La semana pasada se fueron para siempre dos amigos, dos varones de edad media y profesionales. Ambos eran docentes universitarios, uno del ámbito jurídico, del mundo de la sanidad el otro. La noticia me conmocionó enormemente, como nos ocurre a todos cuando recibimos repentinamente una llamada que nos comunica el fin de la vida de alguien que aprecias. Pero en este caso el tránsito de la vida a la muerte ha sido rápido, sin apenas dolor, ha sido un “mal rato”. A veces me procuro detener en el distinto proceso que transcurre desde el anuncio del parto hasta el nacimiento y en el tránsito desde la vida hacia la muerte. Hay partos larguísimos, dolorosos, donde parece que nunca va a llegar el alumbramiento. Igual ocurre con la muerte, a veces ésta se transforma a través de una lenta agonía, que incluye también una lucha entre la fuerza que vela por la vida y lafuerza oculta que empuja hacia la muerte. Nadie sabe cómo y cuándo va a ser el final de cada uno porque ni la ciencia ni la humanidad ha llegado a descubrirlo. Sólo lo sabe Dios para los creyentes o el Destino, para lo sagnósticos.
La muerte ha sido objeto de estudio y reflexión desde la Antigüedad, desde el campo científico, filosóficoo religioso. Platón ya decía que la filosofía era en realidad una meditación dela muerte. Hoy, pese a todos los avances científicos no podemos evitarla sino que tan sólo nos queda asumirla. Nacemos para morir y no queda alternativa. Pero ¿por qué digo yo esto en estas fechas navideñas? Pues a lo mejor precisamente por eso, porque se acerca la Navidad y todos nos deseamos por unos días lo mejor, nos transmitimos buenos deseos de paz y amor. Sin embargo estas fechas son especialmente “dañinas” para todos los que han perdido seres queridos con los que ya no se pueden sentar el día de Noche Buena. Hay muchas personas que desearían dormirse el día 24 de diciembre y despertar el día 7 de enero, cuando todo lo excepcional vuelva a la normalidad. A todos ellos les invito que aprovechen estos días para pensar, para reflexionar, para recordar, para recrearse en las personas que ya no están. Es algo que no siempre podemos hacer, el ajetreo cotidiano nos lo impide, las prisas, el correr de aquí para allá, para cumplir con las cientos de obligaciones que asumimos cada día, y que nonos deja detenernos en la pausa. Cuantas veces leemos una noticia, y nos quedamos en el mero titular porque hay que leer otra y nos falta tiempo. Cuantas veces lamentamos la muerte de los que han sufrido un atentado, un terremoto, una guerra y al minuto ya casi no la recordamos porque no hemos podido hacer una parada para interiorizar el mensaje.
Nuestros seres queridos se merecen que le dediquemos una pausa, una conversación, un recuerdo. Tal vez sea doloroso, posiblemente lo sea, pero también será enriquecedor e incrementará la fortaleza del ánimo y robustecerá el coraje y ello será tremendamente positivo porque hay que ser muy luchador para “pelear con la vida”. Steve Jobs ha dicho en alguna ocasión que recordar que uno va a morir es el mejor modo de evitar la trampa de pensar que hay algo por perder.
Ya se me olvidaba, a todos ustedes les deseo una Feliz Navidad, procuren relajarse, consigan ser felices, transcendiendo lo superficial, intenten recrearse en lo que de verdad merece la pena.
Victoria Rodríguez Blanco
Jurista y politóloga.
Profesora de Ciencia Políticade la UMH.