vals para hormigas / OPINIÓN

Entre Cannes y Montreal

7/06/2023 - 

Acumulo unas cuantas derrotas este año, así que me permitirán que las esconda mientras me lamo las heridas. Así que, no. No voy a poner los resultados electorales en compás de tres por cuatro. Ya ha pasado demasiado tiempo, ya hay convocada una nueva llamada a las urnas y ya han leído en este mismo estrado al compañero Antonio Zardoya, que lo hace infinitamente mejor que yo. Para hacerse una idea, les bastará saber que yo con los análisis a posteriori soy como Juan Carlos de Manuel con sus profecías a priori: vehementemente humano. Y, por tanto, encadenado a los errores. Como, además, tengo el faro apuntalado como la casa del protagonista de la serie Bosch, me permitirán que sitúe el catalejo en otros horizontes, mucho más gratos. Uno es ambiental. El otro cinematográfico. A ver si así se me pasa esta sensación que tengo de querer enclaustrarme en una isla del Mediterráneo a estudiar durante años el Ulises de Joyce, como uno de los personajes de la película Caro diario, de Nanni Moretti.

Me debo al cine. Así que, empecemos por ahí. Hacía 30 años que no se avecinaba el estreno de un largometraje de Víctor Erice en la gran pantalla. En salas convencionales, porque para otro tipo de formatos no ha parado de trabajar. Probablemente, el atropellado estreno de Cerrar los ojos, su última película, en Cannes ha sido la noticia que más me ha alegrado este año. No solo porque la versión de El sur que acabó por llegarnos me parece uno de los monumentos más impresionantes creados por un ser humano. También porque Erice es la gran entrevista que no tuve ocasión de hacer. Y uno, que en el fondo es tan cándido como los calcetines de Wendy, la de Peter Pan, nunca pierde la esperanza de cruzar unas palabras con el maestro. Les cuento una anécdota, para desengrasar el tono apesadumbrado con el que he comenzado. Erice vino a impartir una charla magistral, o algo así, a Alicante, convocado por la extinta CAM. Enseguida desplegué todos mis encantos para conseguir la entrevista. No la conseguí. Pero en esas mismas fechas, la ciudad vivió una manifestación multitudinaria. Demasiado para una ciudad que nunca se queja en la calle. No recuerdo bien el motivo. Pertrechado con mi cuaderno y mi visión periférica, me crucé con el cineasta en Alfonso El Sabio. Lo asalté, pobre. Le dije que era un gran admirador, que había solicitado hablar con él y que entendía que no me concediera ni cinco minutos. Después me marché. Él se quedó con el susto y yo con la confirmación de que la realidad con la que me gano la vida no me gusta. Y por eso no hago análisis políticos a posteriori.

Vayamos a lo otro. Hace más tiempo todavía, 35 años, se firmó el protocolo de Montreal, por el que todos los países se comprometieron a eliminar el uso de cerca de un centenar de sustancias que dañaban la capa de ozono. Por una vez, la Humanidad respondió. Todos a una. Ya se ha comprobado que el hueco por el que se colaban demasiadas emisiones ultravioletas solares se está cerrando y que podremos dar el capítulo por acabado en 2050, aproximadamente. Es una de esas noticias que me vuelve a enganchar a mi oficio. Más complicado parece reducir las emisiones de CO2 y ajustar el consumo de agua para mantener con aliento al planeta unas cuantas generaciones más, hasta que encontremos la manera de esquivar el Apocalipsis de San Juan. Quien, como todos los profetas, era humano y tiende al error. Aún tengo un listado de preguntas preparadas por si Erice me concede una cita. Uno no pierde la esperanza. Y lo único bueno de acumular derrotas es que siempre encuentras un motivo para fracasar peor, que es otra manera de ganar.

@Faroimpostor