Últimamente no ganamos para sustos. Cuando parecía que lo más grave de la pandemia había pasado y nos disponíamos a intentar vivir una nueva época de normalidad en las empresas (eso sí, soportando las secuelas, como el colapso del transporte marítimo), Putin decidió dar rienda suelta a sus caprichos imperiales e invadir Ucrania.
De repente los europeos volvíamos a ver la guerra "a las puertas de casa" y veíamos llegar una crisis energética sin precedentes con un alza del precio de los combustibles, que provocaba un amento del coste de la electricidad y un aumento del precio de numerosas materias primas, especialmente de alimentación. Todo junto ha generado una inflación en todo el continente a la que no estábamos acostumbrados desde hacía décadas. Por si fuese poco, en Alicante el intercambio comercial con Rusia, ya fuera en forma de exportaciones o de ingresos por turismo, había ganado un especial importancia (Según Ineca exportábamos 66 millones a Rusia y 15,5 a Ucrania). Pero, en mi opinión, lo que tiene un mayor efecto psicológico ha sido que hemos visto cómo, cuando parecía que ya era imposible, se acrecentaba más aun la incertidumbre sobre el futuro económico y eso puede asustar.
Los empresarios, que esperábamos a que aquellos consumidores que habían salido bien parados de la pandemia liberasen con alegría los ahorros acumulados, nos hemos encontrado con que se han visto obligados a cambiar radicalmente sus hábitos de consumo. Ahora dedican más del 36% a los gastos inevitables relacionados con la vivienda (un 13% antes de la pandemia) y menos en gastos más prescindibles, como ocio, que según el Banco de Sabadell ha caído hasta un 24% en el último año o ropa y calzado, en los que se está gastando la mitad que antes de la pandemia.
¿Cómo reaccionar ante esta situación? Lo primero que hay que pensar es que es una situación global, es decir, nuestra competencia tiene los mismos problemas. ¿Se va a solucionar todo? Rotundamente sí, pero que nadie espere que la cosas vuelvan a ser como antes de 2019, porque tampoco lo serían aunque no hubiese habido una pandemia y una guerra de por medio. Si por algo se define nuestro Siglo XXI es por la rapidez a la que se suceden los cambios económicos y sociales.
Siempre hay que buscar formas de ser más eficiente, de crear nuevos productos o servicios, de conseguir nuevos clientes y mercados, pero en momentos de incertidumbre como este, más aún.
La buena noticia es que disponemos de una herramienta más barata que los métodos tradicionales para hacerlo y son las nuevas tecnologías y la transformación digital. Pero ya no sirven las soluciones aisladas. Lanzar una tienda online, un show room, introducir herramientas colaborativas de forma aislada ya no es suficiente. Ahora es necesario poner en conexión todas estas herramientas para poder tomar decisiones basadas en los datos.
Una vez la compañía disponga de las herramientas para poder tomar decisiones rápidas y basadas en los datos, es necesario que los departamentos comerciales tengan también una digitalización que les permita contactar con los clientes de manera inmediata y automatizando tareas con herramientas conectadas y sincronizadas con los diferentes sistemas de las compañías como el ERP, el CRM, el B2B y la tienda online.
Es época de crecer, de vender, de conectar y de conocer el rendimiento de cada euro invertido.
Como ejemplo, ahora que no podemos vender calzado a Rusia, es el momento de probar si ese 1,1% de nuestro calzado que vendíamos allí puede venderse en otro países. Gracias a las nuevas tecnologías, nuestro equipo comercial puede disponer de un portal B2B y un show room virtual conectados a los sistemas de la compañía para vender en el país que queramos y contactar con partners y clientes a través de las redes. Posteriormente, conociendo perfectamente los resultados y la rentabilidad, podemos pensar en una presencia física con representantes, tiendas o lo que sea, pero ya sin el riesgo inicial.
Por Andrés de España. CEO 3dids.com