Los primeros que tienen una íntima admiración hacia Pedro Sánchez son los que se dicen llamar antisanchistas. Me recuerdan en cierta manera a esos ateos recalcitrantes que han tenido que creer profundamente en Dios para después apostatar de su existencia; la película La teoría del todo refleja a la perfección el rechazo divino de Stefen Hawkins de todo ser superior ante la cadena perpetua a la que le sentenció su enfermedad. Obsesión compulsiva que materializa símbolos, como el avión oficial del presidente, en una especie de reliquias de la muerte que con cuya apropiación se terminará con la tiranía del innombrable. El otro día, Alberto Nuñéz Feijóo escribía ante la notarial red social X (antiguo Twitter) que una de sus prioridades era terminar con el uso compulsivo del Falcón. Ya reconoció Jaime Mayor Oreja en esta casa que la derecha no tiene a día de hoy proyecto para España; llevan años usando como baza el cuchillo volador del transporte que usa Pedro Sánchez.
Lo mejor de ese mensaje del líder del Partido Popular llegó cuando dijo que con él en La Moncloa, los cargos de su Gobierno no estarían ocupados por militantes de su partido. Me partí la caja. ¿Es que acaso Carlos Mazón no está llenando el organigrama de la Generalitat con perfiles sacados del vientre de la madre partitocrática? Debería llamar al president para que le explicara cómo se las ha ingeniado para conformar la estructura institucional. Ya se lo digo yo: con afines de su familia política dentro del partido y con los tránsfugas de Ciudadanos en la Conselleria de Economía; son muchos los que caricaturizan el hecho de que el departamento gestionado por Ruth Merino se ha cimentado con los escombros de los liberales naranjas.
España se merece un gobierno que no le mienta (de momento aquí nadie dice la verdad) y si un dirigente empieza a decir falso testimonio cuando todavía no ha tocado poder, mal vamos. Está engañando al personal porque debería seguir el mismo criterio que pretende ejecutar si llega a la presidencia. De la misma forma que le tiró de las orejas a Mazón cuando pactó a toda prisa con Vox, debería darle un toque por estar colonizando las instituciones emulando a Pedro Sánchez. Que de momento la gestión del presidente de la Generalitat está siendo notable, pero puestos a emprender una inquisición y a establecer una nueva ley de pureza de sangre, mejor ser coherente en toda España y no conceder una bula a tus subalternos en las diferentes regiones para que hagan lo que tú criticas. Están bien todas las reducciones de personal que ha llevado a cabo el nuevo Consell, pero se sigue sin poner remedio a la enfermedad endémica del nepotismo político.
Otro momento en el que me di cuenta de que a Feijóo le hace falta venir más por nuestra tierra fue cuando acusó al Gobierno de Pedro Sánchez de estar desindustrializando nuestro país. Lo dice el líder de un partido al que pertenecen dirigentes obsesionados con el turismo y en que España todo esté pivotado sobre el mismo eje. Me estoy acordando de un presidente de la Diputación que al ser preguntado por cuál era su proyecto para la provincia, pletórico, aseguró que su idea era reforzar todavía más el sector turístico. Pero, entonces, ¿qué pasa con la industria? Es absurdo cargar con el muerto de la desindustrialización de nuestro país a un gobierno que lleva seis años, el bloqueo del sector productivo se ha producido de forma escalonada durante las dos últimas decadas. Más surrealista me parece rasgarse las vestiduras por el bloqueo industrial cuando tus presidentes autonómicos, a excepción de More, siguen apostando todas las fichas a la misma jugada; no conseguirán la escalera de color hasta que no cambien de estrategia. Por mucho que Carlos Mazón esté intentado seducir a los empresarios catalanes (buena iniciativa, por cierto) no dejo de tener la sensación de que fiamos todo a los dados de la temporada turística.
Feijóo cree que Badajoz está en Andalucía, pero creo que a nosotros no nos sitúa ni en el mapa. De Castilla para abajo todo debe de ser África…
