vals para hormigas / OPINIÓN

Es el clima, no el arte

9/11/2022 - 

La semana pasada, en esta misma sección, me equivoqué. Asumo mi error. Auguré que los comandos contra el cambio climático atacarían durante el puente de Todos los Santos el Guernica de Picasso en el museo Reina Sofía. Y no. Fue el pasado sábado, en el Prado, y los objetivos fueron las Majas de Goya, a cuyos marcos se pegaron unas muchachas que rotularon en la pared solo una cifra, la que alude a que la temperatura media del planeta está a punto de crecer 1,5 grados. Repasando las informaciones aparecidas sobre el asunto, llego a leer incluso un periódico de nefasto recuerdo que califica la acción de gamberrada. Como si los activistas climáticos hubieran tocado todos los timbres de una urbanización y hubieran salido corriendo entre carcajadas. Es una forma de verlo. Errónea, pero una forma de verlo. Si se repasan los ataques cometidos hasta ahora, tras el primer sobresalto con los Girasoles de Van Gogh, nos encontramos con un hilo argumental bien trazado, en el que las principales armas no son las latas de tomate o los tubos de pegamento, sino la indignación y el trinitrotolueno de nuestros tiempos, la resonancia en medios y redes sociales.

Ni las tres obras de arte ya mencionadas ni la Joven de la Perla de Vermeer sufrieron ningún daño. Por supuesto que aterra que cualquier descerebrado pueda rajar, como ya sucedió varias veces en el pasado, una menina, una gioconda o la mujer pensativa del cuadro New York Movie, de Hopper, que decora el fondo de mi smartphone. Lo menos calculado del asunto es, quizá, el efecto llamada. Pero lo cierto es que el punto de mira de los activistas se ha fijado en piezas protegidas o en sus accesorios. Las dos primeras son grandes conocidas del público en general, hasta del que no ha pisado un museo en su vida o cruza por sus salas a velocidad de crucero, de crucero de vacaciones, gracias a la mercadotecnia y el cine. Las majas son diferentes. Da la impresión de que han sido elegidas para que las tetas de la presunta duquesa de Alba sustituyan a las de Femen, otro movimiento que supo llamar la atención. En cualquier caso, estamos ante un grito, que se preparen los vigilantes de Munch en la Galería Nacional de Noruega, que se vierte mediante un discurso directo. Los combustibles fósiles y las emisiones de gases se están cargando el planeta. Como sigamos así, no se estará cómodo ni en la sala acondicionada de ningún museo.

Esto está lejos de ser una gamberrada improvisada. Nos puede parecer mejor o peor, pero las jóvenes generaciones están asaltando los iconos del pasado para alertar de que nos estamos cargando su futuro. Y lo verdaderamente angustioso del caso no es pensar en lo que hacen ellos, sino en lo que dejamos de hacer nosotros. Ya no es solamente que nos tomemos sus advertencias a chufla. He llegado a escuchar a gente con hijos burlarse de Greta Thunberg, cuando lo que intenta es mejorar su herencia medioambiental. Es que nos limitamos, algunos, a separar los residuos y poco más. Es que no obligamos a nuestros dirigentes a tomar en serio la cuestión climática. Desde que se organizan grandilocuentes cumbres climáticas, la temperatura global sube como el mercurio de agosto. No miramos más allá de nuestro portal, vayan a una reunión de vecinos y podrán comprobarlo. Apenas un 2% de votos han separado la salvaguarda del Amazonas en Brasil de su destrucción total. Si Elche sale finalmente elegida como sede de la Agencia Espacial Española, uno de sus cometidos será vigilar el vertedero que orbita alrededor de la Tierra. Ni eso hemos respetado. Pero los gamberros, los que cometen tropelías insensatas, son los activistas. Es una forma de verlo.

@Faroimpostor

Noticias relacionadas