Entre el 70 y el 85% de la población adulta sufre dolor de espalda a lo largo de su vida
ALICANTE. La condición de bípedo del ser humano hace prever que en algún momento su columna vertebral va a dar muestras del paso del tiempo, en ocasiones en forma de hernia discal o de otro tipo de protusiones vertebrales. Sin embargo, y en contra de la creencia generalizada, estas no tienen porqué ser dolorosas. Y aun siéndolo, en ningún caso deben conducir al sedentarismo, pues la falta de movimiento no hará sino agravar el problema.
El sedentarismo reduce la llegada de sangre a los tejidos dañados, fundamental para la recuperación de estos
En este sentido, Pablo Martínez, responsable de la Unidad de Fisioterapia y Readaptación del Hospital IMSKE afirma que “en ocasiones una resonancia o una placa de Rx puede desvelar un daño estructural en la espalda que, sin embargo, no está causando dolor”. La afirmación guarda relación con la respuesta de muchas personas que deciden, innecesariamente, reducir o anular la actividad física por los resultados de una prueba diagnóstica, provocando un daño mucho mayor, ya que, según asegura Jordi Llopis, de la Unidad de Espalda del Hospital IMSKE, “el ejercicio es la principal bomba de circulación, y los tejidos necesitan una buena circulación sanguínea para repararse”. En concreto en referencia a la espalda, Llopis añade que “la columna vertebral es una estructura robusta, preparada para el movimiento y la carga; lo que peor le viene sin duda es la falta de movimiento”.
Por otra parte, distintos estudios apuntan que entre un 65 y un 80% de las hernias discales remiten espontáneamente. Un grupo de investigadores españoles (**) demostró que el 59% de las hernias lumbares desaparecen tras 1 año de seguimiento y, de ellas, el 66% lo hace en los primeros 8 meses. En el caso de las hernias extruidas, el 83% llega a desaparecer.
Los especialistas en espalda del Hospital IMSKE aconsejan no caer en el reduccionismo de relacionar exclusivamente el dolor de espalda con daños estructurales en la columna vertebral, pues existen otros factores, como el estrés, la ansiedad, el sedentarismo o la alimentación con una vinculación notablemente más estrecha con molestias de espalda.
El 60% de las hernias discales desaparece espontáneamente, dato que desacredita la creencia de dejar de moverse por miedo a empeorar
Pablo Martinez y Jordi Llopis alertan del “drama” que supone en nuestra sociedad haber “normalizado el sedentarismo”, que impide la recuperación de tejidos tras una lesión o un estrés mecánico, pues imposibilita el aporte de sangre a tejidos, tendones, ligamentos y músculos.
De otro lado, y enmarcado en el origen multifactorial del dolor de espalda, desde IMSKE se pone el foco en la importante relación entre el dolor de espalda y la alimentación, pues unos hábitos alimenticios poco saludables afectan al sistema inmunitario. “Unos hábitos alimenticios poco saludables van a generar patrones inflamatorios que afectan negativamente al sistema inmune”, afirma Pablo Martínez. Como resultado de esa inmunodepresión, de mayor o menor grado, pueden aparecer entre otros efectos dolor de espalda y otros dolores musculares. Por el contrario, un control en los hábitos y condiciones higiénico-sanitarias (dieta equilibrada y suficiente, ejercicio físico, descanso, control del estrés...) ayuda a reforzar el sistema inmunológico, que nos protege de bacterias, virus y otros organismos patógenos.
Cuando existe una circunstancia que el organismo interpreta que es peligrosa, las glándulas suprarrenales secretan cortisol. Esta hormona permite al ser humano afrontar la situación de excepcionalidad. Si esto ocurre de manera puntual, una vez normalizada la situación de peligro, se normalizan los niveles. Pero si el estrés se cronifica en el tiempo, el cortisol puede provocar efectos perjudiciales en el sistema inmunitario, favoreciendo una mayor predisposición a enfermar y a sentir dolor.
Una mala alimentación genera patrones inflamatorios y alteraciones del sistema neuro- inmune que precipitan la sensación de dolor
Al margen de la prioridad de trabajar el control del estrés, desde IMSKE se hace especial hincapié en que el dolor no entre a formar parte de un círculo vicioso que retroalimente el estrés y dispare de forma innecesaria y continuada la respuesta exagerada del sistema neuro-inmune. En este sentido, Jordi Llopis destaca la necesidad de “asumir el dolor como parte de un proceso adaptativo del cuerpo tras un determinado esfuerzo, pero que forma parte de un proceso de recuperación perfectamente normal; hay que desdramatizar el dolor, porque no hacerlo nos lleva a convertirlo en catástrofe, la catástrofe al miedo, y el miedo al inmovilismo”. En la misma línea, una respuesta emocional desmesurada frente al dolor, estaría sobreexcitando las defensas. “Sería algo así como disparar un sistema de alarma en una casa constantemente, con la movilización de recursos que eso supone: policía, vecinos alarmados, quizá bomberos…”