Recientemente, el Museo de El Prado, de titularidad estatal, y el de Bellas Artes de Valencia, San Pío V, también de propiedad del Estado aunque su gestión esté transferida a la Generalitat Valenciana sin que sirva de nada, nos han enseñado que en nuestro país existe un nuevo tipo de museo al que vamos a llamar Museo Marchante.
Hasta ahora, sabíamos de la existencia de donantes altruistas, depositarios sin mayores intereses económicos y hasta museos que recibían como depósito temporal obras de arte que años después y una vez bien revalorizados por su exhibición en exposiciones o en el propio museo aparecían en subastas.
Pero hasta ahora desconocíamos que un museo estatal podía ser capaz de llegar a otro del mismo propietario y, zas, quedarse una obra colgada en apenas un segundo, pagar al propietario y llevársela a su casa sin hacer mucho ruido y negociando directamente con los herederos. Ya digo que es algo muy singular que ha pasado ante nuestros ojos en pleno verano sin que se hubiera mucho ruido y menos aún nadie se escandalizara como es debido.
Eso es lo que ha pasado con una obra histórica y de gran volumen atribuida a Antonio Fillol que fue depositada en su día en el San Pío V y el Prado se ha llevado ahora a sus almacenes por 110.000 euritos, dejando, eso sí, un bonito hueco en las paredes del Bellas Artes. Casi nada. Eso se llama solidaridad entre museos. No sólo estamos mal financiados y arrinconados como museo estatal sino que hasta los “hermanos” vienen de fuera para llevarse cuadros que casualmente financiamos con nuestros impuestos por lo que pagamos depósitos y más tarde compra-venta, esto es pagamos dos veces.
El cuadro de Fillol, una obra que lleva como título El sátiro, apareció enrollado en casa de los herederos del artista valenciano de finales del XIX y comienzos del XX. Una obra atribuida a una etapa de realismo social del artista, o sea incómoda, ya que muestra como elemento principal a una niña en una rueda de reconocimiento identificando a un violador que le había molestado. Hasta ahí todo correcto. La obra fue retirada de la Exposición Nacional de 1906 por “inmoral”, aunque me quedaría simplemente en incómoda para la época.
Tras ser redescubierta, fue depositada hace unos años en el San Pío V y hasta restaurada ligeramente para su exhibición. Durante años ha estado colgada en ese museo valenciano que por lo visto sirve ante Madrid para lo que haga falta. Hasta que llegó El Prado, puso la pasta encima de la mesa. La familia recuerda que lo ofreció a nuestra autonomía pero sin respuesta. Estamos para otras cosas o tenemos muy poco ojo, hay que pensar. Algo chirría.
Que este es un hecho sin precedentes que no sólo llama la atención sino que encima sale de una gestión de política cultural más que cuestionable es como para hacérselo mirar.
Por lo visto, a partir de ahora cualquier museo con poderío y presupuesto será capaz de entrar allá donde quiera y llevarse lo que le plazca si está a la venta o en depósito. Es la primera lectura extraíble del hecho en sí, porque mayores explicaciones no se han facilitado, de una ni otra parte.
Como segunda lectura lo que nos queda es que el Ministerio de Cultura, que continúa mostrando el bucle de oscurantismo en el que se encuentra sumido desde hace décadas, la vista gorda ha sido su carta de representación. Pero también hay que analizar qué si tanto valor tenía la obra nuestra Administración autonómica fue incapaz de echarle el ojo y lo que ha hecho ha sido actuar de marchante o intermediario aumentado el pedigrí. Desconozco si nuestro San Pío V habrá cobrado una comisión al respecto, que sería lo mínimo.
La tercera o cuarta de las lecturas que podemos hacer es que por aquí pintamos muy poco, desde el propio director del San Pío V, que se habrá quedado con cara de susto, y también de los propios órganos decisorios del mismo, comenzado por el Patronato del propio espacio museístico que ha demostrado su falta de cintura y capacidad de reacción y del resto de organismo de los que nos hemos dotado, esto es, la propia Conselleria de Cultura, aquella que según el Botànic iba a dar lustre a ese museo al que le han adelantado por la izquierda, o al Consell Valencià de Cultura que nunca tiene nada que decir no sea que pierdan sus señorías la posibilidad del reparto de dietas.
Así que la veda se ha abierto. Por lo que todo aquel cuadro que exhiba nuestra pinacoteca y no tenga los papeles bien ordenados es susceptible de venta directa.
Pero si como asegura la familia el cuadro depositado en régimen de comodato no recibió oferta alguna de nuestro Bellas Artes o, como insiste su director Pablo González, nadie le advirtiera de las negociaciones es que algo falla. Algo muy gordo. A la vista está.