a Alicante una oportunidad para emprender su nueva vida.
Para consolidar la repoblación cristiana en sus nuevos territorios, el ya rey Alfonso X el Sabio se volcó con Alicante. Necesitaba tener éxito en su empeño para mantener el castillo Santa Bárbara como atalaya para disputar esta posición contra cualquiera; tener un puerto como el de Alicante que era el más cercano de la Corte en su conexión con la costa y comercio con los países ribereños del Mediterráneo.; hacer de Alicante una población próspera abierta al mar.
A partir de 1252 Alfonso X concedió cuarenta privilegios a los habitantes de Alicante. El último de ellos está fechado en 1272. Alfonso X concede a Alicante el llamado Fuero de Córdoba. Nada menos, un gran privilegio. Este, en concreto, lo concedió su padre, el rey Fernando III el Santo, a esa ciudad califal. Y es después cuando el rey Alfonso X lo concede a Alicante el 25 de octubre de 1252. Imaginen la importancia y trato de favor que este rey dio a Alicante para concederle tanta distinción. Posteriormente, este Fuero, junto con franquezas y mercedes, se adaptará a las circunstancias de esta población. Así, reconoció al Concejo de Alicante el derecho de usar sello conocido y de tener pendón o bandera "para sus apellidos et para sus cavalgadas".
El Fuero de Córdoba organiza el municipio, crea las autoridades principales y declara las inmunidades y exenciones de sus vecinos. En relación con el gobierno local dice que "el juez, el alcalde, el mayordomo y el escribano se nombren anualmente" - buen juicio, ya en el siglo XIII, para que los cargos no perduren en el tiempo y evitar corruptelas -, compuesto por "cuatro hombres buenos que sean actos para estos portillos". Se defiende la propiedad privada por lo que la inviolabilidad del domicilio está protegida manifestando que "cualquiera que quebrantase casa de vecino, muera por ello". Sobre las franquicias y exenciones materiales, los caballeros que tuvieran tierras en la ciudad o en su término, y los que las labrasen, "no paguen algún diezmo, ni fuero alguno al rey, ni al señor de la tierra, ni a otra persona en ningún tiempo, ni lo den de los frutos que cojieren". Junto con este Fuero se concedió el Libro de los Jueces (el Fuero Juzgo) como norma general jurídica traducido al castellano del latín ya en tiempos del rey Fernando III. Todos los juicios debían de hacerse ante "diez de los más nobles y más sabios que oviere entre nosotros, los cuales siempre se sienten con el Alcalde de la ciudad".
Que Alfonso X el sabio concediera el Fuero de Córdoba al de Alicante lo expresa por escrito al manifestar que "do et otorgo a vos Conceio de Alicant e fuero de Córdova, quel ayades vien et complidamente así como lo han los de Córdova". Todas sus reglas, franquicias e inmunidades que no estén expresamente modificadas pertenecieron al municipio de Alicante.
En toda conquista hay un repartimiento de tierras posterior que consolida el asentamiento de pobladores y conquistadores. Para ello, antes de su reparto, se describieron las tierras que dependían desde entonces de Alicante y estas fueron las de Novelda, Aspe, Monforte, Agost, Busot y Aguas. El reparto se haría "por hacer bien et merced - en palabras de Alfonso X el Sabio - a todos los caballeros e a los ciudadanos a los mesnaderos y a todos los pobladores del Concejo de la Villa de Alicante… por el servicio que me harán, por acrecerles en sus bienes y en sus franquezas doles y otórgoles que hayan por aldeas et por sus términos” de las poblaciones mencionadas, añadiendo que “et todo esto doy con todas sus villas e con todos sus castiellos". Por la mucha extensión de estas tierras y porque no todas eran igual de fértiles, hubo quejas al rey porque el reparto había sido desigual. Alfonso X, disgustado, dispuso una comisión para evaluar por qué no se había atendido su requerimiento de hacer un reparto lo más equitativo posible, nombrando entre sus miembros a don Durandarte de Plasencia, Garci Vicent de Madrid, los alcaldes de las poblaciones, Garci Fernande de Barca y Bernardo Ferrer, para que verificaran y le informaran del reparto de las tierras de las "heredades de Alicante, Monforte, Agost, Aguas y Busot", no habiendo problemas en Novelda y Aspe. Con las conclusiones de esta comisión por el desencanto de muchos de los nuevos propietarios, el rey hizo otro reparto del que ya no hubo quejas al estar mejor distribuido. - Ya saben, algún espabilado quiso aprovecharse, como a menudo pasa. Listillos los ha habido siempre, aunque alguno lo pagara con la cárcel por extralimitarse en sus funciones -. Este privilegio del reparto de tierras está sellado en Valladolid el 2 de abril de 1258.
Ya ven cómo el rey Alfonso X el sabio, en el siglo XIII, puso los cimientos de lo que sería Alicante, una población comercial y de servicios con su puerto integrado en la ciudad como motor de la economía local y comarcal. Eso es tener visión de futuro y lo demás son tonterías. Algún día contaré qué pasó para que dicho puerto dejara hoy de ser lo que fue en los anales de la historia de la ciudad de Alicante. Pero eso es otra historia.