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una marciana crónica gráfica

Extraterrestres, fetiches y pollos de goma: el terror cotidiano en ‘El Año de la Rata’

7/03/2022 - 

VALÈNCIA. ¿Hay algo más terrorífico e inquietante que existir? ¿Es la cotidianeidad la fuente definitiva de toda perturbación? Estos interrogantes marcan el ritmo en El año de la rata (Libros del Zorro Rojo), crónica gráfica con la que la escritora Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) y el artista, diseñador y músico Dr. Alderete (nacido en la Patagonia en 1971, pero asentado en México desde el 98) nos sumergen en un imaginario tan pavoroso como magnético. Un catálogo fragmentario de textos e ilustraciones que chapotean en la extrañeza y la parafilia, en los que resuena lo rutinario y lo insólito, los hechos reales y los ficticios. Nos adentramos así en un orbe por el que desfilan extraterrestres, prendas de látex, sombras rebeldes e instagrammers escalofriantes; camiones que vierten sangre, tramas de pederastia y empresas de fumigación; iguanas, pollos de goma, toros unicornio y serpientes.

Los elementos de la vida diaria se vuelven aquí foco de angustia para la audiencia, que no puede bajar la guardia, pues hasta en los detalles más prosaicos de una existencia prosaica laten indicios sobrecogedores. “Introducir lo perturbador en lo cotidiano y reconocible, cosa que hacen desde Stephen King hasta Shirley Jackson, funciona muy bien con el terror. Ya no nos dan miedo los castillos en la niebla --o si, pero es muy abstracto--. En cambio, un vecino que coleccione objetos extraños, un elemento de cocina que esté ‘encantado’, una casa donde ocurrió un crimen... todo eso, el terror cercano, en casa, es más perturbador. ¡Aunque una historia sobre castillos y vampiros me pueda gustar mucho!”, señala la escritora.

El proceso creativo de El año de la rata (según el horóscopo chino ese fue el animal del convulso 2020, fecha en la que fue ideado el volumen) incluye cuatro manos y un camino artístico unidireccional: primero fue el dibujo y luego la palabra. Así, Jorge Alderete fue gestando las estampas que enviaba a Enríquez para que, a partir de ahí, confeccionara sus propias fábulas. “En general suelo ser muy obsesivo y controlador con mis proyectos. Este no fue el caso. Quería dejarme sorprender por Mariana, porque sospechaba lo que podía hacer. Quería salir de la zona de confort. Así que, salvo algunas cosas muy puntuales, no le conté mucho sobre la historia detrás de cada imagen. Y el resultado, no solo me sorprendió en lo personal, sino que me mostró una forma de creación realmente colectiva que hizo que el proyecto se volviera más interesante”.

Así, la escritora se dejó llevar por lo que esas piezas le evocan para poner en marcha un cosmos propio: “Decidí que cada ilustración tuviese su pequeña historia, algunas basadas en hechos reales, otras no. Todo estuvo determinado por lo que me sugerían las imágenes, que eran cuestiones diferentes a mi estética y al mismo tiempo me permitieron explorar cosas que trato poco, pero me gustan, especialmente la sexualidad y cierta ciencia ficción soft o tradicional”, explica Enríquez. Para la autora de Nuestra parte de noche, Alguien camina sobre tu tumba y Las cosas que perdimos en el fuego, este sistema de trabajo en tándem supuso “una ‘salida’ de mis obsesiones muy sana. Jorge nunca me pidió nada, solo alguna sugerencia de ciertas cosas muy obvias como estatuas o lugares muy icónicos de Ciudad de México. Yo venía de escribir una novela muy larga, de hablar mucho de ese libro y de estar algo deprimida, encerrada con la pandemia, sin nuevas ideas, con pocas ganas. Esto fue un gran estímulo, una especie de iluminación”.

Fan irredenta del escalofrío, no es la primera vez que los pánicos sobrenaturales actúan como abono creativo para Enríquez, en ese terreno ya han germinado otros de sus trabajos: “Me divierte. Me produce adrenalina, me gusta jugar con la imaginación. Los temas ‘oscuros’ y los misterios me provocan una fascinación casi infantil y apelan a mis tendencias estéticas gótico-románticas”. Además, señala, narrar desde el estremecimiento constituye “una forma de ver la realidad, que es muy difícil y muy compleja, con una mirada distinta del realismo y que exalta sus aspectos más siniestros. Es un género que, me parece, le viene muy bien a esta época (y a cualquier otra, si tengo que ser sincera)”.

Un imaginario de soles negros y sobredosis de magenta

A pesar de que los textos de El año de la rata abordan tramas independientes, tienen en común un tono que se acerca a la redacción periodística aséptica, desapasionada, casi notarial, pero con un toque de humor. Y precisamente esa atmósfera 'informativa’ y neutra subraya lo inquietante de los hechos narrados. “Soy periodista y siempre me fascinó un género del periodismo que podríamos llamar de ‘sucesos extraños’ o de curiosidades, que no es especialmente sensacionalista, sino más bien un reporte de hechos muy peculiares que no se merecen un gran espacio como noticia, pero llaman la atención y son inexplicables. Por ejemplo, en Argentina hay un pueblo donde una hamaca se mueve sola y no se sabe por qué: yo seguí mucho la historia y me fascinaba lo microscópico del hecho y las teorías locas sobre la hamaca, todo trivial y cotidiano. Tienen algo de humor esas historias, porque son rarezas de la vida, acontecidos. Me parecen muy útiles para la literatura porque son como pequeños portales hacia mundos fascinantes, raros e ignorados por los grandes relatos. El tono aséptico es ideal para contarlos, porque la pretensión estilística de tomarlos en serio puede funcionar con humor a veces. Otra, si se sospecha que el cronista cree en lo que pasa, puede ser perturbador”, apunta Enríquez, Premio de la Crítica y Premio Herralde de Novela 2019.

En esta geografía de trazos moldeados por Alderete, se suceden los ecos de la ciencia ficción retro, por ejemplo con las películas de invasiones extraterrestres de los años 50 que se han convertido en títulos de culto. Así, las estéticas del pasado hacen acto de presencia como una posible vía para sobrellevar las incertidumbres del presente. Pero, además, El año de la rata, abriga una explosión de verdes casi fosforescentes, magentas y rojos que desbordan las páginas. Un cromatismo intenso, rotundo y vehemente que en este caso no nace del azar, sino de la pura intencionalidad: “Siempre me consideré poco virtuoso a la hora de usar el color, y con el paso de los años aprendí a explotar esa limitación a mi favor. El libro está impreso con 5 tintas directas, lo que significa que se utilizan colores más puros y no están mezclados entre sí prácticamente. Es una decisión consciente, jugar con esas limitaciones a propósito. Jugar con lo contundente que puede tener la simpleza”, afirma el diseñador, quien incluye en el inventario de referencias visuales de este proyecto las figuras de la Isla de Pascua, la obra de escritores de los siglos XVIII Y XIX como Restif de la Bretonne o Sacher-Masoch, el escultor Alexander Calde o la fotografía de Gerardo Montil Klint, Chas Ray y Nadia Lee Cohen.

A pesar de tratarse de relatos independientes, encontramos ciertos puntos de conexión entre algunas de las narraciones, que van creando un breve imaginario compartido en el que el sol se ha vuelto negro, las daianas han abandonado su planeta para explorar la Tierra y es posible hacer una visita al Museo Itinerante de los Placeres Raros… “Fue una decisión conjunta entre Jorge y yo, un ‘y si...?’. Encontrábamos cierta unidad en escenarios como las del Museo, con todos esos elementos sexuales, y esa continuidad permitía líneas narrativas internas en el libro. Pero todas, creo, conservan cierto tono similar, que hace dudar de dónde empieza lo real y dónde termina la ficción (conozco gente que buscó en Google el Museo y estaba muy decepcionada porque no existe)”.

Entre las ilustraciones pueblan el volumen, encontramos un QR que nos lleva a un espacio de la web de Alderete. Y allí, nos topamos con una pieza de danza contemporánea y otras obras audiovisuales con las máscaras y el látex de nuevo como elemento común. “Al igual que sucedió con la colaboración con Mariana, surgieron otro tipo de colaboraciones de forma espontánea, que escapaban del formato ‘libro tradicional’ y me parecía importante incluirlas.  La obra de danza contemporánea es una pieza de la bailarina Dalel Bacre que contó con la dirección de Christian Weber en video y fotos, y que realizaron en Los Ángeles también usando mis imágenes como disparadores. La música fue compuesta para el proyecto por el portugués Paulo Furtado, en Lisboa. Todos en distintas partes del mundo, atravesando el mismo momento histórico, y con la necesidad de crear, fue lo que nos unió en este proyecto”, expone el artista.

Narrar la mascarilla… o no

Entre las conversaciones en bucle a las que nos ha arrojado la pandemia estos últimos dos años, se encuentra el debate sobre cómo los productos de ficción reflejan o van a reflejar los tiempos que habitamos. Algunos creadores optan por plantear un escenario en el coronavirus no ha existido, en otros casos prefieren plantarse en un futuro pospandémico, y también encontramos a quienes incorporan la COVID-19 a sus tramas.

En este caso, la voluntad de Alderete era precisamente obviar el COVID y transportarnos a otros universos mentales, “pero claro, inconscientemente ahí está, o estuvo. Por eso también cuando pensé el título del libro me pareció necesario hacer referencia a este momento en particular”, reflexiona el autor. Así, el coronavirus aparece de forma intermitente en algunos textos (supuestos hospitales de campaña, mascarillas, carrozas fúnebres que buscan concienciar a la población…), para volatilizarse raudo en la siguiente página. “Ninguno de los dos queríamos abordar la pandemia, pero esa era nuestra realidad. Los textos y dibujos fueron concebidos antes de las vacunas, a primera mitad de 2020. Todo era incertidumbre. El coronavirus se filtra, es como un evento más en la historia, pero, de alguna manera, periférico. Todos estamos cansados de la pandemia. Por supuesto saldrá a la luz en ficciones, pero quién sabe de qué manera. Aquí era parte del contexto, pero la intención era que, si había referencia, no fuese directa. Que fuese algo misterioso”, sostiene Enríquez. De hecho, estas narraciones se inscriben en diferentes momentos históricos, por lo que vamos saltando de un momento temporal a otro sin solución de continuidad.

Por cierto, nuevamente según el horóscopo chino, 2022 es el año del tigre. Cambia el animal, el miedo permanece.

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