El mes de agosto siempre me ha resultado un mes de sensaciones contradictorias. Desde mi época de estudiante, de mal estudiante, este mes se ha dividido en dos partes: la ansiedad por que llegara y la sensación de que se acababa y estaba todo por hacer.
Las notas de final de curso no eran nunca el presagio de un buen verano, pero pasado el mes de julio con cierta tranquilidad, llegaba agosto con el nerviosismo del reencuentro con los que veías una vez al año y con los que durante el invierno veías muy a la larga; juergas, verbenas, playa y fiestas, y con ellas la repetida frase de 'això, en passar festes'. Esta expresión recuerdo siempre utilizarla para decir que antes de septiembre quedaba tiempo para arreglarlo todo, lo que después fueron las “vacaciones Santillana” se hacían eternas, pero pensaba que quedaba tiempo para recuperar, para organizar y volver a empezar “la vida normal” con cierta garantía. Nunca fue así, ni había tiempo, ni se recuperaba nada, pero eso sí, llegado el momento se volvía a la “vida normal”, que lo único normal que tenía era que volvías a lo habitual.
Pasada la juventud y ya en la vida laboral, el 'en passar festes', seguía teniendo su vigencia y la ansiedad previa venía dada por la organización del trabajo para poder coger una semana de vacaciones y la posterior ansiedad de comprobar que el parar una semana suponía meses de retraso después.
Estamos en agosto y viendo la prensa y la situación en la que estamos da la sensación de que muchos el 'en passar festes' siguen aplicándonoslo a todos a rajatabla.
Estamos inmersos en una pandemia de reacciones y consecuencias impredecibles, en una crisis económica que, por mucho que nos digan, no ha hecho más que empezar y, lo más preocupante, en una incertidumbre en tantísimas cuestiones, que no nos debe dejar descansar. Pero no, quien más y quien menos hemos cogido o vamos a coger nuestros quince días de vacaciones y estoy convencido de que la mayoría hemos pensado: 'en passar festes vorem'. Y así va a ser.
'En passar festes' tendremos delante un inicio de curso escolar plagado de incertidumbres y que va a llevar a los padres a tener que multiplicarse para poder atender todas las necesidades de sus hijos en materia educativa durante el desarrollo del curso.
Tendremos un inicio de “curso económico” con la incertidumbre de ver quién ha podido sobrevivir, primero al confinamiento y después al verano más catastrófico, económicamente hablando, en todos los sectores desde hace muchísimos años.
Tendremos un inicio de “curso político” en una de las situaciones políticas más convulsas de nuestra democracia, con crisis institucionales, crisis territoriales, una Europa sin saber cuál es su papel, desajustes en un gobierno ingobernable y una oposición, en su mayoría, pensado más en sacarle a la situación réditos electorales que en ofrecer verdaderas soluciones consensuadas a una situación que puede hacer temblar los cimientos de lo que conocíamos hasta ahora como “estado del bien estar” o casi mejor dicho “nuestro metro cuadrado de confort”.
Y todo esto siempre pensando que la pandemia se puede descontrolar en cualquier momento, si no lo está ya, y seguimos sin estar preparados para hacerle frente con ciertas garantías.
No recuerdo quien dijo que “la inteligencia de una persona también se puede medir por la cantidad de incertidumbres simultáneas que es capaz de soportar”.
Vamos a tener que demostrar que somos muy, pero que muy, inteligentes porque la cantidad de incertidumbres que nos esperan a todos es muy grande y con una perspectiva de solución que no se espera en el corto plazo.
Nuestro carácter, optimista por naturaleza aunque parezca lo contrario, nos lleva a pensar que todo con paciencia y una caña, como los pescadores, se arreglará y con esa filosofía nos hemos aplicado, muchos con el susto en el cuerpo, en estos días el 'en passar festes vorem', conscientes de que eso no es más que hacer la avestruz durante unos días, pero sin ser conscientes de que este año se han suspendido todas!
Unos lo afrontamos en casa, otros viajando como se pueda, otros de palacio en palacio, pero todos temiendo y rezando para que 'no passen les festes'.