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del derecho y del revés / OPINIÓN

Enseñar en el siglo XXI

10/07/2020 - 

Los días de julio avanzan, pero no lo parece, pues nada hace pensar que éste sea un verano al uso. Hablo como de costumbre con mucha gente, pero ahora detecto un especial deseo de no colgar, como si cada uno quisiera acortar sus espacios de soledad tirando de ese invisible cable del teléfono que lo une a su interlocutor. Al cabo del día estamos agotados por el calor, la incertidumbre ante los dichosos rebrotes y el deseo ferviente de vacaciones, que esperamos en silencio por tener siquiera el pensamiento de cogérnoslas, después del largo encierro. Ahora, echando la vista atrás, pienso en la de días pasados durante el confinamiento en hacer no se sabe bien qué, tan perdida como andaba en ese bucle infinito de arreglar los armarios que aún hoy siguen a medias. Sigo encontrando personas despistadas que continúan sin pasar del yo al tú, y que en su egocentrismo creen que este 2020 sólo los ha arrollado a ellos a su paso, como si la vida de los demás fuera perfectamente normal y no una sucesión de momentos inconexos, en los que tratamos de buscar una coherencia. Nos hallamos sumidos en un mar de dudas, pues no queremos que se repita la jugada de ser privados de libertad otra vez, lo que representa una amenaza demasiado grave para ser pasada por alto. Y, así, entre estos pensamientos revoloteando por mi cabeza, mis dedos se deslizan por el teclado al final de la jornada, mientras trato de hallar las palabras para este relato semanal, alrededor del que confluimos ustedes y yo. Es un momento verdaderamente íntimo.

Y bien, qué quieren que les diga, no son horas ya para andarme con paños calientes. Todos los años pasan cosas que no tendrían que pasar en las pruebas de acceso a la universidad, las llamen como las llamen. Que en el examen de la EvAU se hayan cometido errores graves, de bulto, en la prueba de Historia de Madrid deja con el culo al aire todo el sistema educativo  español. Explíquenme cómo quienes se muestran tan ignorantes van a ser capaces de evaluar a otros. Porque para poder examinar hay que acreditar, como mínimo, los mismos conocimientos que el examinando, pero nunca menos. Es bochornoso meter tanto la pata en unas pruebas de esta envergadura, lo que demuestra una falta total de preparación, de cuidado, de sentido, y que las cosas se han hecho en plan burdo sin el mínimo cuidado exigible, cuando los jóvenes que se examinaban se están jugando su futuro. Aquí las dos lecturas que caben del tema, grosso modo, son igualmente para que nos dé un tabardillo: ignorancia y bajo nivel, o falta de picardía y de tener dos dedos de frente por parte de los profesores que prepararon el examen. Así que luego no nos extrañemos de los resultados de los sucesivos informes Pisa y las cosas que dicen de nosotros, cuando nos sitúan a la cola de Europa en materia educativa. Tengo que mostrar mi más sincera adhesión a los que proclaman que nuestro sistema educativo se ha de poner patas arriba por completo, dado que no cumple su función primordial, que es la de formar a los estudiantes para que puedan tener las mejores oportunidades, en este mundo cada vez más competitivo. De los rankings de las mejores universidades del mundo mejor ni hablemos.

El sistema actual sigue anclado en el mismo modelo de cuando estudiábamos los que ahora somos padres, sin que se haya apreciado mayor evolución, salvo en lo referente a bajar el listón de la exigencia. No se piensa, salvo honrosas excepciones que confirman la regla, en otras maneras de enseñar, y muchos se quieren seguir agarrando a lo de la letra con sangre entra, ya en completo desuso afortunadamente. Hoy se trata de enseñar a pensar, a extraer conclusiones y relacionar conceptos, a hacer buenas presentaciones orales, a elaborar tesis y proyectos escritos bien argumentados y sin faltas de ortografía –¡hagan algo con esto urgentemente, por favor!–, a desenvolverse con alto nivel de inglés y no de seguir insistiendo en que los alumnos se aprendan fórmulas, artículos o párrafos de memoria. El conocido como “Informe Petras”, que fue en su día encargado por el PSOE para después quedar abandonado en un cajón, decía que “los sindicatos y los partidos políticos han abandonado la educación y organización de los jóvenes”, entre otras lindezas. Se nos tendría que caer la cara de vergüenza por ello, añadiría. El siglo XXI, en este mundo globalizado de la sociedad de la información, exige otras maneras de enseñar y de aprender, y hemos de tomar urgentemente el buen camino de la completa revolución educativa española, si no queremos condenar a las generaciones venideras al retroceso y la ignorancia.

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