Hace un año, pasó lo mismo, se presentaron los Presupuestos Generales del Estado de 2022, que tenían una doble condición: por una parte, las inversiones se acercan al peso poblacional de la Comunitat, un 10%, pero por el otro, dejan a provincias como Alicante, con lo justo. Este año se ha vuelto a repetir, pero con más retranca si cabe porque los proyectos que aparecen son los mismos -excepto los completados, como el acceso viario al aeropuerto y la variante de Benissa, ya inaugurados-; o mejor dicho, son los proyectos de siempre pero con menos inversión.
Más allá del relato de ámbito nacional, el del escudo social, la subida de las pensiones y de las prestaciones, las cuentas para una provincia como la de Alicante, que es la cuarta o la quinta de España, según con que tabla se mire, son una humillación. No sólo para sus habitantes, también para sus políticos, los que apoyan estas cuentas como las que no. Porque la sensación que dejan, y comienza a perpetuarse, además de porque ya sucedía con los gobiernos de Rajoy, es que somos el pito del sereno. Y lo peor es que la consecuencia de estas cuentas, que veremos en las elecciones de 2023, es(será) más bipartidismo, y nadie que se oponga a ellas por el trato vejatorio que dispensan a una provincia de casi dos millones de habitantes, que compite con lo que dejan -algunas no están mal, como tener cuatro estaciones de AVE-, pero no con lo que verdaderamente necesita: poner freno a la descarbonización y desvertebración para ser más atractiva, si cabe.
Más allá de los porcentajes y de las cifras, que siempre serán odiosas, el problema de los PGE de 2023 es que son un cajón desastre. Si ya es difícil cuantificar la cantidad destinada -una cosa es la que reflejan, y la otra lo que esconde grandes epígrafes-, uno de sus problemas son su incoherencia. Por ejemplo, el año pasado, uno de los proyectos fuertes era la remodelación del Parador de Xàbia, con 10 millones, este año, esta obra pasa a ser secundaria; aparece el tercer carril de la A7 entre Crevillent y Orihuela. Por no citar el ansiado tren al aeropuerto: aparece en dos epígrafe, en las previsiones del ministerio y en las de Adif. Las cuentas son un tótum revolotum, sin coherencia, sin apuesta por ningún proyecto en concreto, con partidas por asignar, con fondos europeos sin destino, etc. Y todo eso sin saber el grado de ejecución de las cuentas de años anteriores. Porque en el papel todo queda muy bonito, incluso convincente, pero después la realidad es otra. Por citar un caso: la variante de Benissa está acabada y en marcha, pero hay un proyecto de ampliación valorado en 15 millones, que se está ejecutando y para el que sólo hay reservados 2,1 millones. ¿Alguien se lo cree?
Además de la maraña administrativa y de los subterfugios de las cuentas, lo que cabría pedir a los gobernantes actuales ya no es cifras grandilocuentes que tapen la boca del adversario o que sirvan para sacar pecho. Me confirmaría con menos, pero con la certeza de que se va a ejecutar, como en su día fue la propia variante de Benissa, el AVE de Elche a Orihuela o el nuevos acceso viario al aeropuerto, tan reclamado en su día por los empresarios. Y esa coherencia, tan reclamada para un proyecto como la conexión ferroviaria con el aeropuerto, no se ve por ningún sitio. No hay continuidad en la correlación de los proyectos. La duplicación de la variante de Torrevieja es como el Guadiana, aparece y desaparece, por no hablar del tren Dénia-Gandía, que ya nos han dicho que no se va a hacer, y que hay una tranvía como alternativa.
Y por recordarlo, el fondo extra de los 300 millones de euros, que el Gobierno le iba a ingresar a la Generalitat y ésta ejecutaría las obras. Estamos a octubre y no sabemos nada, ni de la lista de las obras, ni del dinero, ni su ejecución. Conclusión, los PGE son un trile, como relato, y como hoja de ruta (administrativa). Y para la provincia de Alicante, una decepción. Y además, se nota que están hechos desde Madrid, sin ningún tipo de tacto.