Es realmente curioso cómo el festival por antonomasia del cine independiente nos ofrece una película de temática antirracista, realizada además por profesionales jóvenes, una historia con final moralista, pero no se repara en que el productor es Amazon Studios, una empresa de cuyas prácticas se han quejado tanto los trabajadores como activistas LFTB, que se han encontrado con que los libros de esta temática son calificados en la plataforma como "adultos". Un fenómeno, el de Amazon Studios, que ya llaman woke-washing
VALÈNCIA. Sundance ahora mismo solo es una palabra, un término para evocar algo perdido. Desde hace décadas, el Festival de Sundance no es el Festival de Sundance. La plataforma gracias a la cual salieron adelante docenas de películas al margen de los encorsetados criterios del mercado dejó de funcionar como tal ya en los albores del siglo XXI. Se creó un canon llamado "cine independiente", pero que se regía dentro de una categoría genérica con los mismos criterios del mercado de los que se pretendía huir en origen para dar paso a ideas más originales y provocadoras. Al final, más que cine independiente, el festival logró crear el género denominado "independiente", que suena igual, pero no es lo mismo.
En protesta, surgieron numerosos festivales a la contra de Sundance, pero tampoco funcionaron, aunque algunos sigan coleando, como Slamdance, fundado por autores a los que les habían rechazado sus películas en Sundance. La cuestión es que hoy nos encontramos con que las películas que triunfan en Sundance pueden ser producciones de Amazon, una empresa que, entre otras acusaciones, afronta la de atentar contra la libertad sindical, imponer condiciones de trabajo miserables a sus empleados y reclasificar libros de temática LGTB en la sección de "adultos".
Nada de eso ha sido un impedimento para que Amazon Studios haya podido presentar Emergency en el festival, que se ha llevado el premio al mejor guión y estaba nominada para mejor película. El origen del proyecto está en un corto de 2018 que era completamente independiente, incluso surgió después de unas becas para poner en contacto a creadores de minorías con pocas posibilidades de ingresar en la industria, pero una vez premiado en Sundance precisamente, para convertirse en película pasó a Amazon Studios y Temple Hill Enterntainment. Ante semejante cuadro, solo recomiendo leer este artículo que habla de Woke-Washing, el fenómeno de convertir el antirracismo en un mecanismo de Relaciones Públicas.
La temática de la película, eso sí, inicialmente es impecable. Es un cuento moral con desenlace ejemplarizante que aborda el tema del racismo en Estados Unidos. Se parte de una idea realmente interesante. Hasta las personas más extraviadas que vivan de espaldas a la actualidad se habrán dado cuenta de que en Estados Unidos hay un verdadero problema con las relaciones de las fuerzas del orden con la población afroamericana.
Existe, por descontado, un problema de racismo atávico y con características propias, partiendo de la base de que en el siglo XX, con los nazis ya derrotados, los afroamericanos en ese país no podían sentarse en el mismo sitio en el autobús que los blancos. Y eso es solo lo vulgarmente conocido. Hay muchos más detalles a poco que se rasque, como cuando Chris Rock reveló en un monólogo de humor, precisamente a propósito del woke-washing, que a su madre no le atendían los dentistas por ser negra y cuando ya no podía soportar más el dolor de la infección de una muela tenía que ir al veterinario.
Pero también existe por motivos más prosaicos. La circulación de armas en un país tan desigual y complejo es caudalosa y, como resultado, presenta cifras de muertos por arma de fuego propias de una guerra. Al estar los guetos poblados mayoritariamente por población afroamericana en muchos casos, los agentes tienen el gatillo fácil con solo ver el color de su piel. Puede ser un reflejo de supervivencia, puro racismo o las dos a la vez.
En este singular contexto, atreverse a tratar el asunto con una comedia ofrecía un sinfín de posibilidades de acertar. La premisa, de hecho, podría haber dado lugar a una película histórica. Todo comienza cuando un grupo de amigos negros, tras una fiesta en su casa, se encuentran con que hay una chica blanca inconsciente. Temen por su vida, pero no se atreven a llamar a la policía porque dan por hecho que van a pensar que han hecho algo malo. A partir de ahí, comienza un enredo de casi dos horas que, cuando solo podía mejorar, se hunde en la autocomplacencia y un moralismo que es una bajeza, porque puestos a wokear, les ha quedado una película misógina y machista.
Quien ha recibido el premio, la autora del guión, es DK Dávila, mujer de origen mexicano, según la web de los Golden Globe Awards "lo tiene todo para no triunfar en Hollywood". Lo cierto es que, como se ha mencionado, de una excelente premisa, el guión luego acaba decepcionando. El humor negro no tarda en convertirse en un desenlace sentimental con un canto a la amistad de escasos matices. Pero lo peor es cómo antepone el miedo de los afroamericanos a la policía al miedo que sienten las mujeres a que las puedan secuestrar, violar y matar. Ese pánico, que tiene el mismo fundamento que el otro, se ignora y de esa subtrama sale el personaje al que culpar por su racismo y prejuicios. Con un efecto tentetieso, tan necesario en estos tiempos de auge de las extremas derechas y las extremas idioteces, se humilla al personaje para que el público pueda jalear que alguien es castigado, que al final es lo único que quieren.
Es interesante cómo se aprecia que el talento no ha desaparecido en las nuevas generaciones. La idea es genial y la primera hora, realmente divertida. Pero luego los esfuerzos por encajar en el dogma y ofrecérselo al espectador ágrafo, convierten la película en basura. Sirva como contraste Nunca llueve en California que sin necesidad de dejar de mostrar ni por un segundo que su personaje negativo era un individuo execrable, tampoco renunciaba a ofrecer lo que quien esto escribe adora del cine, cuando es una sincera reflexión sobre la condición humana, ese engendro tan sumamente extraño.