ORIHUELA. Aunque La Gramola de Orihuela nos tiene acostumbrados a propuestas más propias de derramar nitroglicerina por la barra y a rock & roll en sus diferentes vertientes, a veces se sale por la tangente, y eso siempre se valora. Sobre todo cuando apuesta por artistas poco conocidos que rezuman calidad y que ante todo, tienen una propuesta diferente, cuasi exótica, como este caso. Se trata del artista vasco Oskar Benas, que actuará el próximo viernes en la icónica sala oriolana. Benas formó parte de numerosas bandas de la escena de su tierra en los años 90 y además es artista gráfico. Aunque es más conocido en su faceta musical, ya que tiene en su haber el galardón al mejor guitarrista en la edición del Villa de Bilbao 2009. Además, entre ese año y 2012 tocó en la formación de Maika Makovski y acompaña en sus giras internacionales a Fermín Muguruza, nombre propio de la música vasca.
Del blues al folk; de la música experimental a idas de olla con destellos electrónicos. La música de Oskar Benas no tiene límites. De hecho, le gusta jugar con ellos y ver hasta dónde llega mezclando diferentes estilos. Paseando por su bandcamp se puede comprobar la cantidad de lanzamientos con los que cuenta. Todos ellos diferentes entre sí por el amplio abanico sonoro que maneja, pero sin embargo hay un hilo conductor en ellos que le da coherencia a su obra. En ese eje vertebrador de su propuesta vemos la cantidad de capas y detalles secundarios que hay en la producción y la riqueza sonora fruto de experimentar con varios instrumentos en sus temas; sea en formato instrumental —ahora es lo que más hace— o no.
De ambientes áridos como los que construía Ry Cooder a paisajes costeros y repletos de arpegios y píldoras melancólicas como las del sueco Björn Olsson, el irunés se junta con Los Herejes Instro Combo y crean ritmos ritualescos que a veces rozan lo psicodélico, como los catalanes Cuzo. Un popurrí de referencias que se traducen en berridos, vocales espirituales y aullidos que acompañan acordes rotos y melodías tan cuidadas como las de su último trabajo, Corazón de Serrucho. Una vez más, junto a títulos elocuentes en los que nadie canta, Benas cruza la parte musical para proyectarse en una dimensión más mística que mediante una construcción folk, te lleva a realidades de otro tiempo y otros contextos muy diferentes. El ejemplo en cortes como ‘Canción de Sanación’ o ‘Arquitectura como el NO’.
En general, es muy interesante el recorrido temporal que ha hecho en su trayectoria discográfica bajo este proyecto. Por una parte está ese folk más tradicional, tan tradicional que parece de una época antigua, como la vertiente más contemporánea en la que se lleva el blues a su terreno para mezclarlo con todos sus artefactos sonoros. Sin recurrir a letras como hacía en los principios de esta propuesta, sólo con estas atmósferas el vasco es capaz de transportarte a donde le dé la real gana. Banjos, teclados, berreos o gritos fantasmas. Todo vale en este crucero instrumental hereje.