En los partidos políticos, como en los equipos de fútbol, los entornos suelen tener una responsabilidad importante en la relación entre los componentes de los equipos. Alrededor de los líderes y de las estrellas, se generan comentarios de todo tipo que, a su vez, se trasladan a las relaciones personales y en la mayoría de los casos, las deterioran. Si hablamos de una coalición o una selección, esos problemas se multiplican.
Si uno husmea en los grandes partidos, verá que los militantes y, sobre todo, los cargos, se posicionan en función de otros liderazgos. Y si es una coalición, todavía más, porque además de los liderazgos, están los partidos de los que procede cada uno. Y eso es lo que sucede con Compromís, una coalición de tres partidos, Més, Iniciativa y Els Verds, con diferente peso, pero que desde que alcanzó el poder, en 2015, vive un momento dulce porque está en el Gobierno de la Generalitat y gobernando en muchos de los ayuntamientos de la Comunitat.
La coalición ha vivido momentos de tensión, pero ninguno como la imputación y posterior dimisión de la que hasta ahora había sido su lideresa, Mónica Oltra. Esa salida, junto a la de Vicent Marzà como titular de la Conselleria de Educación, se había saldado hasta ahora con la sustitución de herederos naturales, o decididos por sus antecesores. Marzà, o mejor dicho Més, propuso a Raquel Tamarit, en parte porque Joan Baldoví también hizo fuerza para ello; Mónica Oltra, hizo lo propio con Aitana Mas ante el distanciamiento con los Mollà; e incluso Joan Ribó con Papi Robles, con la salida de Fran Ferri. Se consideró entonces que lo mejor para la coalición y para todas las partes -y su equilibrio- era dar continuidad en los cargos; defender la gestión, y culminar los proyectos. Paños de agua caliente para tapar la primera hemorragia seria, a sabiendas (porque muchos lo sabían) que había cierto desgaste con el caso Oltra por su exposición mediática, ahora desde Madrid, y además, falta de reconexión con la militancia y los votantes.
Cuando eso sucedió, junio de 2021, con Oltra ya fuera y con acto de homenaje incluido -por cierto, al que acudieron todas las patas de Compromís, pese a las críticas de los bailecitos-, todo se preguntaron: ¿y ahora qué? Y la mayoría de las miradas fueron a parar a Baldoví como sucesor. A sabiendas de que había que esperar a la resolución judicial del caso Oltra, en la lógica compromisera había la certeza de que, sepultada la lideresa, había un magnífico plan b con Joan Baldoví. Un plan b para dar otra marcha más al proyecto tras años de gestión y de roces con el PSPV. Político de sobra conocido, de perfil moderado, entregado a la causa de la Comunitat, de norte a sur, independientemente de su circunscripción, dialogante, dispuesto a lo que fuera menester, etc. Es más, ante los rivales políticos, se veía a Baldoví casi como más capaz de pescar en esferas diferentes a las tradicionales de Compromís por su alto grado de conocimiento y su facilidad de exponer y hacer pedagogía de las posturas de Compromís.
En clave interna, entre aquellos que no estaban en tareas de gestión, Baldoví era visto como un comodín para seguir la labor de oposición, que la coalición -o algunos cargos- no había olvidado. Si se le llamaba Alicante, allá que iba; a la Vega Baja, pues también; a explicar los acuerdos presupuestarios con el aeropuerto, ahí estaba el ex alcalde de Sueca dispuesto a dar la cara y explicar lo que a veces era difícil de explicar, acuerdos con el PSOE pese a sus requiebros con el tema de la financiación autonómica o las inversiones escasas para la provincia de Alicante. Por eso cuando Oltra dimitió, todas las miradas fueron hacia Baldoví como elemento al que agarrarse como tabla de salvación. Es más si había un consenso mínimo ante la dificultad de que los tiempos liberaran a Oltra del calvario judicial, ese era la apuesta por Baldoví.
Este sábado estaba preparado un acto de Compromís con Baldoví, Aitana Mas y Juan Ponce. Un representante de cada partido que conforma la coalición. El acto estaba preparado desde antes del verano. El jueves, Baldoví anunció que iba a las primarias para ser candidato a la Generalitat. ¿Alguna sorpresa? La sorpresa es que Iniciativa se ha hecho el harakiri. No se entiende cómo una decisión tomada desde el pequeño entramado del partido en València haya tenido tan impacto en un acto de Alicante, al que han acudido, incluso, militantes de base del partido de Mónica Oltra. Si se sabía que Baldoví era una alternativa seria para ser candidato a la Generalitat, que se sabía, sigue sin entenderse la decisión infantil de Iniciativa. Cuando un político se lanza hacia reto, sabe los riesgos, y en este caso, no había riesgo. Y si lo había era quemarse antes de hora, y si era eso, con más razón para ir al acto de Alicante, a no ser que vas a competir y tienes los números para ello.
Quizás el problema para los otros es que una victoria de Baldoví cambia los equilibrios de la coalición, algo que cualquier militante (del partido que sea) sabe de antemano, cuando se produce un cambio de presidente o un secretario general, bien por el dedo divino, bien por un proceso de primarias. Ante este contexto, infantil a todas luces, no querría estar en la piel de Aitana Mas porque, además de llevar tiempo en política y saber lo que hay, Aitana es (era) de esos perfiles que mientras no era vicepresidenta se pateaba las ciudades para defender a la coalición y sus iniciativas, y lo hacía con Baldoví de la mano. ¿Miedo a los suyos? Porque si algo tiene (o tenía) Aitana Mas era el camino libre para ser lo que quisiera mientras Compromís esté en el Gobierno. En Alicante, y en València. Quizás todo se reconduzca, pero la música que se traslada no sea la mejor cuando necesita -que lo necesita- recuperar terreno ante un Ximo Puig que campa a sus anchas. Una semana con la reforma fiscal; otra el transporte gratis para los jóvenes de menos de 30 años. Hace y deshace con la agenda mientras los socios discuten, o se distraen, y los rivales que se quejan de que se copia sus propuestas. Y si, el debate, las formas, las fechas, en política, todo eso está muy bien, pero desgraciadamente mandan los números.