El silencio, aliado de los enemigos del bien. Siempre digo que me metí en política movido por una profunda vocación trasformadora de la realidad, fundamentado más si cabe por una cita del intelectual Edmund Burke en la que vislumbra la victoria de los hombres de mala voluntad ante el silencio de los justos. Esos elementos son los que mueven mi conciencia, mis obras, y mis escritos. Como simple mortal, no puedo tirar la primera piedra liberadora del pecado, pero intento velar por lo que día tras día reflexiono sin cesar. Ya que se dice, que o actúas como piensas o terminarás pensando como actúas.
Vivimos tiempos complicados, en un mundo cada vez más feo. Por eso, escuchando a Ortega y Gasset, debemos hacer política o harán política por nosotros. Siendo la acción política, que diría Cayetana Álvarez de Toledo, un imperativo moral de nuestra era. Ese es el motivo por el que volveré algún día. No sé cuando ni cómo, pero no a cualquier precio. Mi vocación política vale más que cualquier oportunismo interesado. No se debe estar en política por estar, sino que debes pasar por un proyecto en el que creas y en el que tengas la convicción de que este ayudará a dejar a tus hijos un país mejor que el que encontraste. Nación, que desgraciadamente, está cada vez peor precisamente por la poca calidad de sus dirigentes y de los proyectos que estos tienen para España. Estamos construyendo un mundo en el que los malos campan a sus anchas y los buenos actúan sumisamente ante sus fechorías, dejando la labor de salvaguarda a unos testosterónicos con la libido más ardiente que la del Rey Juan Carlos.
Sociedad nihilista agnóstica de la virtud. Así describiría el mundo que habitamos. Nos empeñamos en pensar en que no existe la idea del bien y su malvada variante negativa, relativizando toda virtud o juicio dudando absolutamente de todo dejando la interpretación en manos del criterio subjetivo de cada uno. Todo es en función del punto de vista con el que se ve la realidad. Un planteamiento que ha contaminado a las instituciones en las que Bildu campa a sus anchas, ejerciendo como adalid de la paz y de la concordia. Papel de celestino avalado por la sociedad vasca que le ha otorgado a la formación de Otegui ser la segunda fuerza en el parlamento regional, relegando a los que un día murieron por la libertad a un lugar testimonial. Votos contaminados del relativismo moral hoy latente. Ambigüedad que ha ataviado a muchos con las gafas de ver en ETA a un grupo de guerrilleros liberadores de la patria vasca. Relato que ha contaminado también a los relatos audiovisuales, como en la película Maixabell, estrenada hace unas semanas, en la que se visualiza el terrorismo de ETA como una especie de guerra entre unos y otros cuando la realidad es que tan solo unos eran los que apretaban el gatillo y detonaban bombas. Está todo tan enfangado de nihilismo que incluso en series de televisión como La Casa de Papel se hace alarde de esa doble moral advirtiendo de que el fin justifica los medios.
Por eso esta sociedad ve en el diputado de Podemos, Alberto Rodríguez, –condenado por el Tribunal Supremo por agredir a un policía– un preso político atacado por los jueces fascistas del Estado español y no como lo que es. En este mundo en el que vivimos la idea de Bien planteada por Platón es inexistente puesto que no conocemos en esencia la prudencia, la fortaleza y la templanza. Al relativizar todo hemos convertido el vicio en virtud.